Ángel Ron, Luis Valls y Emilio Saracho.

Ángel Ron, Luis Valls y Emilio Saracho.

Reportajes

Cómo y quién “jodió” el Banco Popular y arruinó a 300.000 accionistas

Un diálogo entre Ron y Del Valle revela las presiones justo antes de la caída del gigante bancario; esta es la crónica, paso a paso, del desplome que hundió en la miseria a los inversores.

7 enero, 2018 01:04

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¿Qué ocurrió para que un banco que había conquistado la cima mundial de rentabilidad y solvencia se hundiera estrepitosamente en poco más de una década dejando a más de 300.000 accionistas y bonistas sin un euro en sus carteras? Parodiando a Zavalita en las Conversaciones en la Catedral de Mario Vargas Llosa he tratado de descubrir cuándo y cómo se jodió el Banco Popular y quiénes le mataron. Y, pasando de Vargas Llosa a García Márquez, concluí que en realidad era una muerte anunciada. O sea una tragedia griega a la que contribuyeron numerosos autores sin que nadie pudiera evitarla a pesar de que todos vieran su inevitable desenlace. Este es el proceso que analizo en mi libro Cómo se hundió el Banco Popular, del que adelanto mis conclusiones en EL ESPAÑOL.

Mario Vargas Llosa inicia su novela Conversación en la Catedral con esta pregunta que se hace Zavalita: «¿En qué momento se había jodido el Perú?». Al autor le interesaba el cuándo, pero también el cómo se jodió el Banco Popular. Esta doble pregunta es la que guió mi investigación para este libro.

El cuándo puede situarse en 2003 con el parkinson de Luis Valls, que proporciona algún indicio del cómo, aunque en puridad se había introducido un virus mucho antes con un presidente en la cúspide de la gloria, un virus inofensivo en vida de este pero que contribuyó a su caída cuando Ángel Ron tomó las riendas. Me refiero a la decisión de Valls de mantener la independencia a toda costa.

Luis Valls Taberner.

Luis Valls Taberner. EFE

La decisión de Valls era coherente pues el Popular no era un banco como otro cualquiera que se compra y se vende según las leyes del mercado, propiedad de unos accionistas encantados de perder su independencia a un buen precio. El Popular tenía una misión sagrada como Obra de Dios. Debía obtener beneficios y lo consiguió sobradamente pero ello era secundario, supeditado a su divino propósito. No era un banco del Opus Dei pero sí producto del matrimonio de Luis Valls con el Opus Dei, en el que mandaba el primero, pero que no tenía sentido sin el segundo.

El camino del hundimiento está escrito como una tragedia griega de final inevitable. Cuando un banco tiene mal color, su cúpula procede a maquillarlo, o sea a falsear las cuentas. Ante todo, necesita ocultar su insolvencia exhibiendo buenos resultados y pagando altos dividendos, aunque no esté en condiciones para ello.

UNA GESTIÓN DESESPERADA

Aristóbulo de Juan, exdirector general del Banco de España, explica con notable nitidez lo que he calificado de tragedia griega por lo que tiene de ley de desenlace fatal en una dinámica imparable. Es lo que el gran experto en crisis bancarias denomina «Encrucijada Clave», que es cuando es imprescindible responder a lo que suelen hacer los banqueros para evitar la pérdida de confianza y para conservar el control de la propiedad y de la dirección:

«Si la autoridad o el banquero no adoptan medidas enérgicas en este momento, – sentencia Aristóbulo – el banco está condenado a estar sumido en una «gestión de maquillaje» y en una «gestión desesperada», bien de forma sucesiva o simultánea. También en el fraude, tal vez». En su opinión el maquillaje es un fraude.

Aristóbulo podía haber puesto nombres al título genérico de su libro De buenos banqueros a malos banqueros. Podía haber añadido un subtítulo: «De Luis Valls, buen banquero, a Ángel Ron y Emilio Saracho que no lo fueron». Se ha producido una caída de libro, como la caída del Imperio Romano que Aristóbulo glosa, en charla con el autor, con estas palabras cargadas de nostalgia: «Luis era un gran lector, le apasionaba la lectura e incluso la relectura. Su afán era la información y le apasionaba la literatura, sobre todo la dedicada al auge de los imperios y a su caída».

