Aquel día de verano Jesús Escudero, Escu para sus amigos, llevaba un enorme reloj de color blanco tocado con una enorme esfera de vidrio. Era la primera vez que estaba en Pamplona, también la primera ocasión en la que acudía a las fiestas más grandes de la ciudad. 7 de julio, San Fermín. Año 2016. Él y otros cuatro amigos llegaron a la ciudad el día 6 por la mañana para disfrutar de varias jornadas de desenfreno. No lo sabían, pero el reloj de Escudero marcaba sus últimas horas en libertad.
Esa mañana, la del día 7, todos fueron detenidos acusados de violación múltiple. Siguen en la cárcel desde entonces. Los vídeos en los que grabaron todo, según el juez que instruyó la causa, revelan hechos “de extrema gravedad”.
Debieron pasar las horas muy rápido para Escudero. Desde que está entre rejas, de los cinco es al que más afectado se le ha visto. En el juicio, apareció impecable, con un peinado perfecto, recortado por los lados, largo por arriba, la barba bien perfilada, atento, inclinado sobre la mesa. Se le ve nervioso. Ya no lleva el reloj que tan importante fue aquella noche. Estas han sido las horas trascendentales del joven peluquero desde los presuntos abusos de Pozoblanco hasta hoy.
Hora 1: la detención por el reloj
Este objeto suyo resultó crucial a la hora de detenerles. Fue minutos después de las ocho de la mañana. Justo después del encierro, en la plaza de toros de Pamplona. La víctima de la violación, después de que la dejasen tirada en el portal y le robasen el móvil, cuando empezó a recomponer la situación, comenzó a recordar detalles concretos de lo que acababa de pasar. Pasaban de las 3.30 de la madrugada. Uno de esos detalles era el reloj blanco con una enorme esfera. No sabía bien quién de ellos lo lucía en su muñeca. Pero era, sin duda, un detalle trascendental.
La víctima no se acordaba de su nombre. Escudero no se lo había dicho. Sin embargo era capaz de visualizar de ese detalle concreto junto a su apariencia física: delgado, ojos claros, perilla, no estatura baja y complexión mediana. Otro detalle importante: los tatuajes en su cuerpo. Escudero tiene labrado uno enorme en su piel, en el lado derecho del torso la huella de un lobo en la cual se puede observar los ojos encendidos del propio animal.
Este y otros detalles que la joven proporcionó a lo agentes de Pamplona pocas horas después de los hechos son importantes porque describen uno a uno de los cinco. Los detalles del atuendo de Escudero fueron, como se ve, cruciales. Los cinco sevillanos acaban detenidos.
Hora 2: la peluquería, de Sevilla a la cárcel
La vida de Jesús Escudero, tras la presunta violación en San Fermín 2016, no ha cambiado en exceso. Físicamente está igual. Antes, pasaba el tiempo trabajando en la peluquería de su tío, en el barrio sevillano de Triana. Allí pasaba el tiempo y se sacaba un dinero, en la calle Pagés del Corro, en pleno corazón del barrio, a la orilla del río.
Ahora, Escudero continúa desempeñando ese mismo trabajo que antes, solo que en la prisión de Pamplona. Allí lleva un año y medio junto a otros dos de los acusados: José Ángel Prenda y Ángel Boza.
Según ha podido saber EL ESPAÑOL, Escudero continúa ejerciendo ese mismo trabajo que en el barrio sevillano. Escudero se ha convertido en el peluquero de la cárcel. Allí pasa las horas cortando el pelo a sus dos amigos, que están siendo también juzgados por violación múltiple, y a reclusos que todavía no conoce. Ese trabajo con el que se ganaba la vida es el que ahora le sirve en prisión para matar las horas.
Hora 3: la parte trasera del coche en Pozoblanco
7.52 de la mañana, volviendo a Torrecampo por la carretera que comunica con Pozoblanco (Córdoba). Un teléfono graba durante varios minutos desde la parte delantera del coche. Es José Ángel Prenda quien hace de cámara. En el centro del plano, con gorra blanca y un collar de cuentas al cuello, aparece Jesús Escudero. A su lado, en el centro de la parte trasera del vehículo, una joven es manoseada por el peluquero. Está completamente inconsciente, como drogada.
Pasan los minutos. La joven no reacciona y Escudero continúa sobándola. El joven mira a la cámara y posa agarrando el cuerpo inerte de la joven. Saca la lengua y sonríe de forma excéntrica mientras le toca los pechos a la chica. Lo hace de forma lasciva, zafia. No es el único. A la izquierda de la muchacha, el militar de La Manada también participa en los tocamientos, como el conductor, como Prenda. Todos abusan de ella.
Minutos después, Escudero y los demás comienzan a enviar los vídeos a distintos grupos que tienen en común con sus amigos sevillanos. En el chat ‘Peligro’ hay 21 personas. Se mofan de la joven. Hacen alusiones a la droga, a la burundanga. “Otro caso Marta del Castillo niño”, llega a decir uno de ellos.
Al recobrar la consciencia, la chica se encontró en el asiento de atrás completamente desnuda. Habían pasado tan solo unos minutos de lo ocurrido. Empezó a vestirse. Escudero, quien más se había sobrepasado en los abusos, ya se había ido. También Prenda y el guardia civil. Solo quedaba en el coche el militar, quien la había besado mientras ella se encontraba totalmente ida. En ese momento, el joven le pidió que le hiciese una felación, pero ella se negó. Él respondió de forma violenta mientras ella se terminaba de colocar el vestido. Recuerda la chica que le golpeó dos veces en la cara, en el brazo y la echó del coche mientras le gritaba "puta".
