La cárcel ha sido para María del Carmen García un “pozo sin fondo” en el que, rumiando sus pensamientos y recuerdos, ha llegado a una conclusión: “Aquello no tenía que haber ocurrido, lo que hizo él y lo que hice luego yo”. A sus 63 años, se refiere a los dos sucesos que sacudieron su existencia: la violación que sufrió su hija Verónica en 1998, cuando sólo tenía 13 años, y el suceso que tuvo lugar en 2005, cuando en un encuentro con el agresor, Antonio Cosme, lo roció de gasolina y le prendió fuego. El hombre murió por las heridas. “Todo es una pesadilla que ha quedado atrás”, detalla la mujer en su primer día de tercer grado tras salir del centro penitenciario de Villena.
María del Carmen García afronta ahora una nueva vida. “Estoy aquí con mi Vero, ya tengo la comida en la mesa de mi casa”, declara a Las Provincias, en una extensa entrevista. Lo hace pocas horas después de salir de la cárcel en la que ha pasado tres años y medio, donde fue a recogerle su familia.
De ahora en adelante pasará el resto de la condena en tercer grado, obligada a dormir cada noche en otra prisión, la de Villena.
Pero ahora, al menos, puede pasar los días en compañía de sus cuatro hijos, sus nietos y su marido, quien atraviesa un proceso de cáncer en la laringe. “Ahora sólo quiero disfrutar mucho de ellos, han sido mi principal respaldo en estos meses tan duros. Pero que sepa todo el mundo que estoy bien, muy bien”, relata a este periódico.
Con gasolina y una cerilla
El origen de esta historia se remonta a 1998. Antonio Cosme, al que apodaban El Pincelito y de 62 años, asaltó a Verónica, la hija de María del Carmen, a punta de navaja. La niña tenía 13 años. La violó.
En 2005, María del Carmen se encontró con Antonio en Benejúzar (Alicante), condenado por la agresión sexual pero disfrutando esos días de un permiso penitenciario. El hombre se dirigió a la madre de la chica violada.
-Buenos días, señora. ¿Qué tal sus hijas?
María del Carmen estalló. Sufrió una “explosión mental”, según declaró su abogado, Joaquín Galant. Compró gasolina en una estación de servicio y se dirigió al bar en el que estaba el agresor. Al verlo, lo roció con el combustible y le prendió fuego con una cerilla. Antonio Cosme no sobrevivió a las heridas. Otro individuo que estaba en el local resultó herido en la pierna.
El juicio rebasó los límites de lo mediático. Asociaciones feministas, sindicatos, organizaciones sociales… respaldaron a María del Carmen, a la que bautizaron con el sobrenombre de madre coraje.
La mujer se sentó en el banquillo. La condena final fue de 9 años y medio de prisión, pero el Tribunal Supremo lo redujo a 5 años y seis meses. Ya ha pasado tres y medio entre rejas; el resto lo cumplirá en tercer grado.
“Es muy duro estar allí dentro. Es un pozo sin fondo, aunque ya voy encontrando la salida”, declaró este lunes al salir de la cárcel; el primer día que disfrutaría de este grado.
De la prisión recuerda sus reflexiones: “Es muy duro estar allí dentro. Es un pozo sin fondo, aunque ya voy encontrando la salida. Tienes muchísimo tiempo para reflexionar, para pensar por qué pasó lo que pasó, a imaginar cómo hubiera sido la vida si yo no me hubiera encontrado con ese hombre aquel día”.
En busca del indulto
El abogado de María del Carmen, Joaquín Galant, ha intentado en dos ocasiones conseguir el indulto del Gobierno sobre su defendida. En ambos casos ha recogido miles de firmas. Y en ambos casos, el resultado ha sido el mismo: denegado. Ahora lo intentará de nuevo, para que el tercer grado se convierta en una libertad definitiva.
La madre de Verónica, que ahora pasa los días con sus hijos y nietos -por las noches vuelve a dormir a la cárcel de Villena con manualidades para pasar el rato-, tiene claro el resultado de sus reflexiones: “Aquello no tenía que haber pasado de ninguna manera”.
Esta es la nueva vida de la mujer a la que llamaron madre coraje. Cuenta las horas para salir por la mañana, a primera hora, del centro penitenciario, para así disfrutar de la compañía de sus hijos y sus nietos. Y a las siete de la tarde, todos los días, vuelta a Villena.
Según recoge Las Provincias, en la conversación telefónica con María del Carmen García se escucha un pequeño diálogo entre la madre y su hija, Verónica.
-Hubiera preferido morirme yo a que la violaran a ella.
-¡Madre, no digas eso!