Juan José Salas era un policía normal. Cumplidor de su deber, en 2006 era un recién llegado al turno de las noches de la cosmopolita Barcelona. Tenía 39 años. Acababa de aterrizar en la unidad procedente de la Policía Local de Molins de Rei (Barcelona), su pueblo natal, donde había desarrollado su cargo desde 1999.

Juan José sigue casado con María Rosa García. La pareja tiene cuatro hijos: Ricardo, Laura, Beatriz y Roberto. Este último tan sólo tenía seis años cuando su padre quedó tetrapléjico para siempre.

Juan José es la otra víctima de Rodrigo Lanza, el joven detenido este martes tras matar a Víctor Láinez en Zaragoza, un motero afín a Falange, por llevar unos tirantes con la bandera de España. Acabó con él en un bar, de un golpe en la cabeza con un objeto metálico. Eso pasó el viernes. Víctor estuvo en coma hasta el lunes. Le tuvieron que desconectar. No se pudo hacer nada por su vida.

Rodrigo Lanza pasó 7 años en prisión por dejar tetraplégico a un Guardia Urbana en Barcelona. EL ESPAÑOL

Rodrigo vuelve ahora a estar en la cárcel cinco años después de salir tras el caso 'Ciutat Morta'. Por ese caso el Tribunal Supermo le condenó a nueve años. Cumplió siete y salió. Aquella noche de 2006, Lanza dejó tetrapléjico al Salas. Ahora ha vuelto a actuar. EL ESPAÑOL reconstruye los hechos a través de fuentes policiales y la sentencia con la que el TS ratificó la condena a Rodrigo Lanza.

Repaso a los hechos

Eran las 3.30 de la madrugada del 4 de febrero de 2006. Rodrigo Lanza y decenas de personas habían montado una fiesta en el edificio Palau Alòs, un inmueble okupado tiempo atrás en la calle Sant Pere més Baix, en pleno barrio del Born. Muy cerca del paseo Lluis Companys.

Los agentes reciben un aviso y acuden al lugar. Entre ellos está Juan José Salas. Lleva apenas un año destinado en la unidad nocturna. Sus compañeros le llaman Johny, un apodo que conserva, según cuentan a EL ESPAÑOL fuentes policiales, desde su infancia en Australia, donde vivió varios años. Allí le pusieron ese apelativo.

Ya en la puerta, Juan José y los suyos comprueban la situación. Aquello estaba de gente a rebosar. Deciden esperar en la entrada. Desde ese momento, los que organizan la fiesta prohíben la entrada a más personas. La celebración de la fiesta continúa sin incidentes durante horas. Casi al alba, en torno a las 6.30 de la madrugada, un grupo de 20 personas se acercan a la puerta. Entre ellos está Rodrigo Lanza. Su estética era entonces similar a la de ahora: pelo rapado por los laterales, largas rastas cayendo por la espalda, camisetas de grupos de death metal, aros, pendientes y dilataciones en boca y nariz.

Él y sus colegas llegan de fiesta y se acercan a la puerta de la casa para disfrutar de los últimos coletazos de la noche. Desde dentro les niegan la entrada. Al ver fuera a los agentes, se dirigen hacia ellos increpándoles, culpándoles de que no se les permita acceder al inmueble. Los agentes les piden que se marchen de allí. Durante unos breves instantes, el grupo parece marcharse.

A los pocos minutos, el grupo de Rodrigo regresa a la puerta, esta vez en actitud hostil. Llevan palos, botellas, piedras y otros objetos similares a modo de armas caseras. Rodrigo sujeta una piedra en la mano. Comienza el ataque. Él y los suyos empiezan a lanzarl todo tipo de objetos a los agentes de la patrulla, que se ven obligados a replegarse.

Víctor Lainéz y su agresor, Rodrigo Lanza.

