El humo ha ennegrecido las paredes del rellano. Los extintores, medio vacíos, se amontonan en una esquina. Tres días después del incendio, sigue oliendo a quemado. La Policía ha precintado la puerta del 7ºC, donde una bombona de oxígeno explotó de madrugada, mató a Teodoro y prendió en llamas casi toda la vivienda. Desde la ventana de la escalera, puede verse el cuarto de la despensa: una cesta de verdura revenida y un cubo de fregona repleto de agua.
Rondaban las once y media de la noche y la familia de Teodoro Medrano, de 85 años y con varios achaques de salud, llamó a una ambulancia. Una médico y un técnico sanitario subieron a la séptima planta del número 40 de la calle Fernando Poo, Madrid, en el distrito de Arganzuela. Por motivos que todavía investigan los cuerpos de seguridad, la botella de oxígeno que iba a sacar a Teodoro de su parada cardiorrespiratoria explotó. Fue un golpe seco. Las ventanas quedaron reventadas y el fuego empezó a comerse los muebles, las sillas, el televisor...
El techo del salón sobre el que gira la casa empezó a desprenderse hasta quedarse casi desnudo, en ladrillo. En un lado, sobrevive un mueble de madera enorme. Enfrente, el sillón, claro y de tres asientos, está cubierto por las cáscaras que soltó la pared. Algunos cuadros se cayeron. Aguanta el de un paisaje, pero el retrato que cuelga a su lado ha quedado dañado por las llamas. El blanco del teléfono y el del jarrón de porcelana casi es negro. Han pasado tres días desde la noche de este viernes, cuando explotó la bombona.
"Empecé a escuchar muchos gritos en la escalera y subí corriendo a ver qué pasaba", relata un vecino a este periódico en los mismos peldaños que sorteó la noche del viernes. Arriba se topó con Teodoro, que salía en pie del 7ºD, ayudado por varios vecinos, con una mascarilla puesta. Sería ingresado en el Hospital de Leganés, donde falleció, según informa el servicio de Urgencias de la Comunidad de Madrid, SUMMA.
"Me sorprendió mucho que hubiera muerto, quizá porque lo viera de pie. Iba en pijama, parecía ropa de hospital, aunque había mucho humo... Quizá fuera sólo un camisón, porque era muy tarde", cuenta.
La médico, atrapada
En el 7ºD, la vivienda que hace pared con la casa del incendio, un hombre de alrededor de cincuenta años explica lo sucedido: "Primero oímos el golpe, luego los gritos, salimos a la escalera y resguardamos aquí dentro a Teodoro, a su mujer, a su hijo y a la esposa de este último". ¿Y la médico y el técnico? "No los vimos, no sabemos qué pasó". Otro vecino asegura que quedaron atrapados dentro y que rogaron auxilio por la ventana. El parte data quemaduras de segundo grado en las extremidades y su ingreso en el hospital.
La madre del vecino entrevistado del 7ºD llega a casa con las bolsas de la compra. Se le quiebra la voz. "Todavía tengo la imagen grabada en la cabeza, lo siento, no puedo hablar". Esa imagen es la de Teodoro tendido en el suelo de su casa, con una parada que se agravaba por culpa del humo ocasionado por la explosión.
Teodoro, el de la azucarera
Teodoro Medrano, igual que los vecinos testigos de la tragedia, "era un hombre afable, educado, antiguo trabajador de la azucarera", que salía todos los días a pasear del brazo de sus hijos. "Creo que tenía cuatro, dos chicos y dos chicas", dice el portero. "Aquí vive gente muy mayor. Yo vengo sólo entre semana. Puede que el viernes tome café con uno de ellos y el lunes esté enterrado. Pero esto... Me ha impactado mucho, la verdad".
¿Qué pasó con la botella de oxígeno? ¿Por qué explotó el artefacto que iba a intentar salvar a Teodoro? Una enfermera consultada por este diario, que trabaja habitualmente con bombonas, resume: "Es muy raro que ocurra algo así. El médico que pone la mascarilla al paciente sólo puede abrir y cerrar la llave, además de controlar el nivel de oxígeno. Quizá estuviera en mal estado, pero son instrumentos que pasan revisiones periódicas".
El cuerpo de Bomberos de Madrid, a raíz de lo sucedido, ha colgado en redes sociales tres consejos clave para mimar la puesta en marcha de los cilindros de oxígeno medicinal: "No exponerlo a temperaturas muy altas y mantenerlo alejado de estufas, cocinas y enchufes en mal estado; nunca utilizar gas y aceite en las conexiones; y mantenerlo en posición vertical para evitar una caída".
Las pisadas y los gritos en la escalera
A medianoche, el fuego calcinaba el domicilio de Teodoro y su mujer, Rosario. Los gritos y las rápidas pisadas despertaban a varios vecinos, que huían al exterior. Cuando llegaron los bomberos, se prohibió la salida a los que todavía estaban en casa. Varios fueron atendidos por la inhalación del humo.
En el portal, un hombre de los más jóvenes del edificio, cuenta cómo corrió escaleras arriba a rescatar a los más mayores. "Los metí en mi casa, que es el bajo y pusimos toallas húmedas en el suelo, junto a la puerta. Llegué a alcanzar el séptimo, pero ya no se veía nada".
No todos se enteraron de lo sucedido. Al otro lado del rellano, frente a la puerta de Teodoro, una vecina asiática, se explica en inglés: "Yo escuché muchas pisadas, gritos, luego el humo... Pero nada más. Qué desgracia. No sabía que había muerto. Llevo aquí poco más de un mes".
Tres días después de la explosión, la imagen es más cruenta desde el exterior. La ventana del 7ºC es un agujero negro. Sin cristal, en ladrillo. "Las persianas fueron lo primero en caer".