Uno de los lemas de la CUP era “Señalémoslos”. Ahora, tres agentes de CNP que comparten piso en Barcelona denuncian la situación de acoso en su propia casa. Uno de ellos, en representación de todo el grupo, ofrece en primera persona y a EL ESPAÑOL su testimonio en el que explica lo difícil que es ser policía nacional en Cataluña en los últimos tiempos.
Las pintadas amenazantes en nuestra puerta las vimos a principios de semana, cuando volvimos de viaje. Yo soy de La Rioja y me había ido allí pasar el fin de semana, con mi mujer y mi hija. Mi compañero de piso, que también es Policía Nacional y es de Cantabria, también había pasado unos días en su tierra. Las pintadas se las encontró él, que fue el primero en llegar a nuestro piso de Barcelona.
Nos insultan, nos señalan y nos amenazan sólo por ser policías… El mensaje es muy claro: está en el portal de casa y en los contenedores de basura que hay enfrente. Es decir, saben quiénes somos, saben dónde vivimos y saben a lo que nos dedicamos. Estamos señalados.
No sabemos si han sido gamberros de fuera… o si han sido algunos vecinos, que son los que nos conocen. Y es que la actitud de la gente de nuestro bloque respecto a nosotros también ha cambiado desde el 1 de octubre, desde el día del referéndum. Nuestros vecinos saben a lo que nos dedicamos porque mi compañero y yo ya llevamos tres años viviendo juntos en este piso. Antes compartíamos con un tercer compañero, que se ha acabado volviendo a Madrid porque no aguantaba más. Ahora tenemos a una compañera extremeña que lleva poco tiempo con nosotros.
Los vecinos, como te digo, saben a lo que nos dedicamos porque llevamos ya mucho tiempo conviviendo con ellos. Nunca hemos tenido ni un problema. Pero desde que se ha recrudecido todo el tema del proceso independentista, el trato es mucho más distante. Cuando antes hablaban con nosotros, la relación cada vez es más fría y más cortante. Ahora ya lo más que alcanzamos es a decirles “hola” y “adiós”. Ellos contestan con “hola” y “adeu” y ahí se acaba todo.
La relación respecto a nosotros ha cambiado, no sólo por parte de los vecinos. También en otros lugares como el gimnasio. Los monitores nos han restringido bastante la palabra. No creo que sea cosa de ellos, porque nos conocen desde hace tiempo, pero sí que puede ser porque a otros clientes del gimnasio les moleste que haya agentes de la policía nacional allí. Nosotros no nos escondemos y a menudo vamos a hacer deporte con nuestras camisetas de la policía nacional. Imagino que es eso lo que les ha molestado.
Con los Mossos, más de lo mismo. La relación cada vez es más tirante. Alguna vez hemos tenido que realizar alguna intervención de urgencia en plena calle, hemos pedido refuerzos porque estábamos en inferioridad y en lugar de mandar agentes rápidamente, desde Mossos empiezan a pedirnos datos. Hostia, mándame a alguien cuanto antes a que me ayude, que son más que nosotros, que son tres o cuatro delincuentes contra dos o tres agentes, que nos van a pegar al final. Pues los Mossos, venga a pedirnos datos.
En el balcón teníamos una bandera de España colgada. En su momento la quitamos, durante los días de más tensión, porque los compañeros nos advirtieron de que había anarquistas que podían atentar contra algunos balcones. Nosotros vivimos en un primero y decidimos quitarla. En el balcón de al lado hay una estelada y nosotros nunca les hemos dicho nada.
Al final te juegas el tipo y… ¿para qué? Yo no llego a fin de mes. Que esa es otra, porque no es una forma de hablar; es que no llego. Pagando el alquiler de mi piso de Barcelona y el del piso en el que viven mi mujer y mi hija, de verdad que no llego. Llevamos mucho tiempo pidiendo la equiparación salarial con el resto de cuerpos de seguridad del Estado y nunca llega. Parece que seamos menos que los demás.
Al final, lo único que quieres es largarte. Yo me quiero ir de aquí. No es agradable que te señalen en el mismo portal de tu casa, que los vecinos te nieguen la palabra o que en el gimnasio dejen de hablarte porque saben que eres policía. Ponte en mi lugar.
Yo me volvía a mi tierra de buena gana, pero con eso también tenemos problemas. Desde Madrid nos niegan el traslado sistemáticamente. Nos ponen todas las trabas. Una vez que te han destinado a Cataluña, es muy difícil que te saquen de aquí. Y si te digo la verdad, si yo no tuviese mujer y una hija pequeña, tal vez me daría igual y me quedaría aquí, peleando por España. Pero tal y como están las cosas, no sé… no me apetece. No me tranquiliza eso de que si te pasa algo, el cuerpo se hace cargo de tu familia. Para estar aquí, mal mirado, mal pagado y lejos de tu gente, prefiero largarme de Cataluña para siempre.