Pocos minutos después, Rodrigo lanza una piedra contra la patrulla. Esta impacta en la frente de Juan José. Con el golpe, el policía pierde el sentido y cae al suelo. Se desploma de espaldas, sufriendo un golpe violento en la cabeza contra el suelo. Justo en ese momento, otro de los jóvenes atacantes, Alex Cisternas, lanza a su vez otra piedra que impacta también sobre Juan José cuando está tumbado ya en la calzada.

Esa piedra no le provocó ninguna lesión. Fue la de Rodrigo Lanza la que resultó fatídica. En cuanto tocó el suelo, el brutal impacto hizo que no recuperase ya el conocimiento. Alguno de los jóvenes, entre tanto, exclamaba: “Perro, cabrón, nos lo hemos cargado”. Botellas, latas y piedras seguían cayendo sobre los agentes. Varios salieron heridos.

Despuntaba el día. A los pocos minutos, varias patrullas de refuerzo llegan al lugar para socorrer a los suyos. Rodrigo y muchos de los atacantes son detenidos. Mientras, tumbado en una calle aledaña, custodiado por varios de sus compañeros, Juan José Salas yace en el suelo, convaleciente. Nunca más volvería a andar.

Las consecuencias

Años después, los médicos no comprenden cómo Juan José sobrevivió a lo ocurrido. Tuvo suerte de contarlo,dicen. La pedrada que le lanzó Rodrigo Lanza le provocó un traumatismo craneoencefálico, agravado por el cabezazo posterior contra el suelo. Estuvo en coma durante varios meses. Cuando despertó, había perdido la movilidad de casi todo su cuerpo. También había perdido la voz.

El golpe y la caída provocaron que el agente se rompiese el cráneo por cuatro sitios diferentes. Su estado, al ser ingresado, era de mínima respuesta. Su estado, en ese momento, era equiparable a un “estado vegetativo persistente”.

Juan José sobrevivió de milagro pero le quedaron graves secuelas. Desde entonces, va en silla de ruedas y son siempre terceras personas quienes tienen que llevarle y traerle a todas partes. En aquel momento tenía 39 años.

Condecoración

“Los niños se han hecho mayores y son personas alegres y sin odio, como tú querías”. Aquel día, Rosa habló con aplomo y seguridad. Con convicción. Ante ella estaban todo tipo de autoridades: entre ellas Jorge Fernández Díaz, entonces ministro de Interior, que acompañaba a la familia en la condecoración. También el alcalde de Barcelona, Xavier Trias. Rosa no habló ni una sola vez de quienes le hicieron aquel daño terrible a su marido. Era el día de su condecoración.

Era 28 de noviembre del año 2013, siete años después del ataque. En el acto, el ministro de Interior se refiere al agente antes de otorgarle la condecoración. “Eres un ejemplo de servidor público que se ha convertido en una referencia para tus compañeros”.J uan José recibió la condecoración más importante del Cuerpo Nacional de Policía: la Cruz al Mérito Policial con Distintivo Rojo.

Aparte de en ese acto, Rosa, la mujer del agente, nunca más ha querido hablar con el fin de preservar la identidad de sus hijos.

Su agresor, Lanza, abandonó la ciudad Condal cuando dejó la cárcel, tras siete años entre rejas. Se marchó a Zaragoza. Su madre y sus hermanos se quedaron en Barcelona.

La mujer que le trajo al mundo, Mariana Huidobro, es también una conocida activista de los círculos antifascistas y okupas de la ciudad. En tierras aragonesas su hijo se echó novia, compartía piso con dos amigos, trató de seguir estudiando Historia, como en la Ciudad Condal, y asistiendo a conciertos de metal extremo. Montó una empresa de reparación de bicicletas a domicilio. Hasta ahora, se había montado su propio negocio.

Lanza está ahora entre rejas por matar a Víctor Laínez. Su otra víctima, Juan José, sigue viviendo en Barcelona. Su familia cuida de él.