Agustín, el jubilado momificado en su casa 4 años mientras ofrecían negociar su hipoteca
Hacía meses que el banco no recibía el alquiler de su vivienda. Apareció muerto en su dormitorio. Los vecinos creían que había muerto en un hospital o que se lo habían llevado a una residencia. La Comunidad le ofreció mediar con los bancos por sus deudas.
24 noviembre, 2017 01:54Noticias relacionadas
Agustín Sanz Bartolomé tenía 56 años cuando murió en su propia casa y nadie se enteró. Fue hace cuatro años, en el otoño de 2013, cuando exhaló su último aliento, producto de un problema de hígado que llevaba tiempo arrastrando. Nadie acudió a su rescate. Nadie se preocupó por él. Nadie llamó a su puerta, excepto el cartero. Periódicamente, el servicio de mensajería pulsaba el timbre del tercer piso, puerta dos del número cinco de la calle Madrigal de las Altas Torres, en el madrileño distrito de San Blas. Nadie contestaba. Agustín llevaba muerto cuatro años, en la más absoluta soledad.
Agustín llevaba años divorciado. Había sido empleado de Telefónica y, antes de fallecer, se encontraba prejubilado tras una larga vida de servicio a la compañía. Tenía una hija mayor. Cuentan sus vecinos en conversación con EL ESPAÑOL que su vida era relajada, anodina y solitaria. Apenas se relacionaba con nadie.
Durante los últimos años, sus vecinos se hacían la misma pregunta: ¿dónde se ha ido Agustín? Unos pensaban que se había marchado a una residencia. Otros, que habría fallecido en algún hospital. Lo cierto es un día, no se sabe cuál, se le dejó de ver. Pero no se había ido muy lejos. Su cadáver apareció el pasado miércoles. Estaba momificado en su propia habitación.
“¿Hola, conocía a Agustín?”. “No, nunca hemos escuchado hablar de él”, responde un vecino del mismo portal a EL ESPAÑOL. Solo algunos se acuerdan, pero nunca nadie había olido la carne putrefacta. Ni habrían imaginado que estaba muerto en su habitación. Las ventanas del patio siempre estaban cerradas. También las de la parte delantera de la vivienda, la que da a la calle. Nadie llegaba preguntando por él.
Fue la Policía Nacional la que accedió a la casa este miércoles y descubrió el misterio. Agustín se había evaporado misteriosamente, sin dejar rastro. Hacían tiempo que las ventanas, desde fuera del edificio, se veían sucias, con el polvo acumulado de los años.
Iba a ser desahuciado
El edificio en el que vivía Agustín es uno de esos bloques residenciales hechos de ladrillo. Se trata de un edificio pequeño, de tan solo tres alturas. La casa de Agustín estaba arriba de todo, en el tercer piso. En el lado derecho de la puerta alguien ha colocado una carta. Se trata de un aviso de desahucio. Está dirigida a Agustín y a los otros ocupantes que pudiese tener la vivienda. “Tipo de diligencia: lanzamiento”, reza la nota. La nota dice que el día 14 de noviembre, a las tres y media de la tarde, los funcionarios acudirían a la vivienda para obligarle a marcharse. “Deben llevarse con ustedes todos sus muebles y enseres, así como los efectos personales. En caso contrario, se considerarán abandonados a todos los efectos”.
Esa nota llegó días antes del 14. Fue el Juzgado de Primerra Instancia número 100 de Madrid el que ordenó el desalojo del propietario de una vivienda por impago de la hipoteca. Le habían cortado el suministro de luz, el gas, el agua.
Ese día, el 14, una representante del Juzgado y un policía municipal acudieron a su casa. Llamaron. Como nadie respondía a las llamadas ni tampoco abría, avisaron rápidamente a un cerrajero para que pudiese forzar la cerradura. Cuando abrieron la puerta, se encontraron una casa en silencio, con todo en orden. En la habitación estaba su cadáver.
Ayuda con la deuda
Las cartas no paraban de llegar a casa de Agustín. El banco, los recibos de crédito, los avisos de impago del agua y del alquiler. Todo eso junto con la propaganda habitual de la mensajería. Entre ellas, sucesivos avisos de desahucio meses antes de que todo se descubriese.
El cartero entraba, dejaba los mensajes y se marchaba. Todos ellas han ido acumulándose en el buzón durante este tiempo. Ni ahora ni en los últimos años cuatro años hubo alguien que se preocupase por él. Ninguno de sus vecinos y tampoco su única hija.
Según ha podido saber EL ESPAÑOL, la Comunidad de Madrid, cuando el desahucio era ya prácticamente irremediable, le ofreció ayuda con su deuda. “Me pongo en contacto con usted porque en ese caso, en caso de que este piso se trate de su vivienda, quiero ofrecerle la ayuda que el ayuntamiento se está habilitando para estas situaciones”.
La deuda de Agustín había ido aumentando de forma irremediable al acumularse meses y meses sin pagar el alquiler. Así que desde los servicios autonómicos se pusieron en contacto con él para echarle una mano. “Se ha puesto una oficina de intermediación hipotecaria que le puede ayudar en alguna negociación con el banco”, detallaba esa misiva, según ha conocido EL ESPAÑOL a través de fuentes municipales. Es evidente que tampoco ellos sabían lo que pasaba de verdad.
Otros casos similares
Son pocos los vecinos que le recuerdan con claridad. Ninguno imaginaba lo que ha ocurrido. “Yo pensaba que se había marchado a vivir a otra parte”, afirma uno. “Era un hombre muy tranquilo, en las últimas veces que le vi estaba ya bastante desmejorado”, comenta otro. “Ahora que me preguntas, hace tres o cuatro años alguien dijo en el edificio como que había mosquitos en ese piso”.
El caso de Agustín recuerda a otros. No es la primera ni la segunda vez que sucede.Remite, por ejemplo, al de María Rosario, vecina gallega de Culleredo (A Coruña), que el pasado mes de julio fue hallada en similares circunstancias a las de él. El cuerpo de María del Rosario fue hallado en estado de momificación, tirado en el pasillo de su casa. En su caso había algo diferente: la inmobiliaria seguía recibiendo la cuota mensual de su vivienda, incluso después de muerta. Nadie preguntó por ella en años. Al acabarse los fondos en su cuenta del banco fue cuando se descubrió lo que le había ocurrido.
El abandono y la soledad de las personas mayores es algo tristemente recurrente en los últimos años. Hay más casos. Este de hace dos años, en Cádiz. En pleno centro de la capital de la provincia, el cuerpo de Pilar fue hallado por la Policía Nacional y los bomberos. Tenía 49 años cuando falleció en el año 2010, pero nadie advirtió el hecho. Ni familia ni amigos. Unos obreros estaban haciendo obras en un piso colindante y, al abrir las ventanas, vieron a través del piso de enfrente el cuerpo sin vida de una mujer. Era el de Pilar. Su cadáver estaba rodeado de pájaros que habían invadido el dormitorio entrando por la ventana, abierta desde hacía cinco años. Igual que en el caso de María del Rosario, nadie había denunciado su desaparición.
Los restos ahora momificados del cuerpo de Agustín se encuentran en el Instituto Anatómico Forense, cuyo informe preliminar ha determinado que el hombre llevaba fallecido desde 2013. Ahora le realizarán la autopsia completa para determinar el origen de la muerte, que todo apunta a causas naturales. Todavía no se sabe si alguien reclamará los restos para enterrarle. Los vecinos no dan crédito. Han estado conviviendo cuatro años con un cadáver sin saberlo.