A unos cinco kilómetros de Andorra (Teruel) dirección Albalate del Arzobispo se esconde El Saso, la zona de referencia en la Comarca Andorra-Sierra de Arcos donde agricultores y ganaderos locales, muchos menos que los de antes, labran sus tierras y cuidan de sus animales. Uno de los fijos en el terreno era José Luis Iranzo (Andorra, 1976), que heredó la pasión por la tierra de su abuelo José, el Pastor de Andorra, el jotero aragonés más internacional que desechó un contrato millonario en América por volver a El Saso. Se alejó del lujo y del glamour que le prometían por cuidar de sus ovejas -hoy unas mil- y estar con su Pascuala, una abuela de 102 años que hoy llora sin consuelo la pérdida de su nieto.
La familia Iranzo jamás pudo imaginar que El Saso, el paraíso donde el abuelo decidió vivir voluntariamente hasta que tenía casi cien años, sería el escenario donde moriría asesinado su único nieto varón, el que cogió el relevo en el campo cuando la edad ya no permitió al jotero salir más al monte. José Luis se conocía la zona como la palma de su mano y puso en alerta a la Guardia Civil de que había oído "cosas raras" por una zona donde normalmente lo único que rompe la armonía es el silbido del cierzo, un viento fresco y seco que en vísperas de Navidad suena tan fuerte que intimida.
Iranzo se ofreció a acompañar a los dos guardias civiles, Víctor Romero (Calanda, 30 años) y Víctor Jesús Caballero (Cádiz, 38 años) hasta el lugar donde sucedían cosas extrañas. Allí, a escasos metros donde su familia echó raíces, les sorprendió el autor del tiroteo, un ex militar de Europa del Este muy violento que huía de Italia. Era el mismo individuo que diez días antes hirió a dos vecinos de Albalate con un arma corta de fuego cuando cambiaban la cerradura de la casa de campo de uno de ellos. Los tres llegaron con un hilo de vida al centro de salud de Andorra, a diez minutos en coche del lugar de los hechos, pero nada se pudo hacer por salvarles la vida.
El asesino huyó con la pick up verde que utilizaba Iranzo para trastear la zona. La pregunta que ahora obsesiona al pueblo es la misma: "¿Cómo es posible que este hombre estuviera por ahí de campo en campo diez días armado sin que nadie lo cogiera?".
El día que le cantó una jota a Kennedy
La agricultura y la ganadería fueron desde joven su mayor preocupación. Con 20 años terminó sus estudios en Zaragoza y volvió al pueblo para hacerse cargo de la finca familiar. Pronto se interesó por las organizaciones y asociaciones agrícolas y se puso al frente de la ejecutiva de Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA) y de la Cooperativa Agrícola de Andorra para defender los derechos de su sector. Con sus amigos siempre presumía de haber llegado hasta Europa. Era el año 2007.
Casado con Eva y padre de Aitor, un niño de cuatro años, José Luis Iranzo amaba tanto la naturaleza que el tiempo que no estaba en El Saso lo dedicaba a escalar y descubrir los Pirineos. También disfrutaba con sus amigos, componentes de la peña andorrana de Los Mardanos.
Su pueblo hoy amanecía sin digerir todavía la terrible noticia que repetían de forma machacona todas las televisiones y radios de España. "Era un chaval que amaba este sitio", "increíblemente bueno", "¿cómo ha podido pasar esto en un sitio tan tranquilo como este?", "ya descansa con el abuelo".
La familia Iranzo es la más famosa de Andorra y la que internacionalizó el nombre de este humilde pueblo de la provincia de Teruel. El abuelo José nació allí en 1915 y se convirtió sin quererlo en el personaje más universal de esta villa minera del Bajo Aragón. Mientras cuidaba el rebaño de ovejas de la familia, cuando todavía era un crío, se calentaba en los gélidos montes andorranos cantando jotas a pleno pulmón. Durante el servicio militar, un sargento le descubrió y le daba unas monedas a cambio de que cantara para soldados y oficiales. Fue quien le animó a que educara la voz. Él, que no sabía ni leer ni escribir, dio un puñado de clases y pronto se convirtió en un autodidacta que se subió a escenarios inimaginables.
José Iranzo hablaba de una forma tan sencilla que enamoraba. Hace doce años, él mismo describía a esta periodista de EL ESPAÑOL en su masía de El Saso su vida entera, que contaba de carrerilla, sin perderse entre fechas ni países. El detalle que más le gustaba repetir era el día que le cantó una jota en inglés a John F. Kennedy. "Yo, ¡que no sabía ni escribir en español! Me la tuvieron que deletrear tal cual sonaba en castellano para que me la aprendiera de memoria", repetía, mientras entonaba con su atronadora voz la jota que compusieron para que la disfrutara el presidente de EEUU.
Hijo adoptivo de Teruel
Su palmarés no termina ahí. El Pastor también actuó para Hassan de Marruecos y para Hussein I de Jordania. Llevó la jota a Reino Unido, Holanda, México, Cuba. De su primer viaje a la isla caribeña trajo la primera radio que se escuchó en las masías de Andorra. "La escuchamos mientras tuvo pilas. Luego la poníamos en la era y la mirábamos", recordaba cuando vivía. "Me pusieron un contrato encima de la mesa para que me quedara a cantar. Pero justo recibí una carta de mi Pascuala donde me decía que estaba embarazada. ¡Cómo me iba a quedar yo allí! Yo solo quería cantar para volver cuanto antes y comprar más ovejas".
José Iranzo renunció a un cheque en blanco por vivir en su monte, con su ganado y su familia. El mismo monte donde uno de los fugitivos más buscados de Italia encontró refugio y otro Iranzo descubriera que había algo que no cuadraba entre tanta armonía.
Andorra, Teruel y Aragón devolvieron en vida a su pastor más universal todo lo que él hizo por el pueblo. José Iranzo se convirtió en un mito. Fue un referente para la jota y se labró un nombre propio en la historia del cante aragonés. Acumuló decenas de premios y distinciones, entre ellas la Medalla de la Cultura de Aragón, la Cruz de San Jorge de la Diputación de Teruel, la Medalla al Mérito Cultural del Gobierno de Aragón, el título de Hijo Predilecto de Andorra y el de Hijo Adoptivo de Teruel. "Tengo cuatro calles: en Andorra, en Escucha, en Alcañiz y en Teruel. No me merezco tanto", decía él, que se consideraba a sí mismo un humilde pastor. El último premio lo recibió a título póstumo: la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes que le otorgó el Gobierno.
Fue precisamente José Luis, el joven asesinado este jueves, quien hizo de portavoz de la familia cuando el abuelo José murió con 101 años y fue enterrado con los honores que se utilizan para despedir a los grandes de España. "Su vida fue la jota, era pasión. Pero su alimento era la ganadería. Cuando se bajaba de un escenario o de un avión, a la hora que fuera, al día siguiente estaba con las ovejas", recordaba entonces su descendiente que hoy vuela ya tan alto como La Palomica, la jota más internacional que compuso el abuelo José en el paraíso de El Saso, convertido hoy sin quererlo en el mayor de los infiernos.