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Cuando Stefanie envuelve un regalo, lo hace con el papel plateado del interior de una bolsa de patatas fritas. Lo hace estupendamente. Otras veces utiliza el papel de los calendarios. "Ese, u otro que tenga dibujos bonitos", explica a EL ESPAÑOL. Es periodista y tiene 36 años. No lee el periódico en papel, lo hace gracias a Internet. Si llega algún ejemplar de periódico en papel a su casa, las páginas del diario pueden acabar transformándose en envoltorios de regalo.
Stefanie llama a reciclar una “solución de urgencia”. “El reciclaje de papel, por ejemplo, no es la solución, porque para reciclarlo se necesita en el proceso material vegetal nuevo que implica el talado de más arboles”, explica Stefanie a El ESPAÑOL. Y en estas fechas tan señaladas lo hace más que nunca.
Con la Navidad llegan las reuniones familiares, las copiosas cenas y los regalos. Pero en estos días de reencuentros marcados por el espíritu festivo hay otros protagonistas menos celebrados: los desechos. La Navidad es la época del año en la que más basura se genera. Envoltorios plásticos, papeles de regalo, cajas de cartón más o menos enormes y desperdicios de comida suelen hacer rebosar estos días los contenedores de basura.
Stefanie y su familia son, a todas luces, un ejemplo a seguir si de lo que se trata es de reducir basura. En su hogar, una pequeña casa de un pueblo cercano a Rosenheim (sur germano) situado frente a los Alpes, ella, su marido y sus dos niños pequeños de cinco y siete años se han puesto la misión de no generar desechos en su vida. Viven bajo los preceptos del zero-waste o “desperdicio cero”. Para ella y los suyos, las navidades no constituyen una excepción. Al contrario, ésta es una época en la que reafirmarse en sus valores.
Stefanie y los suyos llevan tres años viviendo con el zero-waste en mente. Por eso ella domina ya incluso técnicas como el furoshiki, un arte tradicional japonés que consiste en envolverlo todo con telas. “También utilizamos telas en desuso, antiguos pañuelos y toallas; las lavamos y las utilizamos con furoshiki para envolver regalos”, cuenta Stefanie. En su casa son reacios a los empaquetados que se ofrecen en las tiendas de regalo y a los materiales que se suelen ofrecer para estas tareas tan recurrentes por estas fechas. “Cuando regalamos cosas, no empaquetamos en los típicos envoltorios de regalo, porque, para empezar, éstos ya vienen empaquetados, en plástico, en cartón, en lo que sea”, expone Stefanie.
Nada puede ir a la basura
En su casa no entran, por cuestión de principios, muchos de los bienes empaquetados que ofrece la sociedad de consumo. Recurren a los que se pueden comprar sin ir envueltos. Esto se ve nada más entrar en su cuarto de baño. A simple vista, no hay nada allí que pueda ir a la basura. Hay papel higiénico, sí, pero parece que no es para ellos. “Los invitados tienen papel higiénico”, aunque “hay otros modos para limpiarse”, dice Stefanie, mencionando, por ejemplo, el uso del bidé.
Dentro de su casa llaman la atención algunos detalles cotidianos. En su cuarto de baño no hay ni un sólo envase: ni de jabón, ni de champú, ni de pasta de dientes. En esta casa se cepillan la dentadura con unas pastillas que conservan en un bote de cristal. Al masticarse un poco, se van deshaciendo, de forma que generan una solución similar a la pasta de dientes. La frotan contra sus dientes. Los niños utilizan cepillos de bambú biodegradables. Los padres utilizan cepillos eléctricos. La parte superior de éstos, en último término, sí que irá a la basura. Es de lo poco que se desperdicia en esta casa.
Regalar menos cosas y ofrecer más tiempo
Aunque en Navidad habrá regalos para todos, el modus vivendi de Stefanie y los suyos permite imaginar que no habrá excesos. Ella habla de seguir “otras técnicas” para vivir la Navidad con el zero-waste en mente. A saber: “Regalar menos y ofrecer más tiempo en lugar de cosas, es decir, tiempo haciendo cosas juntos, yendo a un concierto, a una representación teatral, a un cursillo de escalada, lo que sea, pero el regalo no tiene por qué ser una cosa”, asegura Stefanie, antes de reconocer que sus hijos sí acabarán recibiendo algún juguete “de LEGO o algo así”.
