Todos los focos están puestos sobre un monarca que ya apunta a emérito. Es el 6 de enero de 2014, día de la Pascua militar, y Juan Carlos I arrastra los últimos escándalos monárquicos. Primero, su caída en Botswana y el surgimiento de un nombre que sacudía los cimientos de la Zarzuela: el de la princesa serenísima Corinna zu Sayn-Wittgenstein. También el estallido del caso Nóos, con su yerno, Iñaki Urdangarin, y su propia hija, la infanta Cristina, como protagonistas. Sus movimientos, además, revelan la torpeza propia del posoperatorio de su cadena izquierda, recientemente intervenida. Toda la cúpula castrense y los altos estamentos políticos se reúnen en torno a Juan Carlos, quien debe pronunciar su tradicional discurso del 6 de enero, este sábado hace cuatro años. Con voz temblorosa, el monarca se aproxima al micrófono y arranca su alocución:
“En esta celebración deseo recordar de forma solemne y afectuosa a miles de hombres y mujeres que sirven ejemplar y eficazmente a España y a los españoles dentro y fuera de nuestras fronteras...”.
Se respira una cierta calma tensa en la sala. Más aún cada vez que Juan Carlos I tropieza en sus palabras. “Había poca luz en el atril y el rey no leía bien”, justifica la Casa Real en los corrillos.
Lo cierto es que a sus 76 años recién cumplidos (nació el 5 de enero de 1938), el monarca afrontaba su última Pascua militar. Aquel fue el día, apuntan algunos de sus allegados, en el que se le cayó definitivamente la Corona; el día en el que, tras 38 años de reinado, certificó una abdicación en favor de Felipe VI, que quedaría consumada el 19 de junio de ese 2014.
Aquella Pascua militar, en definitiva, fue decisiva.
Crisis reputacional de la Corona
Pongámonos en situación. El Palacio Real es el escenario en el que se desencadenan los hechos. Allí se agolpan las más altas autoridades militares y políticas. Desde el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy -rodeado de sus ministros y flanqueado del titular de Defensa, Pedro Morenés-, hasta el jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), almirante Fernando García Sánchez, y otros altos cargos de las Fuerzas Armadas; compañeros castrenses, en definitiva, de Juan Carlos I. También revolotea un enjambre de periodistas. Es 6 de enero, festivo, pero las dependencias bullen en fiera actividad.
¿Cómo se encontrará Juan Carlos I? ¿Qué referencias hará en su discurso? Hay más incógnitas que certezas y todas se centran en el monarca. Esta es la jornada en la que retomará su agenda real desde que se le colocase una prótesis en su cadera izquierda el pasado 21 de noviembre de 2013. El doctor Miguel Cabanela, artífice de aquel milagro médico, había señalado que Juan Carlos no podría caminar con normalidad hasta la primavera de 2014. Pero la cabeza visible de la Corona no quiere esperar tanto. Y la Pascua militar es el día elegido para reaparecer ante los medios, ante el Gobierno, ante la cúpula militar y sus súbditos.
Son las 12.30 cuando Juan Carlos I hace su aparición en la Plaza de la Armería del Palacio Real. Se sostiene sobre dos muletas. El monarca sostiene su fragilidad en una imagen de aparente unidad familiar, imprescindible -de cara al público- tras los golpes personales en los que ha tropezado la Corona en los últimos meses: su accidente en una cacería en Botswana en la madrugada del 13 de abril de 2012 y el consecuente descubrimiento de su relación con Corinna.
El CNI, con el general Félix Sanz Roldán a la cabeza, trata de lidiar con el escándalo. Hay quienes apuntan que se le ofreció una salida a la princesa alemana de origen danés para que se aleje de Juan Carlos I. Esa es otra historia, pero imprescindible para comprender la intención del rey de ofrecer esa imagen de unidad familiar. Junto a sus dos muletas, se sostiene en su mujer, la reina doña Sofía, y en los Príncipes de Asturias, Felipe y Letizia.
En la estampa, por supuesto, no aparece su hija, la infanta Cristina, como tampoco su yerno, Iñaki Urdangarin. Ambos están salpicados por el caso Nóos, un escándalo de corrupción sin precedentes por implicar a miembros de la Casa Real. Son fechas en las que se van conociendo los pormenores de aquella corruptela, en los que el pueblo -un 3,68 de valoración según las encuestas del CIS- va perdiendo la confianza en la Monarquía.
