“En política, de las dos manos prefiero utilizar la izquierda, pero a veces es inevitable usar la derecha. La firmeza es una cualidad importante. Lo sé porque he sido jueza muchos años y cuando he tenido que mandar a alguien a la cárcel, lo he hecho, mirándole a los ojos, con empatía, incluso con dulzura, pero con firmeza”. Estos días no es fácil hablar con la alcaldesa de Madrid, inmersa en un levantamiento que ha sofocado, con un puñetazo de su mano derecha y el cese fulminante de Carlos Sánchez Mato, su concejal de Economía. Pero sí, cuando me atiende en pleno cóctel navideño con su gabinete, el mismo día que el Ministerio de Hacienda retira la tutela sobre las cuentas de Madrid, tiene el tono de la jueza. Firme, claro y sin derecho a réplica. Y la verdad, le sienta bien.
Le pregunto si los más sorprendidos de la rapidez con la que ha desenfundado el mazo para zanjar la crisis están dentro de su propia casa. Una crisis que empezó el 6 de noviembre, cuando Hacienda decidió tutelar las cuentas del Ayuntamiento por su incumplimiento del plan de estabilidad. “Han sido decisiones muy difíciles aunque yo diría que lo han entendido, al menos la mayoría. Todo es muy reciente pero Carlos (Sánchez Mato) es muy buena persona y espero que vuelva a recuperarse la confianza entre nosotros. La más importante de las tareas de Gobierno es superar las dificultades sobrevenidas. Eso es gobernar. Creía que los cálculos se habían hecho correctamente pero nos encontramos con obras muy importantes paralizadas por valor de 297 millones. Había que hablar con el Ministerio de Hacienda, encontrar un camino, negociar y acabar con la medidas cautelares. Un Ayuntamiento no puede estar judicializado”.
-¿Cómo es su relación con Montoro?
-Creo que sus políticas son equivocada pero siempre he tenido una relación fluida con el ministro Montoro. Es una persona agradable.
Ahí está la mano izquierda de Manuela Carmena buscando de nuevo su sitio en el discurso. Lo que la alcaldesa llama “una vuelta a la normalidad presupuestaria” es también su victoria en una revuelta que no se ha resuelto sin bajas. El fin de la intervención del Ayuntamiento de Madrid por parte del Ministerio de Hacienda ha costado la cabeza de Sanchez Mato y la de su asesor, Eduardo Garzón. Y ha dejado algunos daños colaterales importantes: un recorte de 500 millones de euros y el levantamiento de muchos de los concejales de Ahora Madrid que consideran un gravísimo error político haber sacado adelante este Plan Presupuestario a costa de lo que consideran una rendición y gracias a los votos sólo del PP.
Carmena no se ha movido un milímetro, ni en su decisión de negociar ni en los plazos en que se ejecutaba lo negociado. Quizá esa determinación haya pillado con el pie cambiado a sus compañeros políticos pero no a quienes la conocen desde mucho antes de la época de los Reyes Magos alternativos y los ceniceros portátiles: “Los jueces sabemos dice el magistrado Jesús Fernández Entralgo, amigo de Carmena desde hace treinta años que hay momentos en los que alguien debe no quedar contento. Es nuestra obligación. Ocurre lo mismo en política. Hay que actuar, dejar pasar el tiempo con la esperanza de que las cosas se resuelvan por sí mismas no soluciona nada, lo empeora. Manuela es una persona firme y enérgica y actúa. Y quizá sorprenda su firmeza porque tiene otra cualidad que resulte más evidente: un cierto shining, un brillo, facilidad para las reacciones rápidas, supongo que es un talento”.
Rapidez que se sustancia, depende de quién opine, en espontaneidad o pura improvisación. Imaginación o boutades. Un talento, en cualquier caso que la encumbró en su candidatura y la llevó a la victoria como una versión luminosa y hogareña de Tierno Galván pero que también le ha costado momentos oscuros. Repasando sus entrevistas de los ochenta cuesta reconocer a esa mujer decidida y crítica, abogada laboralista en tiempos complicados, jueza de vigilancia penitenciaria, en la alcaldesa que un día hablaba de la receta de sus madalenas y al siguiente de la recogida masiva de colillas por escuadrones escolares. Que proponía ágoras para el diálogo ciudadano. Que se empeñaba en mostrar que los nuevos tiempos habían llegado a la alcaldía y se colocaba, o era colocada, en posiciones que partían de lo original para llegar a lo absurdo.
Una época que parte de su núcleo duro reconoce ahora como “la era de las ocurrencias” y en la que, por ejemplo, se sorprendía a los periodistas con una comida casera traída en tupper y servida en el comedor de autoridades del Ayuntamiento. Pisto de primero, filete empanado de segundo, para ilustrar la nueva austeridad presupuestaria a la que la alcaldesa contribuía, sonriente y un tanto desconcertada aportando una cajita de pastas para el postre. Carmena, o quienes la rodean, han abandonado esa pose entre pop y naif y su perfl mediático se ha profesionalizado. Desde luego, se ha pulido. Vuelve a estar más cerca de la señora ilustrada de izquierdas que leía el Elle francés en los ochenta. Porque, finalmente, en esos almuerzos, de quien hablaba con admiración era de Simone Veil, la dama del feminismo francés, superviviente de Auschwitz, defensora del aborto, política libre hasta el final, y clienta de Chanel.
La alcaldesa ha recuperado su collar de perlas, el azul marino para los actos oficiales y, en estos últimos días, el bastón de mando. Quizá también en la mano izquierda, porque hasta Eduardo Garzón, asesor cesado de Sanchez Mato ha modulado su discurso, muy beligerante al principio en Twitter y considera que es “la mejor alcaldesa que ha tenido Madrid”. ¿Debería presentarse de nuevo? ”Si lo hiciera a través de unas primarias, seguramente saldría elegida”. Quizá en esa posibilidad que de momento alimenta Pablo Iglesias es precisamente donde Carmena ha encontrado combustible para el impulso. Según su concejal cesado, aún más, es la razón última de todo. “El PP tiene miedo de que se presente a la reelección y por eso ha sometido a Manuela a un chantaje: el precio que tenía que pagar era mi cabeza. Y ella, precisamente porque quería presentarse, lo ha pagado. Pero se equivoca, nadie puede convertir en vegetariano a un tigre”.