“Regalamos cosas, pero relativamente poco, además uno no tiene por qué comprarlo todo nuevo. Los juguetes también se pueden comprar de segunda mano, el mercado de segunda mano está lleno de cosas y es mucho más barato”, precisa.
Cada europeo genera 31 kilos de basura al año en envoltorios de plástico. El español genera un poco más: según los datos recientes del Instituto Económico Alemán de Colonia, genera 31,8 kilos anuales. Esta cantidad está estrechamente relacionada con los regalos y celebraciones de Nochebuena, Navidad, Nochevieja o el día de los Reyes Magos. Entretanto, los alemanes ocupan el cuestionable puesto de líderes de producción de desechos procedentes de envoltorios plásticos. Producen 37 kilos de este tipo de basura al año. De ahí que el Gobierno alemán planteara un reciente artículo en su web cuyo título era toda una declaración de intenciones: “Menos basura en Navidad”.
“En zero-waste, el 'cero' es un objetivo que uno tiene que tener en mente y tratar en lo posible de acercarse. No está mal no llegar a cero. Al final, lo importante es empezar”, subraya Stefanie, que mantiene activo un blog sobre el “proyecto” de su familia, 'Zero-Waste Familie', o “Familia zero-waste”. Su página se ha convertido uno de los referentes en Alemania para aquellos que quieran informarse sobre cómo dejar de producir basura.
A la hora de decorar su casa por fuera en navidades, el hogar de Stefanie tampoco es como el resto. “Este año hemos comprado únicamente una estrella con varios LED, pero tenemos poca iluminación navideña en casa”, afirma. Su actitud minimalista no es la más habitual en la Baviera, uno de los Länder más ricos del país. “Aquí tenemos esa especie de competición que consiste en ver quién tiene la casa más iluminada durante más tiempo. Hay quien la tiene iluminada hasta por la mañana”, lamenta. “Nosotros ponemos la iluminación dos o tres horas por la noche y ya está. No hay que exagerar”, añade.
En el interior de la casa también hay motivos navideños, pero no al uso. Muchos de ellos los han hecho Stefanie y su marido junto a sus hijos. “Hemos hecho muchas cosas con las manos para decorar la casa. A los niños les gusta mucho, y todo esto que hacemos se queda en casa y después lo reutilizamos”, afirma Stefanie.
El “sinsentido” de tirar comida en Navidad
En su cocina ya está casi todo preparado para los festines de Nochebuena, Navidad y del 26 de diciembre, que también es jornada festiva en Alemania. A diferencia de lo que pueda ocurrir en otros hogares, “la comida no es un problema para nosotros”, dice Stefanie. Lo dice a sabiendas de que en su país se tiran a la basura 313 kilos de alimentos por segundo, según datos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés). Se estima que en España, durante las navidades, se tira entre un 25% y un 33% de la comida que se compra. En casa de Stefanie eso no ocurre.
“Lo de estos días es un sinsentido”, lamenta la periodista defensora del zero-waste al hablar de comida. “Nosotros comemos durante las fiestas lo que más nos gusta, nuestros platos favoritos, pero claro, en Nochebuena nos juntamos 15 personas, y en Navidad 22, y cada uno trae a la cita algo de su casa”, dice. “Y si sobra no se tira, todo el mundo trae algo en un tapperware o en un recipiente de modo que lo pueda conservar y no tirar”, abunda.
Cuando Stefanie abre uno de los armarios de su cocina, no hay paquetes de cartón con pasta, ni bolsas con arroz o garbanzos. La pasta y las legumbres están conservadas en frascos, muy abundantes en esta casa bávara. Los hay tanto en los armarios de la cocina como en el frigorífico. Casi todos esos frascos llevan etiquetas caseras, indicando lo que contienen.
“Vivir según el zero-waste tiene también un aspecto de educación, incluida la educación gastronómica”, plantea Stefanie. Ella y su marido cocinan ahora más que hace tres años, antes de adoptar la vida sin basura que llevan. “Hemos aprendido a cocinar bien. Reutilizamos mejor los restos ahora y, de hecho, de los restos hacemos nuevos platos. El otro día hicimos verduras a la plancha, sobró una ración para una persona y al día siguiente la utilizamos como relleno para unas enchiladas”, dice satisfecha.