El tropiezo
Con esa mochila a cuestas y su andar quebrado, Juan Carlos I afronta una jornada decisiva. Él, como máximo responsable de las Fuerzas Armadas, es el alma mater de la Pascua militar. Quizá para aplacar los rumores de una inminente abdicación -que a la postre terminarían siendo ciertos-, al monarca ni se le ocurre no aparecer en esta celebración. Para la ocasión ha elegido el uniforme del Ejército de Tierra. Su hijo, el príncipe Felipe, lleva el del Ejército del Aire. Están flanqueados por la Reina Sofía y la princesa Letizia. Los cuatro comparten la seriedad con la que visten su rostro.
En la Plaza de la Armería del Palacio Real, bajo un sol que lucha por calentar la gélida mañana, se respira un ambiente de solemnidad. El acto se inaugura con la interpretación del himno nacional. Juan Carlos aparta una de las muletas para hacer el saludo militar y clavar su mirada en el vacío, en actitud militar.
Concluye el himno y la comitiva, encabezada por Juan Carlos I, accede a dependencias palaciegas. En la Pascua militar del año anterior, la de 2013, se acortaron los plazos de la jornada debido a la fragilidad física del monarca. En esta ocasión siguen el mismo protocolo abreviado. A ratos sentado, a ratos en pie, el rey asiste a cada uno de los actos organizados.
Tras saludar a las autoridades congregadas -recordemos que en la sala están presentes las máximas figuras políticas y militares-, arranca el momento central de la Pascua: el discurso de Juan Carlos I.
Las palabras son trabadas. El rey tropieza una y otra vez. No hay ritmo en su discurso y se le entrecortan las frases. Cada línea de su guión es un obstáculo difícil de salvar. A ratos puede parecer que todo se va a venir abajo.
“Esta es la grandeza de la familia… la vuestra y la mía”, alcanza a pronunciar el monarca en su conclusión. Una frase rota que pretende ser una demostración de fuerza y entereza, pero que con voz quebradiza suena cargada de vacilación.
La caída de la Corona
Así, el 6 de enero de 2014 ha quedado grabado en la memoria colectiva como uno de los días críticos para Juan Carlos I. Entre los corrillos del Palacio Real el comentario es unánime, centrado en las amplias dificultades que ha encontrado el monarca para pronunciar un discurso que, atendiendo a su trayectoria, pasa por rutinario. Si apenas puede entonar esas palabras en la Pascua militar, rodeado de amigos y afines, difícilmente será capaz de afrontar una agenda cargada de responsabilidades.
El rey, salvo su certificación definitiva, se viste de emérito. Él mismo, consciente de que no será capaz de afrontar una nueva Pascua en las mismas condiciones, enfila el camino de la abdicación, apuntalando sus últimos compases como monarca.
Lastrado por la cacería de Botswana, Corinna y el caso Nóos, certificadas sus dificultades para ejercer sus funciones tras aquel discurso quebrado en el Palacio Real, Juan Carlos I hizo oficial aquel anuncio histórico el 2 de junio de 2014.
“Una nueva generación reclama el papel protagonista para afrontar con renovada intensidad los desafíos”.
Dos reyes en la Pascua
Desde entonces, la agenda de Juan Carlos I ha quedado liberada de las obligaciones correspondientes al reinado. Felipe VI ha tomado las riendas y, desde entonces, la imagen de la Corona ha dado un vuelco: la Monarquía, junto al Ejército y la Policía, se ha convertido en una de las instituciones mejor valoradas por los españoles, de acuerdo al último sondeo elaborado por Sociométrica para este diario.
Esta valoración es especialmente significativa, atendiendo a los últimos acontecimientos vividos en Cataluña. Felipe VI, con rotundidad, ha intervenido en varias ocasiones para frenar el desafío independentista abanderado por Carles Puigdemont y el Govern de la Generalitat.
La de 2018 es la primera Pascua militar en la que Felipe VI se dirige a los españoles tras la proclamación interrumpida de la República catalana. Pero la jornada de este 6 de enero también es histórica por un acontecimiento inédito: la presencia de dos reyes -el actual y el emérito- en los actos celebrados en el Palacio Real. “Juan Carlos asistirá a la Pascua dentro de los actos organizados para celebrar sus 80 años [cumplidos este viernes]”, apuntan fuentes de la Zarzuela a este diario.
Porque, aunque a Juan Carlos I se le cayera la Corona en la celebración de aquella Pascua militar, la trayectoria reciente de España se dibuja sobre su figura. Y la Casa Real le brinda un puesto de honor en este día de Reyes marcado en rojo en el calendario de la Zarzuela.