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En lontananza y por la popa se divisa la amenaza. Son las 8.55 de la mañana y a bordo del atunero español Galerna III suena la voz de alarma: “¡Piratas!”. Están en aguas del Índico y a la tripulación, por un instante, le sobreviene el fantasma del Alakrana. Si les alcanzan estos corsarios del siglo XXI -generalmente somalíes desastrados sin ningún sentido del riesgo ni nada que perder- quién sabe qué harán con ellos. El patrón, Ager Zabala, insta a los suyos a seguir el protocolo establecido: las 30 personas que componen la dotación se lanzan al túnel de seguridad, en la bodega. No hay tiempo que perder. Los asaltantes están a tan solo milla y media, y viajan a bordo de un veloz esquife. La seguridad privada de a bordo, tres hombres cuadrados, todo músculo, sacan la artillería pesada. Apuntan y recuerdan su adiestramiento, que ralla en lo militar. “¡Fuego!”.
No se trata de un juego: cualquier reacción puede dirimir la diferencia entre vida o muerte. Por fin, amilanados por la respuesta, los piratas optan por la retirada. Afortunadamente, cuando los marinos del Galerna III vuelvan a Bermeo -de donde es el atunero-, podrán contar la experiencia y resumirla con un aspaviento: “Sólo fue un susto”.
La escena descrita -detallada en El Correo- tuvo lugar el 18 de noviembre en aguas próximas a la isla de Mahe, a 900 millas de Somalia. No es habitual que los piratas se adentren tanto en el Índico, donde faenan 24 atuneros españoles. El Galerna III procede de un armador de Bermeo, pero trabaja con una bandera extranjera, por lo que no contabiliza en este recuento. El ataque contra esta embarcación azuza los temores del pasado, cuando navegar por estas aguas implicaba un riesgo mortal.
90 ataques desde 2003
Según los datos que maneja EL ESPAÑOL, los pesqueros españoles han sufrido 90 ataques piratas desde el secuestro del Alakrana. Aquel acontecimiento, el 3 octubre de 2009, marcó un punto de inflexión. La tripulación permaneció retenida durante 47 días y el país vivió aquellas jornadas con el corazón en un puño. Finalmente, el armador pagó un rescate de 4 millones de dólares y los marinos fueron liberados.
Pero volvamos al ataque sobre el Galerna III. Desde 2013 prácticamente no se habían registrado ataques sobre barcos españoles. Con este asalto reciente se reviven los viejos fantasmas del Alakrana. Y a los atuneros cabe preguntarles, por tanto, si la piratería vuelve a representar un riesgo grave. La respuesta es prácticamente unánime: “La amenaza siempre existe y por eso siempre vamos armados hasta los dientes”.
-¿Tiene miedo de que la piratería vuelva a suponer un riesgo significativo?
-Estas noticias nos preocupan. Si no disparas, te van a abordar. Te quieren secuestrar el barco. Hacía tiempo que no pasaba esto, y ahora…
Habla José Leyenda, 46 años y natural de Baiona (Pontevedra), contramaestre del Txori Zuri desde hace 6. Lleva “toda la vida” a bordo de barcos que faenan en aguas del Pacífico y del Índico. El Txori Zuri, como el Galerna III, es un atunero de Bermeo. En la memoria de Leyenda hay guardadas escenas de riesgo y peligro, aunque con su marcado acento gallego y algo de socarronería trata de restarles importancia:
-Empecé a trabajar en atuneros poco después de lo del Alakrana [el barco fue secuestrado 3 de octubre de 2009 y su tripulación no fue liberada hasta 47 días después, previo pago de un rescate de 4 millones de dólares]. En mis primeros días sufrimos un ataque de piratas. Pusimos los motores a toda marcha y conseguimos escapar tras una persecución de dos o tres millas.
-¿En qué se piensa en esos momentos?
-El capitán y el oficial, que son quienes se quedan al mando de la embarcación, se ponen el chaleco antibalas. También salen los cuatro vigilantes de seguridad privada a repeler el ataque. Los demás nos metemos abajo [en el túnel de seguridad]. Bajas agua, por si la persecución se prolonga en el tiempo, y tabaco, para matar los nervios. Piensas en todo lo relacionado con el Alakrana y en si te puede pasar a ti… Te acuerdas de tu familia [José Leyenda tiene pareja y una hija de 14 años]. Los piratas son gente descontrolada y pueden hacer cualquier cosa.
-En ese momento encomiendan su vida a los vigilantes de seguridad privada, los encargados de repeler el ataque. ¿Cómo es el trato con ellos?