Frutas y verduras de temporada, pero las naranjas de España
Stefanie y los suyos comen casi todo el año salsa de tomate casera que elaboran durante el verano. Esa es la única temporada de tomates cerca de los Alpes. Entonces preparan grandes cantidades para conservar en frascos. Nunca compran botes, cartones o tetrabriks, ni de salsa de tomate ni de cualquier otra cosa. “Comemos mucho de lo que da la región”, precisa Stefanie.
Su consumo de verduras y frutas también está condicionado por las temporadas. “Sólo entre febrero y abril hay en casa cítricos de la región. Las naranjas las tomamos de España, no de África, para así consumir de la región [europea, ndlr.]”. Cuando hacen de comer en su casa, Stefanie o su marido apartan sistemáticamente las pieles para llevarlas al compostador, que está instalado en el jardín. “En temporada de espárragos, que solemos comer blancos y hervidos después de pelarlos, las pieles las apartamos porque se puede hacer sopa con ellas”, apunta Stefanie. Junto a la pizza – que Stefanie y los suyos nunca comen congelada porque va envuelta en cartones y plástico – los espárragos blancos hervidos constituyen otro de los platos favoritos de los alemanes.
“A veces hago sirope de sauco, por ejemplo. Yo nunca bebo alcohol y una o dos veces al año tomo un refresco de cola. Mi marido de vez en cuando se toma una cerveza, de esas con tapón reutilizable”, abunda. Todas esas botellas de plásticos y vidrio terminan siendo recicladas gracias al sistema impuesto en Alemania. Éste permite obtener algunos céntimos por cada recipiente. Para recuperar ese dinero hay que hacer un desplazamiento hasta el supermercado más próximo.
Para los plásticos o papeles, en el pueblo de Stefanie no hay contenedores. Otras ciudades, como Berlín, sí cuentan con contenedores para todo tipo de basuras. Los hay para el vidrio blanco, el de color marrón, el de color verde, para el papel, para el plástico, para la basura orgánica que se puede convertir en compost y para el resto de desechos que no se corresponde con las categorías anteriores.
Inspirada por la sacerdotisa de la vida sin basura
“Vivimos en un pueblo donde hay que ir a un centro de reciclaje, un lugar donde se tratan las basuras, y eso es muy incómodo”, dice Stefanie. “No siempre está abierto, o está abierto cuando uno está en el trabajo, al mediodía, por ejemplo. Cuando yo iba con mis hijos, siendo los dos muy pequeños, era muy incómodo tirar esas basuras para reciclar teniendo que estar pendiente de los dos niños”, añade. Este tipo de situaciones llevaron a que en su casa se acabara adoptando el zero-waste en 2014.
Concebido hace unos años por una francesa afincada en la costa este de Estados Unidos, Bea Johnson, este movimiento es el que anima a hacer todo lo posible por no generar basura. Un libro superventas sobre el zero-waste de Johnson, a quien el diario estadounidense The New York Times ha llamado la “sacerdotisa de la vida sin basura”, inspiró a Stefanie. A la alemana le costó creer, eso si, que acabaría viviendo sin generar basura. Era escéptica por el entorno rural en el que vive.
Sin embargo, “de un tiempo a esta parte, ha habido cambios, ahora en toda gran ciudad alemana hay una tienda donde se venden productos sin empaquetar”, apunta Stefanie. Ella compra ahora en Rosenheim, donde no hace mucho abrió un local de venta a granel. Tan crucial como que haya un lugar donde adquirir los productos sin envoltorio o con un envoltorio mínimo es tener en mente las cinco “erres” de las que habla Johnson. A saber, “refuse, reduce, reuse, recycle” y “rot”, o lo que es lo mismo, “rechazar, reducir, reutilizar, reciclar” y “pudrir”. Este último proceso tiene lugar en el compostador.
“El zero-waste es una utopia en nuestra sociedad de hoy, ¿Lo será para siempre?”, se pregunta Stefanie. En cualquier caso, ella y los suyos están muy lejos de producir los algo más de 450 kilos de basura que genera el alemán medio al año, según los datos oficiales. Aunque le gustaría ver a su alrededor a más gente implicada en la reducción de basuras, lo cierto es que hábitos como los de Stefanie y su familia se están normalizando.
“Ahora el zero-waste es una tendencia en Alemania, pero cuando empezamos en 2014 la gente nos decía '¿qué hacéis?' ó '¡qué raro!, ¿no?”, recuerda Stefanie. Su familia, señalada como una “curiosidad local” en su pueblo, va a vivir estos días sus cuartas navidades sin basura.