La confesión de Rosario Rodríguez Fraga, la esposa de ‘El Chicle’, lo desencadenó todo el sábado por la noche. A partir de ahí, los acontecimientos comenzaron a precipitarse. Los agentes fueron de nuevo a interrogar al sospechoso después de que la mujer dejase de encubrirle.
José Enrique Abuín había tenido tiempo de sobra para preparar una versión atendiendo a la numerosa información que los medios de comunicación han ido publicando desde la desaparición de Diana Quer. Había podido pensar una salida si, como así sucedió, su entorno familiar le dejaba solo en su coartada de que ese 22 de agosto había estado con ellos. En esa coartada participaron inicialmente su mujer y otros familiares.
Por ello también fue detenida el viernes la esposa del asesino confeso de Diana Quer. No obstante, este sábado la mujer quedó en libertad después de cambiar su versión, reconoció ante los agentes que ya no tenía tan claro lo que pasó ese día. Sin coartada, acorralado tras dos días de arresto y ante las preguntas de los investigadores, El Chicle se vino abajo y volvió a cambiar su versión. Dio una que encaja más en las sospechas policiales.
Este sábado por la tarde, en las dependencias de la Guardia Civil y asistido por un abogado, relató que introdujo por la fuerza a Diana Quer en su vehículo, pero que la joven se resistía. Al no colaborar decidió maniatarla, pero la chica seguía sin "colaborar" así que optó por estrangularla hasta matarla. También detalló a los investigadores el lugar en el que había hecho desaparecer su cadáver, una nave industrial en Asados (Rianxo). Aún así, Abuín Gey negó en todo momento haberla violado, un extremo que ahora tratará de acreditar la Guardia Civil.
La violación de la hermana de Rosario
Mucho se sabe ya de Abuín Gey, El Chicle. Socio del club de Remo de Rianxo. Aficionado al running y socio del club de atletismo +9 Moraña. Un padre marinero. La madre, en una fábrica de conservas de las muchas que hay en la zona. Casado desde hace 15 años. Una hija de ocho. Una vida en apariencia normal. Sin embargo, el hombre ocultaba bajo esa apariencia una cara b, la del marisqueo furtivo, la de la droga, y cosas peores. Algunos de sus antecedentes resultan de extrema gravedad. El peor de todos, la violación a su cuñada.
Su mujer se llama Rosario Rodríguez Fraga y pertenece a una conocida familia de Catoira, una localidad encajada al fondo de la Ría de Arousa, al borde de la desembocadura del río Ulla. Allí siguen viviendo los Rodríguez Sobrino. Son cuatro hermanos en su casa, tres chicas y un chico.
Catoira es una villa de tradición marinera. La familia de Rosario también. Algunas de sus hermanas trabajan en empresas conserveras de la zona, igual que ella. Rosario llegó a estar en nómina de una firma local de congelados en la que también trabajaba El Chicle.
De lo más extraño de todo el caso es lo que sucede con la hija de ambos. La niña, que tan solo tiene 8 años, hace ya un buen tiempo que no vive con ellos, sino que se queda en casa de los padres de Rosario. En esa casa de Catoira.
En este caso, cobra también especial relevancia la historia de la hermana gemela de la mujer de El Chicle. Su aspecto es casi idéntico al de Rosario. Lo que a ella le ocurrió hace ya varios años es el más oscuro de todos los antecedentes de El Chicle. Enrique Abuín Gey trató de violarla.
La hermana de su mujer denunció lo ocurrido, explicando lo que hizo aquel hombre fornido, rubio y de dentadura prominente. Contó cómo la penetró en contra de su voluntad. Le denunció en el año 2005 acusándole de violación. El asesino confeso de Diana Quer la llevó a un descampado y allí abusó de ella. Sin embargo, la presión de la familia, que nunca la creyó, llevó a la joven a retirar la denuncia. Chicle quedó libre de toda culpa, judicialmente hablando. Ahora las miradas de todos en la familia de ella se dirigen a ese suceso del pasado.
La mañana en el almacén
Ni la gélida y lluviosa mañana logra calmar los ánimos de los vecinos de la parroquia de Asados (Rianxo). Los acontecimientos se suceden con rapidez y las noticias corren rápidas de casa en casa. Pronto decenas de vecinos rodean el lugar de los hechos.
-¡Mamá, despierta, despierta, que han encontrado el cuerpo de Diana Quer!
-¿Y luego? ¿En serio?
-Que sí, que sí, que te lo digo en serio. ¿A qué no sabes dónde está?
-No. ¿Dónde está?
-Joder, pues está aquí al lado, en el almacén. Lo encontraron ahí detrás de casa.