Valoración del Banco Popular en la Bolsa de Madrid.

Valoración del Banco Popular en la Bolsa de Madrid. EFE

Aristóbulo de Juan, que fue director general de Popular, dejó voluntariamente el banco en 1978 porque según sus propias palabras no aguantaba más la guerra permanente entre Luis Valls y Rafael Termes (“ni aunque me ofrezcan el cargo de Consejero Delegado”).

La segunda mitad de su vida profesional la dedicó a la Dirección General de Inspección del Banco de España, que hoy se llama de Supervisión, donde supervisó a 350 entidades de crédito, identificando y resolviendo más de 60 casos de insolvencia. «Allí aprendí lo que no había que hacer».

UNA MALA SUPERVISIÓN

El Popular había entrado en la dinámica que describe magistralmente Aristóbulo de Juan con conocimiento de causa, pues él, tras un largo periodo en la dirección del Popular, pasó al Banco de España donde tuvo que actuar sobre la crisis aludida. Obviamente algunos comentarios que este hombre formula en su libro De buenos banqueros a malos banqueros (Marcial Pons, 2017), sin señalar a ninguno en concreto, se refieren en buena medida al Caso Popular, con referencias fáciles de detectar a Ángel Ron -presidente del Banco Popular entre 2006 y febrero de 2017- y a Emilio Saracho -al frente de la entidad durante 15 semanas-. Y con críticas muy claras a la pasividad del Banco de España, del que observa, con el dolor de quien ha pasado tantos años en el palacio de Cibeles, la caída en picado de su secular prestigio.

Luis Valls Taberner.

Luis Valls Taberner.

También critica a la Unión Bancaria Europea que ahora tiene la última palabra en inspección de los bancos sistémicos, pero que no abusa de los aciertos. «El 5 de mayo en Bruselas les parece bien el Popular y a los pocos días cae y nadie se da por aludido al señalar 12.000 millones de euros de pérdidas». Comenta Aristóbulo de Juan.

En su opinión, el Banco de España Y el Banco Central Europeo deben inspeccionar los procedimientos más que el valor del activo; la inspección debe ser rápida pues a veces es un incordio necesario. Lo más importante es mejorar la gobernanza.

SE SIGUE LA ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN

Asegura Aristóbulo, la gran mosca cojonera del sistema financiero, que los inspectores tienen prohibido, o al menos desaconsejado, emitir informes negativos que les obliguen a actuar. Ello explicaría la inacción del Banco de España durante cinco años, el mirar hacia otro lado sobre los problemas del Banco Popular.

Todos son conscientes de que esta convención no se puede mantener eternamente, que es necesario hacer algo muy fuerte para sanearlo, pero se sigue al joven San Agustín que le decía a Dios en sus oraciones: «Señor, dame castidad y dominio de mí mismo, pero todavía no».

LA INSUFICIENTE ÉTICA DE LAS AUDITORAS

He escuchado en mi trabajo de campo críticas muy duras sobre las empresas de auditoría e incluso algunos improperios como «los auditores deberían estar en la cárcel». El directivo de una de las grandes auditoras me aseguró que «es el Banco de España el que no quiere que se destapen los problemas».

Aristóbulo atribuye una gruesa cuota de culpa a la ética de las empresas de auditoría, calificadas de «tigres de papel», así como a la ineficacia del control por parte de la Comisión Europea. Recuérdese que el Popular pasó los exámenes de stress poco antes de su caída. «Si hubieran funcionado con eficacia – advierte De Juan - ¿cómo podría explicarse la afloración – repentina y tardía – de casos de insolvencia tan profunda, como han ocurrido recientemente en grandes bancos de países como Alemania, Italia, Portugal y España, sin que se encendiera oportunamente ninguna luz roja o se adoptaran las medidas correctivas o de resolución en tiempo oportuno». Y se hace eco de una broma que circula entre los expertos: Los stress tests han sido creados para aliviar el estrés de los supervisores.

Sede del Banco Popular.

Sede del Banco Popular. EFE

"Ron prepara un pelotazo"

Los mexicanos han conseguido meter su caballo de Troya tras la fortaleza del Popular. Antonio Del Valle, séptimo hombre más rico de México, con 5.000 millones de dólares de fortuna, haría lo acostumbrado, lo que había hecho en México con otras sociedades: si no conseguía el control se marchaba. Con una excepción: en las empresas de Carlos Slim en las que participaba donde se sobreentendía que quien mandaba era el Gran Patrón. 

