Lara Siscar madruga. Luego estira el día. Mujer al borde de la noticia. De ella, con la última década en el retrovisor, se puede decir aquello de “la que siempre estuvo allí”. Aunque tiene horario, esta presentadora de TVE se aparece como un cuadro más en la habitación de quien la sintoniza. Detrás de este rostro de la última hora, del folio y los bolígrafos que escriben telediarios, se esconde un infierno de siete años. El acoso miserable de alguien que se sumerge anónimo en el pozo de las redes sociales para intentar arruinarle la vida.
Siete años, más de 2.500 días, alrededor de 60.000 horas. Muchos mensajes, amenazas a su madre, a su padre, a su pareja… A velocidad de metralla, para robarle el sosiego. Coloca las fotos de sus seres queridos en Twitter, también de los menores, y los intimida gastando un frecuente “hijos de puta”. En 2014, tras dos años de calvario, Siscar puso una denuncia. Un detenido dijo haberse sumado al estratega del acoso, que no llegó a ser identificado. Este viernes, cuatro años después, ha tenido que presentar otra denuncia. El agresor ha suplantado su identidad y trata de arruinar el estreno de su nuevo programa, Asuntos públicos, que se emitirá a partir de este lunes a las 12h en el canal 24horas.
Se muere la semana y esta mañana es la última antes del primer directo. Lara no ha podido ir al trabajo. Han sido varias horas en la Unidad de Delitos Telemáticos. A la vuelta, antes de comer, se ha reunido con sus colegas, con su editor… La última estrategia de su acosador ha sido definirse en Twitter como Lara Siscar e inventar conversaciones en las que la presentadora pone a parir sus compañeros. Después las remite a las caras más insignes de la cadena.
Lara habla en singular. Lo llama “mi acosador”. Aunque puedan colaborar terceros, como quedó probado con la detención, sabe que hay alguien que capitanea los ataques: “Ojalá se me pusiese delante. Después de tanto tiempo… Temo no saber jamás quién es”.
-¿Por qué cree que ahora ataca con más virulencia?
-Sabe que estreno programa, intuye que puede haber más ilusión en mi vida y pretende destrozarme. Es tan insistente… Cada día hago acopio de fuerzas para que no lo consiga. Es un trabajo de resistencia. Amenaza con estrenar, también el 8 de enero, una nueva temporada de insulto y acoso. Ahora, lo practica de manera mucho más cruel, más compleja.
El acosador incluso ha creado una cuenta falsa del nuevo programa de Lara, Asuntos públicos. Ha acompañado este movimiento con el desvelo de una conversación privada que, por supuesto, nunca tuvo lugar. En ella, la presentadora fustiga a sus compañeros de trabajo.
El papel que juega Twitter
Twitter, como empresa, es uno de los actores colaterales de este dramatis personae. Como es lógico, Lara puso en su conocimiento el acoso sufrido en busca del borrado de las cuentas agresoras y de su identificación ante la Policía.
-¿Cuál fue la respuesta?
-Cierran las cuentas, pero eso no sirve. Abren otras nuevas a un ritmo mayor de las clausuras que yo puedo lograr. La única solución es localizar al acosador y eso sólo es posible con la información técnica que está detrás de cada perfil.
-¿Y qué ocurre con esos datos?
-Cuando se ponen en contacto conmigo, se muestran muy colaboradores, pero no facilitan esos datos. Se rigen según sus propias normas de seguridad. No es que los pida yo, ¡en 2014 había un requerimiento judicial! Pero nada, imagínate ahora…
Lara Siscar habla de acoso con los papeles en la mano, “porque así lo dijo un juez”. Su crítica, razonada, no pasa por exigir a Twitter que revele datos a diestro y siniestro, pero sí en estos casos: “La gente tiene derecho al seudónimo, vale, pero si se comete un delito, la identificación debería ser inmediata, y no lo es”.
Lara hilvana este relato con voz firme, con perspectiva, como si fuera una noticia que tuviera que poner sobre la mesa de plató, pero de vez en cuando se hace el silencio, el suspiro que delata el acoso en carne viva.
El origen
-¿Recuerda las primeras veces?
-Denuncié en 2014, pero el acoso empezó, como mínimo, dos años antes. Cuando me abrí una cuenta en las redes sociales, no sabía que aquello se iba a convertir en el pozo negro que es ahora. Me mostraba muy natural, interactuaba, respondía con normalidad… De repente, un perfil en concreto comenzó a exigirme más atención. Si no se la daba, se molestaba, me acusaba de considerarme mejor que él, se enfadaba si no respondía a sus piropos. Luego viró a la negatividad, al odio, a la violencia verbal.
-¿Esa primera cuenta agresora ya era anónima?
-Sí, sí. Esa y todas las que han venido han sido siempre anónimas.
Esa violencia verbal de la que habla esta periodista se tradujo en una foto de su padre, con nombre y apellido, al que se acusaba de pederastia; una imagen de su madre, también identificada, a la que se insultaba de la manera más burda; el “viejo, miserable, hijo de puta” dirigido a su pareja…
Lara tendió a “relativizar”. Consciente de los entresijos de las violaciones, las agresiones sexuales y otros tipos de acoso por su profesión de periodista, restó importancia a lo que se le venía encima. Un día, una inspectora de Policía le dijo: “No tienes por qué aguantar esto”. Entonces, 2014, denunció.
“Relativizaba, sí, pero te afecta, te va minando, claro. Estoy muy agradecida a la Policía. Se dejaron la piel, fueron ocho meses de investigación”. Sólo se resolvió “más o menos”. Más menos que más. El detenido explicó que la acosaban mediante conversaciones cruzadas, pero que él no era el impulsor de esa estrategia de tortura.
"Sabíamos que volvería"
-¿A partir de ahí el acoso remitió?
-Sólo durante tres o cuatro meses. Sí que hubo silencio. Luego volvió con cuentagotas. En el juicio, aquel detenido dijo que pensaba que a mí no me afectaba tanto. En el fondo, tanto yo como la Policía sabíamos que volvería porque hubo perfiles que quedaron sin identificar.
En esta conversación a la hora de comer, con su nuevo programa a punto, Lara se dice consciente de que muchos compañeros de profesión sufren casos similares. En otro momento, sin ánimo de comparar su infierno con el de otro, resume: “Son ya siete años...”.
"¿Por qué a mí?"
Brota una pregunta inevitable: “¿Por qué a mí?”. “Sí, pasé una temporada de mucha psicosis, pensando si había hecho algo, si era alguien que tenía cerca. He aprendido a relativizar”. Y con esas fuerzas para resistir al insulto y a las amenazas familiares se plantó en 2018. “Para mi sorpresa, acaba de inventarse una nueva forma de tortura”.
Se refiere a la invención de conversaciones para desestabilizarla en su lugar de trabajo. “Aparecíamos mi compañero Xabier Fortes y yo despotricando de otros y criticando los contenidos de la cadena. Si uno se fija, se ve que, por la manera de expresarse, no somos nosotros. Pero si no, parece real”.
Lara Siscar concluye: “Sólo hay una solución, encontrarlo”. Para eso ha vuelto a poner una denuncia.