Cristina (32 años) estaba paseando de vuelta a casa por el madrileño barrio de Sanchinarro cuando notó algo raro en su brazo. Se examinó rápidamente, asustada. No se lo podía creer: había recibido un balazo de un perdigón. En la calle y a plena luz del día.

Se asustó, pero esta chica -pedagoga de formación- decidió perseguir al que pensaba que era su agresor. Corrió y corrió detrás de un coche hasta que, al girar la esquina, nos escuchó cómo otros dos chicos estaban en su misma situación: “¡Nos han disparado!”. Pero se dieron cuenta de que el origen de los tiros estaba detrás de una ventana de una vivienda de la calle. Y, tras la mira del arma, un niño pistolero.

Faltaban pocos minutos para el mediodía. Los tres estuvieron de acuerdo en que lo mejor era llamar a la Policía. Así, podrían aclarar qué es lo que estaba pasando en la plaza Alcalde Moreno Torres.

El perdigón que recibió Cristina mientras caminaba por Sanchinarro. Marta Espartero

Cinco días más tarde, Cristina no puede creerse aún lo sucedido. Esta joven, que actualmente volvía de sacar a Orión, un perro Shih Tzu de un año y medio que forma parte de su cartera de clientes. Porque Cristina es educadora canina. Es su pasión y su forma de ganarse la vida.

Estaba al otro lado de la calle y aún así me traspasó el abrigo, la sudadera, la camiseta y me hizo una herida en la piel. Menos mal que fue leve. No sé qué habría pasado si me hubiera impactado en una zona más blanda como la sien o el cuello.

Mientras, el tirador misterioso continuó usando a los viandantes como diana. “Fue un buen rato, al menos un cuarto de hora más. Fiu, fiu”. Cristina imita con una media sonrisa sardónica el sonido del perdigón al salir disparado. Ahora es capaz de reírse, pese a que ellos, este trío de víctimas improvisado, se tuvieron que quedar resguardados por el temor de un nuevo ataque. “Teníamos miedo, no entendíamos a qué venía esto”, afirma ella, resignada.

Uno de sus dos compañeros de fatiga también había sido alcanzado por el pistolero, justo en la zona del ombligo. El perdigón se le quedó incrustado en el abrigo. Los perdigones tenían un grosor de entre 6,35 y 6,5 milímetros. Los dispararon con una carabina de largo alcance.

La Policía no le dio importancia

La Policía, según denuncia Cristina, no le dio importancia al suceso. “Me indigna la actitud de los dos agentes que vinieron. Tardaron muchísimo y, cuando finalmente aparecieron, nos dijeron que eso no era nada, que ellos no podían intervenir”, cuenta esta madrileña, criada en el barrio de Villaverde pero que reside en una vivienda cercana al lugar del suceso.

Estos agentes, al parecer, no dejaron constancia en el sistema, indica esta educadora canina. “Al ir a denunciar los mismos compañeros de la comisaría me dijeron que no había registro. Tampoco en el 091”. Los policías tampoco recogieron los perdigones que había en la acera como consecuencia del resto de disparos. Incluso rechazaron el que había recolectado Cristina "porque estaba manipulado".

El perdigón le atravesó el abrigo, la sudadera y una camiseta. Marta Espartero

Su atacante lleva, desde la semana pasada, sembrando el pánico en este barrio, que pertenece al distrito de Hortaleza de la capital española. Cristina no fue ni su primera ni su última víctima. “El primer caso se dio el lunes, hasta donde yo sé. El mío fue el jueves y sé que ha vuelto a disparar contra la gente el viernes incluso”, enumera esta madrileña.

Ella fue la primera en acudir a las autoridades a denunciar. Y, de todos los afectados, sólo otro vecino se ha sumado a reclamar ante la Policía. “Si no lo hicieran por miedo, podría entenderlo. Pero es que no sé por qué no denuncian”. 

El pistolero, un niño de 14 años

Lo último que esperaba Cristina es que quien le disparó fuera un adolescente de 14 años. “Pensé que era un adulto, una persona con problemas mentales”, se sincera. Pero las pesquisas de la Policía han derivado en que este chico, que vive en el bloque y es conocido por los vecinos, ha sido puesto a disposición del Grupo de Menores (Grume), dependiente de la Brigada Judicial del Cuerpo Nacional de Policía, por sendos delitos de lesiones. Los agentes requisaron el arma, la munición y las facturas de compras. Pero de su testimonio dependerá que sea detenido o no.

El edificio en el que vive el niño pistolero. E.E.

 

“Me he quedado aturdida cuando lo he sabido, la verdad. No sé qué clase de ideas, qué tendrá en la cabeza para hacer esto. Me quedo alucinada”. Cristina está indignada. No puede creer que esto quede impune, ya sea por la falta de denuncias o por la edad de su agresor. El caso va a pasar a la Fiscalía de Menores. La legislación fija la edad mínima de 14 años para ser responsable de un delito en España, aunque con unas características y penas muy distintas que las aplicadas a los mayores de edad. “No sé si será un juego, si el chaval estará frustrado y se desquitará así. No entiendo nada”.