Del Valle trata de detener a los que abandonan. No cuenta con el recurso de quemar las naves del que se valió Hernán Cortés, aunque si utilizó como el conquistador de México la promesa de grandes riquezas a quienes se quedaran con él.

Les dice: «Confiad en mí. No puedo daros detalles, pero haríais el tonto marchándoos pues Ángel Ron prepara un pelotazo que nos va a llenar de lana». Una información falsa pero que podía funcionar. Quien quería dar el pelotazo era él pensando que mandaría en el banco o mandaría en Ángel Ron chequera en mano Y, en efecto, presionó a Ángel Ron para en que la ampliación de capital que se preparaba este le entregara las llaves del Beatriz en bandeja de plata. La conversación transcurrió, en su esencia, de la siguiente guisa, una vez que superados los preámbulos acostumbrados sobre el tiempo, el fútbol y la política, entraron en materia.

Fotomontaje con Antonio del Valle (i), financiero mexicano, y Emilio Saracho (d).

Fotomontaje con Antonio del Valle (i), financiero mexicano, y Emilio Saracho (d). Crónica Global

-Antonio del Valle: Supongo, Ángel, que no es necesario que te apremie sobre la urgencia de la ampliación de capital.

-Ángel ron: Urgente, urgente… bueno eso es relativo. Es más importante que urgente. Hay que hacerla y punto.

-Ángel del Valle: Hay algo más que quería plantearte sobre el fondo del asunto, de la ampliación. La cosa está clara y espero que tú también lo veas así. Lo que vengo a proponerte es que de la ampliación de capital de 2.500 millones, yo me quede con 1.000 millones.

[Ángel Ron se queda de una pieza.]

-Ángel Ron: Querido Antonio, lo veo clarísimo y te digo ya que de eso nada.

[Ahora es Del Valle quien se queda estupefacto. No es a lo que está acostumbrado.]

-Antonio del Valle: Pues no te entiendo, Ángel. ¿Qué pasa, que lo que te propongo no es legal? ¿O que mi dinero mancha?

-Ángel Ron: Bueno, legal sí es, pero no me parece ético. Yo no voy a convocar una junta general para decir que hacemos una ampliación de capital con derechos de suscripción preferente, para que te hagas con el banco.

-Antonio del Valle: Para el carro Ángel. Si no es ilegal es legal, no sé si me entiendes… y si es legal tengo perfecto derecho.

Ángel Ron.

Ángel Ron. Efe

-Ángel Ron: Mira Antonio y considéralo con calma: sumando el 40 por ciento de la ampliación con lo que tienes, te haces con el 25 por ciento. O sea que te conviertes en el principal accionista… Si yo hiciera eso mandaría al carajo el legado que me confió Luis Valls y la filosofía que hemos mantenido siempre en esta casa. Así que recibirás las acciones que te correspondan, de acuerdo con tu participación, que serán como 100 millones de euros. Y si quieres más, pues ya sabes: haces una opa.

«TE VOY A TRITURAR EN LOS MEDIOS Y EN LOS MERCADOS»

-Antonio del Valle: A ver si lo entiendes, Ángel, que parece que no te entra en la cabeza. Yo he metido aquí mucha lana y embarcado a gente que está muy cabreada, que es mi mundillo y que piensan que les he engañado; o lo que es peor, que soy un inútil. Los datos son los datos y ni tú ni yo les podemos negar que desde que entramos en esta casa las acciones se han desplomado.

-Ángel Ron: Bueno, Antonio, ya sabes lo que es jugar en Bolsa.

-Antonio del Valle: Sí, y se lo que es jugármela y que me la jueguen, porque algo tendrá que ver tu gestión en el desastre. Yo solo quiero resarcirme. Lo del control no es por la ambición de mandar, que la tengo bien cumplida a mi provecta edad, sino para salvar mi inversión y la de la gente que ha confiado en mí de la forma más hermosa y conmovedora: confiándome su lana. Así que, qué tiene de malo mi propuesta. El banco necesita dinero y yo lo pongo en la cantidad que se necesite, mil millones y lo que sea menester. Y si pongo dinero, mando. No sé si lo entiendes.

