La cabeza de la DGT, el popular Gregorio Serrano (Sevilla, 22 de febrero de 1967), no posee el clásico perfil ligado a la seguridad vial que se le presupone a su cargo. El hispalense, el responsable de lo que sucede en las carreteras españolas, es jurista y profesor de Derecho Público en la Universidad Pablo de Olavide. Pero si algo define a Serrano es la fidelidad a su partido, una suerte de acólito de sus superiores, el monaguillo en el que se apoya el párroco. Es especialista en hacer amigos y recoger lo que siembra. Una faceta que ha explotado exponencialmente con su jefe en la última década, Juan Ignacio Zoido.
La relación entre el actual ministro del Interior y Serrano se lleva fraguando muchos años entre las paredes del consistorio sevillano desde que uno era alcalde y el otro, concejal. Gregorio Serrano es testigo de los tejemanejes que ha sufrido el PP de la capital de Andalucía, siempre bajo la sombra de Javier Arenas y con el liderazgo ausente de Juanma Bonilla, un dirigente que mira para otro lado con los problemas del partido en Sevilla. Fue precisamente en su vivienda de la ciudad hispalense donde decidió gestionar la crisis que ahora le acecha. Mientras el caos se apoderaba de la AP-6, Gregorio Serrano despachaba desde su casa.
Cuando Zoido emergió, Serrano ya estaba ahí. El ahora director de la DGT había sido la mano derecha de su predecesor y supo ganarse al ministro. “Gregorio era muy cercano al anterior candidato a la Alcaldía. Cuando Zoido llega al Ayuntamiento sigue contando con Gregorio y fue cada vez confiando más en él”, cuentan a EL ESPAÑOL fuentes de su círculo más próximo en la etapa consistorial.
Capillita, taurino y amante de la náutica
No es de extrañar porque ambos tienen mucho en común: son de esos políticos andaluces que adoran las relaciones públicas, la guasa. Que son capillitas y hermanos de alguna cofradía. Que no fallan a una Feria de Abril y que acuden, pertinentemente, a alguna corrida taurina. A Zoido y a Serrano les une, además, su pasión por la náutica. De hecho, han compartido algún viaje en barco, como uno en julio de 2016 a bordo del Juan Sebastián Elcano, el buque escuela de la Armada Española.
Gregorio Serrano es una pieza sólida del círculo de confort de Zoido. Fue, durante más de 13 años, concejal en el Ayuntamiento de la capital, antes y después del ministro, que ganó y perdió Sevilla con la misma facilidad. El director de la DGT ocupaba varias carteras en el equipo de 20 concejales que marcó la trayectoria del de Interior, como “una especie de pulpo con muchos tentáculos”, cuenta Carlos Navarro Antolín, redactor jefe del Diario de Sevilla. Serrano asumía las funciones de delegado de Fiestas Mayores, de Turismo y de Economía y Empleo, pero también tenía a su cargo Mercasevilla -germen del caso ERE- y la extinta televisión local.
Puede que, antes de dar el salto a Madrid, el mayor sapo que Gregorio Serrano hubo de tragar fuera debido a su gestión al frente de la ruinosa empresa mixta Mercasevilla. La dejó con una deuda aún mayor que cuando la recibió, sobre todo por los gastos que conllevaba la externalización de varios de sus servicios en 2013, como la limpieza y mantenimiento de la compañía. Pero “el momento de mayor angustia de su vida política”, según Navarro Antolín, fue cuando llevó a cabo el ERE que eliminó 129 puestos de trabajo. Fue un chaparrón que encendió a los trabajadores y por el que llegó a recibir amenazas en redes sociales e incluso pintadas en su domicilio.
Con Sevilla por bandera
Gregorio Serrano es un enamorado de la ciudad que le vio nacer. Va con Sevilla por bandera y no es extraño verle por los bares todos los fines de semana. Por eso, gestionó sin problemas la crisis por la nevada desde la comodidad del despacho de su casa hispalense. Sin cargo de conciencia. O, al menos, eso confirmaba él mismo en los micrófonos de la SER este lunes.
"No he pensado dimitir porque entiendo que no tengo ninguna causa", mantenía. Porque defiende a capa y espada que "la decisión de la gestión interna de la AP-6 [autopista en concesión] no corresponde a la Dirección General de Tráfico (DGT)".
Serrano ha explicado que fue él, como director general de operaciones, quien estuvo al mando de la operación retorno de las vacaciones de Navidad. "Estuve todo el día desde el sábado a las siete de la mañana que me levanté y no me acosté hasta ayer a las 12 de la noche". Ya en domingo, tras la resaca de Reyes, se trasladó a Madrid, donde se celebró el gabinete de crisis en el que participó también el responsable de Interior, el director general de Protección Civil y Emergencias y el subsecretario del Ministerio del Interior.
“El precio de Madrid”
Serrano ha gestionado más crisis en el último año que durante toda su trayectoria en política local. “Es el precio de Madrid”, según el redactor jefe de Diario de Sevilla. “Madrid no es Sevilla, aquí muchas veces se dejan pasar cosas. Pero en Madrid no puedes hacer lo mismo que en Sevilla. Los mensajes los tienes que enviar con más cautela, con cuidado… Hay que comunicar de otra manera”.
La santísima trinidad que partió hacia Interior desde Sevilla la completa, además, el secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto. Juntos conforman el núcleo duro y comparten maneras. Al igual que Zoido es el ministro tuitero, Serrano “es una persona muy cercana, muy simpático y muy ameno”, indican periodistas que han tenido trato con él.
Es de la escuela del antiguo alcalde hispalense. No en vano, pasan mucho tiempo juntos. “En lo personal, él era el más próximo al alcalde a la hora de trabajar y de vivir minutos de relajación, cerveza, viajes, compartir más allá”, según Navarro Antolín.
“Es un tío de palabra, una persona minuciosa, perfeccionista y amigo de sus amigos. Me parece que es una persona muy detallista, le da a todo el mundo su sitio y deja muy pocos cabos sueltos cuando está trabajando. Se preocupa bastante de que todo salga como tiene que salir y si no, no lo aborda”, manifiestan desde su entorno de confianza en su etapa al frente de Turismo.
Polémica a polémica
Dado el relato de su círculo, que cierra inexorablemente filas en torno a él, pareciera que su figura no se hubiera visto salpicada de polémicas. Las últimas -la nevada y el embrollo del piso de la Guardia Civil- se ven acompañadas de la más folclórica de sus anécdotas. Fue en 2013 cuando, en su etapa al frente de Turismo, se apropió del salmorejo cordobés como tapa típica sevillana en un listado que pretendía denominar al conjunto como “patrimonio de la ciudad”.
El escándalo de la nevada en la AP-6, sin embargo, es el que ha hecho tambalear su puesto y, quién sabe, si darle la estocada definitiva. Consiguió vencer la marejada, pese a ser el grumete de Zoido, cuando se desveló que el Ministerio del Interior le había adjudicado una vivienda de la Guardia Civil para que viviese gratis en Madrid, previa reforma por valor de 50.000 euros. Pero ahora varias voces claman su cese: desde el portavoz de la Ejecutiva del PSOE, Óscar Puente, por su "nefasta gestión", a los propios sindicatos de Guardias Civiles. Está por ver si sus dotes de marinero le mantendrán ahora en el barco.