La dejaron tirada en la carretera. Tiempo después, la chica aportó una fotografía de su pierna derecha con los moratones que se hizo ese día. Aportó también el vestido roto que llevaba en el momento de los hechos. Admitió que tuvo serios problemas para que su entorno concediese credibilidad a su relato, una de las razones por las que no denunció. Acabó haciéndolo. Escudero y el resto de La Manada cuenta ya las horas. El año que viene tendrán que responder por esos hechos en el coche que iba camino de Pozoblanco.
Hora 4: lo que ocurrió en el portal
“Me extrañé porque, justo cuando me acerco, escuché: ‘Yo puedo con dos y con los cinco’. Y yo le dije: ‘¿Que estás hablando de mí también?’. ‘Sí, sí’. Y yo ya le dije: ‘¿Tú también mantienes relaciones en grupo?’. Y la respuesta la verdad [es] que no me acuerdo, pero me extrañó que del tirón, nada más llegar, ya quería hacer sexo conmigo”. Eso fue, en palabras de su abogado Agustín Martínez Becerra, lo que el joven contestó al tribunal acerca del primer momento en que están dialogando él y los demás con la chica en el banco de la Plaza del Castillo de Pamplona. Escudero no fue el primero en llegar al banco. Tampoco el último.
En esa media hora en la que ocurrió todo, entre las tres y las tres y media de la madrugada, Escudero no quería, según su versión ante el tribunal, ser uno más. El tiempo y el orden para él parecían ser importantes. “Yo le dije [cuando iban camino del portal] que me gustaba que me la chuparan, y le dije: ‘Que sea yo el primero, no se lo vayas a hacer a otro antes’. Y ella dijo: ‘Sí, sí, a ti el primero’. Recuerdo lo de Alfonso con ella: le sube la camiseta, le baja los pantalones, le hace una felación. Yo me quedo con lo mío, que me dijo "fóllame" y es lo que hice. Ella gemía... se le veía que estaba disfrutando”.
El joven peluquero se tomó su tiempo. Todos salieron en tromba del portal, en apenas treinta segundos. No se despidieron de la joven. C., la víctima, quedó allí con los leggins bajados y la riñonera abierta. Le habían robado el teléfono. Él, dice, fue el último en marcharse. “Creo que fui el último en salir. Ella estaba terminándose de vestir, ella nos dijo: ‘¿Dónde vamos?’. Y en ese momento yo miré dónde estaban ellos y estaban saliendo. Entonces, me quedé ahí en medio, que no sabía si para la izquierda o para la derecha, y escuché un ‘nosotros nos vamos de fiesta, tú no sé’. Y ella como que se me quedó mirando y le dije "adiós" y me fui”.
Su versión no concuerda con la de la chica, que explicó que en ningún momento dijo nada, ni se ofreció de ese modo, que entró en shock, en pánico, y que deseó que todo aquello acabase. En los vídeos la joven no habla ni una sola vez. Mientras, el peluquero, con un sombrero rojo en la cabeza, aparece sonriendo, con la misma expresión que un mes antes, en Pozoblanco.
Meses después, ante el juez instructor, que calificó los hechos del portal como actos de “extrema gravedad”, Escudero admitió que se habían portado mal con la víctima. Negó, sin embargó, la violación. Dijo que él y sus amigos eran las víctimas de verdad. Sacó a relucir el supuesto caso de su pareja. "En mi vida he violado a nadie. Yo odio a los violadores. A mi pareja la violaron con 14 años, en dos años sale ese tío y yo le decía que le iba a matar. Fue todo consentido y nos tenéis encerrados en la cárcel".
Hora 5: su actitud en el juicio
Escudero no para de negar con la cabeza. Ha pasado ya más de una hora y media desde que la fiscal comenzó a hablar. El tiempo pasa despacio para él. Se agarra las manos, mueve la pierna de forma compulsiva, como un tic nervioso, se frota la cara enrojecida y el pelo. Apoya la cara entre las manos. Su rostro está encendido a lo largo de toda esa mañana, escuchando a todas las partes que forman la acusación, así como la montaña de evidencias que hay en su contra y en la de sus cuatro colegas, los otros ‘lobos’ de La Manada.
Niega una y otra vez con la cabeza. Al día siguiente, es el turno de su abogado. Agustín Martínez Becerra se toma todo el tiempo del mundo. Horas largas también para Escudero. Ya no lleva su reloj delator. Se muerde las uñas. Se frota los ojos.
“Mis clientes no son, sin duda, modelo de nada. Seguramente sean unos verdaderos imbéciles, sus conversaciones privadas son de unos patanes infantiloides. Pero son buenos hijos. Están muy unidos a sus familias y amigos. Su imagen ha sido destrozada. No deben de estar ni un día más en prisión, privados de su libertad”.
Son las doce de la mañana. Sala 102 del Palacio de Justicia de Navarra. Agustín Martínez Becerra remata su intervención con esas palabras. Lleva dos horas hablando. Escudero rompe a llorar. En el receso se gira hacia él y se abrazan. Luego se lo vuelven a llevar a la celda, y después, a la cárcel. A echar las horas cortando el pelo.