-Ángel Ron: Lo entiendo perfectamente y por eso no lo apruebo. Sería una deslealtad y un abuso.

-Antonio del Valle: Ángel, yo venía en son de paz, pero tú quieres guerra. Perdona que te lo diga tan clarito, de asturiano a gallego, pasando del derecho a los hechos… No tengo más remedio que decirte que este banco, nuestro banco, tiene un serio problema de liderazgo.

-Ángel Ron: Respeto tu opinión, Antonio, ¿pero no te parece que eso, la idoneidad de la dirección, deben decidirlo los accionistas? Y, lo entiendas o no, yo he sido elegido por ellos y cuento con su confianza.

-Antonio del Valle: No seas caradura, Ángel, tú y yo sabemos cómo se manejan las juntas de accionistas.

-Ángel Ron: ¿No te refugiabas antes en la legalidad vigente? Pues lo que es legal y democrático, es que los propietarios decidan sobre su propiedad. Si quieres mandar, insisto, ve por derecho y lanza una opa. Si lo haces, al Consejo no le va a quedar más remedio que aceptarlo porque beneficia a los accionistas. Nadie va a asumir la responsabilidad de decirte que no.

-Antonio del Valle: Pues si te pones en ese plan, agárrate los machos.

-Ángel Ron: ¿Me vas a mandar sicarios?

El presidente de México, Ángel Peña Nieto (i), saluda a Ángel Ron (c) y Antonio del Valle (d).

El presidente de México, Ángel Peña Nieto (i), saluda a Ángel Ron (c) y Antonio del Valle (d). EFE

-Antonio del Valle: Algo más efectivo. Te veo muy chulo, pero no vas a aguantar la presión: el ataque de la prensa en lo personal y en lo profesional. Te voy a triturar en los medios y en los mercados. ¡Ah! Y te advierto noblemente, como leal adversario: yo de ti no me fiaría del Consejo. No veo entusiasmo sobre su presidente.

[El presidente Ron le confesaría a un amigo: «Cuando un mexicano te dice eso, puede uno esperar cualquier cosa, incluida la escayola de cemento».]

-Ángel Ron: ¿Los estás comprando? Dinero no te falta, pero a mí no me vas a comprar. Ni tampoco a otros que defenderán la fortaleza contra los fariseos.

-Antonio del Valle: Te diré algo con la misma sinceridad, pues tengo la impresión de que esta será la última vez en que podamos hablar a tumba abierta.

-Ángel Ron: Tú dirás…

-Antonio del Valle: En mi larga vida financiera, que se aproxima al medio siglo, no me he encontrado con un caso similar: que un tío que no pone dinero, que un empleado, por alto que sea, no acepte una pasta para echarse a un lado y dejar paso a los que ponemos la lana.

-Ángel Ron: La lana, como tú dices, la ponen todos los accionistas y no solo tú, que hoy por hoy no eres el primero. Somos 300.000, no lo olvides, y todos tienen tanto derecho como tú para decidir quién maneja sus intereses. No me sorprende que estés intentando comprar consejeros, pero te vas a estrellar con los accionistas de toda la vida, que ven en el banco algo más que una inversión para sacar dividendos.

-Antonio del Valle: ¿Te refieres a los del Opus? Tú sabes que yo fui miembro de la Obra, pero luego elegí otro camino. Te diré algo al respecto: mi segunda sorpresa, además de que no aceptes una oferta económica personal, es que tú no eres del Opus. Ni eres del Opus ni aceptas una coima. ¿En qué mundo vives?

-Ángel Ron: Ahora entiendo por qué me decías cuando charlamos por primera vez, que tu propuesta representaba una oportunidad personal para mí. La oportunidad de venderme, ya veo.

Portada del libro de José García Abad.

Portada del libro de José García Abad. Ediciones El Siglo

La ampliación de capital fue muy bien cuando se hizo, pero al final será la fuente de los mayores reproches a la gestión de Ron y de querellas para los consejeros. El banco tenía asegurado el triple de lo que ofertaba, pero la información que se dio sobre la salud del banco no era cierta.

La estructura del accionariado seguía como estaba; con el comando mexicano como segundo accionista. Y Antonio del Valle, encabronado, jura venganza.