-En mis primeros años había cuatro de ellos en cada barco. Ahora que hay menos amenaza, según dice, se ha reducido a tres. Es gente que ha sido guardaespaldas, exmilitares, seguratas con licencia de armas… Generalmente son españoles o gente que ha vivido en España, aunque también hay ingleses, israelitas… Convivimos con ellos los cuatro meses en los que salimos al mar. Puede haber algún roce con ellos, pero generalmente el trato es correcto.
“Entrenamos para matar”
Hasta ahora, la seguridad privada de los atuneros españoles en el Índico correspondía, casi en exclusiva, a Segur Ibérica, empresa que en su día presidiera el exministro de Defensa Pedro Morenés. Este Ministerio es, precisamente, el encargado de supervisar el acuerdo que firman las empresas de atuneros y las firmas de seguridad. Segur Ibérica se ha llevado el gato al agua en los últimos años, pero en junio de este año entró en liquidación, dejando en el aire el futuro de sus 800 trabajadores.
Carlos [su nombre es ficticio, alega motivos de seguridad] es uno de esos empleados. Tiene formación militar y ha trabajado en varias ocasiones a bordo de atuneros españoles. Es de Madrid y tiene 49 años: “No sabemos qué ocurrirá en un futuro”. ¿Se refiere a la seguridad en aguas del Índico o a su propio destino laboral? “A las dos cosas”.
Este exmilitar narra cómo es su preparación para defender a los atuneros españoles: mientras están en tierra, exprimen su forma física; en el mar, no descuidan su puntería. “Tiramos objetos por la borda, generalmente bidones grandes, y practicamos el tiro. Es importante estar preparados por si llegan los piratas. Entrenamos para eso y, si nos atacan, claro que tiramos a matar. Nuestro deber es repeler los ataques y tenemos que hacerlo con todas las consecuencias. Hay antecedentes demasiado peligrosos como para andarse con chiquitas”.
En la opinión de Carlos, el asunto de la piratería “no debe tomarse a la ligera”, por mucho que en los últimos años no se hayan producido ataques. Justifica sus argumentos en su experiencia en el Índico y en un hecho fehaciente: el intento de abordaje sobre el Galerna III.
Sus años como miembro de seguridad privada en alta mar le hacen creer que “no existe una certeza absoluta”. La desesperación que se vive en el Estado fallido de Somalia, hoy acuciada por los todopoderosos yihadistas de Al Shabaab, empuja a los delincuentes al abismo. Si se quedan en tierra, ellos y sus familias probablemente morirán de hambre. Con demasiadas bocas que alimentar, se arrojan al océano poniendo en riesgo su propia existencia, generalmente en esquifes rápidos y ligeros, fuertemente armados. Los líderes mafiosos que los manejan asisten como impávidos espectadores a estos movimientos.
“El ataque puede venir en cualquier momento o lugar -advierte Carlos-. Por eso, lo del Galerna III ha sido una sorpresa relativa. Lo único que podemos hacer es estar todo lo preparados que podemos. Cuando pasamos cuatro meses a bordo de un atunero hacemos simulacros con cierta frecuencia, para que la tripulación sepa cómo tiene que actuar”.
¿Por qué persiste la piratería?
Piratas, atuneros y miembros de seguridad privada. En la ecuación del Índico todavía hay un elemento que desempeña un papel fundamental; la misión militar desplegada por la Unión Europea bajo el nombre de EU NAVFOR ATALANTA. España participa actualmente con el despliegue del buque de aprovisionamiento de Combate Patiño y desde allí nos atiende el capitán de fragata Ricardo Fernández López.
-¿Qué factores podrían propiciar un aumento de la piratería en aguas del Índico?
-La oportunidad de negocio sigue siendo palpable en esta región del mundo, y unida al riesgo considerado asumible por muchos clanes de estos países pueden ser causas por las cuales la piratería no se haya erradicado por completo en esta zona del Índico, o incluso que pueda tener pequeños repuntes.
Este despliegue militar -que comenzó en 2008- ha sido el culpable de que no se haya producido ningún ataque sobre barcos españoles desde 2013. “Mantener la presencia de unidades navales en la zona, tanto de la Unión Europea como de otros organismos y coaliciones internacionales, se antoja necesaria para mantener la seguridad marítima en la zona”, valora el capitán de fragata Fernández López.
E insiste: “La piratería nunca ha dejado de ser una amenaza activa, aunque sí es verdad que la reducción del número de incidentes de los últimos años puede haber dado la falsa sensación de que el problema había desaparecido”.
Galerna III: ataque puntual o el surgimiento de un nuevo repunte; esa es la duda que surge entre los atuneros españoles. Mientras tanto, no les queda otra que “armarse hasta los dientes” y ahuyentar los fantasmas del Alakrana para proseguir su trabajo en aguas del Índico.