“Tan desfigurada tenía la cara esa mujer, que ni siquiera pude reconocer si es clienta de nuestro bar o no”. Lo asegura Antonio Torres, dueño del bar de la estación de Sant Andreu de Llavaneres. Él fue la persona que avisó a las autoridades de que habían violado y pegado una brutal paliza a una mujer detrás justo de su establecimiento. Ahora, los Mossos d'Esquadra buscan a un varón de unos 40 años y origen magrebí como presunto autor de los hechos.
“Era el Día de los Inocentes. Yo había abierto el bar a las seis de la mañana, y con mis clientes llevaba un rato hablando sobre quién iba a ser el primero en venir y gastarnos una broma. Pero cuando pasó lo que pasó, enseguida nos dimos cuenta de que la cosa no iba en broma”.
Por “la cosa” se refiere a la brutal violación, sobre las siete y media de la mañana, de E., una mujer de 42 años residente en Mataró. Una señora de nacionalidad colombiana que se dirigía a trabajar como cada mañana, a un chalet de la zona.
La mujer, víctima de la violación y posterior apaleamiento, tiene tres hijos que viven en Colombia y trata de mantenerlos cuidando en España desde hace 8 años a un niño con discapacidad en Camí de Balís, la zona noble de Sant Andreu de Llavaneres. Una urbanización de casas lujosas a poco más de un kilómetro del lugar donde ocurrieron los hechos. Ella venía caminando desde su casa en Mataró, el pueblo vecino. Siempre iba a su trabajo paseando por el camino que queda entre la playa y la vía del tren, que es la más antigua de España.
Le pidió tabaco
El violador la abordó sobre las siete y media de la mañana, a escasos 30 metros de la estación. “A esas horas todavía está oscuro. Le pidió tabaco. Es lo que nos dijo luego la mujer, que el violador se acercó a ella pidiéndole un cigarro”, prosigue Antonio. A ella no le dio tiempo ni a reaccionar. Cuando el tipo estuve a su altura, la derribó y le golpeó la cabeza contra unas rocas, con la intención de que perdiese el conocimiento y no gritase. Le pegó con tal violencia que le destrozó la cara. Luego abusó sexualmente de ella. Cuando acabó, quiso acabar su atrocidad lanzándola por el acantilado de piedras. Ella, en su desesperación, acertó a zafarse y escapó corriendo hacia la estación. Él huyó en sentido contrario.
La víctima se cruzó con dos hombres en el aparcamiento de la estación. Ellos fueron los que corrieron desencajados hacia el bar. Antonio no se lo pensó: “Por la cara que traían, no era ninguna inocentada. Pedí ayuda de inmediato”, rememora Antonio. Llamó a la Policía Local, mientras su hijo y varios clientes socorrían a la mujer, ensangrentada y con la parte inferior del cuerpo desnuda. “Fuimos a ayudarla a recuperar su ropa y sus enseres, que se habían quedado debajo del árbol donde el tipo la había violado”.
Los testigos que no la auxiliaron
¿Qué hay de los testigos presuntamente vieron la violación y no la auxiliaron? Antonio puntualiza: “Yo creo que esa información no es exacta; hemos visto en las noticias que hubo tres testigos que no le prestaron ayuda, pero yo no sé si fue exactamente así. La mujer decía que habían pasado varios y no la habían ayudado. Pero a esas horas siempre hay gente corriendo por la playa, haciendo deporte. Suelen llevar los auriculares y la capucha puesta. Tampoco es raro ver a alguna pareja dándose un revolcón. Así, uno pasa por el lado y a lo mejor malinterpreta lo que está pasando”, matiza.
Mientras esperaban a que llegase la Policía Local y la llevase al Hospital de Mataró, Antonio la miró e intentó identificarla. “Fue imposible. Todavía hoy no puedo decirte si es clienta nuestra o no. Probablemente sí, porque si pasaba por aquí todos los días seguro que alguna vez se tomó un café en mi bar. Pero es que estaba reventada. Sangraba mucho. Tenía una brecha enorme en la cabeza y la cara totalmente desfigurada. Estaba irreconocible”, confiesa.
Un retrato robot
Los Mossos d'Esquadra se han hecho cargo de la investigación y trabajan con un retrato robot elaborado con la información proporcionada por la víctima, según confirmaron desde el Ayuntamiento de Sant Andreu de Llavaneres. Según el testimonio de la víctima, se busca a un varón árabe de entre 35 y 40 años. El retrato robot, no obstante, no se ha hecho público. Los Mossos no han pedido colaboración ciudadana, trabajan con tres sospechosos y sólo han explicado que “se trata de un caso muy delicado del que es mejor no revelar más datos”. Desde la Policía Local de Sant Andreu zanjan diciendo que “ese retrato lo verán las autoridades y quien lo tenga que ver”.
El violador sigue suelto y en el pueblo tienen miedo. “Me podía haber pasado a mí, que yo también paso mucho por la playa”, cuenta una ecuatoriana llamada Marta, que tenía ubicada a la víctima “porque yo vivo muy cerca de donde ella trabaja. Una vez me preguntó si yo era colombiana. Le dije que no, pero estuvimos hablando brevemente. Desde entonces siempre me saludaba. Era una mujer muy agradable que trabaja cuidando a un niño discapacitado” cuenta con la voz temblorosa. No oculta que tiene pánico. “Entre la violación y el incendio, llevamos dos días de miedo”, confiesa.
Cuando habla de “el incendio” se refiere a que ayer mismo se pegó fuego a una residencia de ancianos del pueblo que lleva cerca de un año abandonada. Ya sólo vivían dentro dos extrabajadores que acumulaban allí grandes cantidades de basura. Eso fue lo que hizo que el fuego fuese tan difícil de controlar.
Miedo porque el violador está suelto
“Como dicen que aún no han pillado al autor, nos imaginamos cosas. Que a lo mejor ha sido él el que le ha pegado fuego a la residencia”, aventura Marta, sin saber con exactitud qué ha pasado en ninguno de los dos casos. Sant Andreu de Llavaneres es un pueblo tranquilo en el que casi nunca pasa nada, pero ahora se han visto desbordados con dos sucesos en dos días. "Hasta ahora sólo veíamos a periodistas por aquí persiguiendo a María Lapiedra, que vive aquí al lado. Pero ahora hay un montón de gente con cámaras que preguntan por un violador que está suelto. A mí me da miedo hasta salir sola a la calle", concluye Marta. En el Ayuntamiento confirman que hay “alarma social”. Y los vecinos especulan porque tienen miedo.
El propietario del bar confirma ese miedo: “En verano hubiera sido todo distinto. A esas horas ya habría mucha gente por la playa. Pero ahora en invierno, y más en la semana de vacaciones, esa zona estaba casi desierta. Lo peor es que el violador está suelto. No había visto yo nunca a la gente de este pueblo temiendo por su vida. Porque locos hay en todos lados, pero es distinto cuando te dicen que el violador puede ser tu propio vecino”.