La conversación se produce entre una de las vecinas del pueblo y su hijo a eso de las ocho de la mañana, cuando el último día del año todavía no ha despuntado. La mujer tiene su casa a escasos metros del almacén que primero fue fábrica de gaseosas y que luego se convirtió en el edificio central del almacén de muebles Maite Rial, una conocida empresa de la zona que echó el cierre hace cinco años.
Esa misma vecina, varias horas después, golpea la ventanilla del coche en el que José Enrique Abuín Gey abandona el lugar acompañado de la Guardia Civil. Se marcha escoltado y esposado tras cinco horas en el sótano de la nave, mientras los agentes extraían del interior de un pozo el cuerpo de Diana Quer. “¡Hijo de puta, hijo de puta!”, le grita. “Si eso lo hace mi hijo a una chavala, yo no espero a que lo encierren: lo mato yo mismo”.
Visto con perspectiva, sin duda fue la confesión de la mujer de El Chicle lo que desencadenó los hechos que tuvieron lugar las doce horas siguientes: la confesión, el viaje en coche al almacén, el hallazgo del cuerpo, las cinco horas para extraerlo, el asumir la autoría del crimen, los gritos de los vecinos, el fin de 500 días de desesperación y angustia.
Las ventanas de la fábrica lucían ahora desvencijadas y rotas. Años atrás sirvió como almacén de alijos de droga y tabaco, quizás al servicio de Os Fanchos, el pequeño clan familiar de El Chicle que controlaba la droga en la zona a pequeña escala. Enrique Abuín conocía también el lugar por otros motivos. Se encuentra muy cerca de la casa de sus padres, a escasos 200 metros. Creció por estas calles a medio asfaltar, vendiendo navajas y almejas ya de pequeño por las casas. Sabía perfectamente que muy poca gente podía descubrir ese pozo. Los agentes nunca entraron allí, nunca revisaron esta zona. Hasta ahora que el autor del crimen ha abandonado su anonimato.
A José Enrique Abuín le recuerdan por esas descargas de cocaína en las que participó, pero sobre todo le recuerdan por haberles delatado a todos los de su familia. Incluido a su tío, Rafael Rivas, el jefe del clan de Os Fanchos. “Por eso pasó menos tiempo en la cárcel que el resto de la familia. Él solo echó cinco o seis meses”.
Quien habla a EL ESPAÑOL es uno de los jueces de paz del concello de Rianxo, un viejo conocido de los vecinos de la zona que prefiere mantenerse en el anonimato pero que conoce bien a El Chicle, ya asesino confeso de Diana Quer. “Mi hija fue con él al colegio cuando era pequeño. A ver, él no es que tuviera un problema. No era subnormal ni nada de eso. Es que no le daba para más. Era un animal, un poco idiota. En la escuela le pegaba todo el mundo: los chicos y las chicas. Él siempre se ponía muy chulito y así fue toda la vida. Un chulo y un hombre que se metía en cosas que no estaban bien”.
Una de esas “cosas que no estaban bien” era el marisqueo furtivo. En las casas de la parroquia de Asados, El Chicle entraba como Pedro por su casa. Llevaba siempre consigo lo que ese día había logrado rapiñar en bajadas furtivas al fango de la ría. Cogía almejas, berberechos navajas y otros mariscos sabrosos de la región y los iba vendiendo por las casas del pueblo de sus padres, donde él nació. “Yo siempre le compré y ya te digo: a mi el rapaz no me dio nunca problema ninguno. Muy correcto muy bien. Pero alguien que hace esto es un asesino, un cabrón”, detalla una de las vecinas de la parroquia.
El triángulo del radio de acción
Diana Quer desapareció en la noche del 22 de agosto cuando los vecinos de A Pobra do Caramiñal se entregaban a la celebración de sus fiestas patronales. La joven de Boiro cuyo nombre se desconoce logró escapar de las garras de El Chicle el pasado lunes 25 de diciembre casi 500 días después de la desaparición de la joven madrileña de 18 años. Abuín tenía su casa en Rianxo, a pocos kilómetros del puente de Taragoña, donde apareció el teléfono móvil de la chica desaparecida meses después del crimen. Se trata de un delimitado triángulo de acción en el que el asesino confeso actuaba.
Todo acabó muy cerca de la casa en la que Enrique Abuín Gey nació hace 41 años. Mientras a su padre le atendían los servicios sanitarios locales debido a un ataque de ansiedad, El Chicle desvelaba el lugar exacto en el que había arrojado el cuerpo de Diana Quer.
Siempre con el mismo modus operandi. Siempre con el Alfa Romeo gris de su mujer, siempre tratando de meter a la joven a la fuerza en el vehículo, siempre en cuestión de segundos. Hasta que le cazaron.