Una mañana cualquiera de enero. Son las primeras luces de la mañana y la Sierra Norte de Guadalajara se levanta blanca. La luz rebota en cada esquina: todo está cubierto de nieve. En Cantalojas, frontera caracense con la provincia de Segovia, no se ve un alma por la calle. Pero es cuestión de minutos. Aquí, a 1.314 metros de altitud y a algo más de dos horas en coche desde Madrid, los habitantes no tardan en activarse y volver a la rutina. Pese a estar a más de veinte grados bajo cero.
“Aquí estamos acostumbrados a estas temperaturas. Tampoco hace mucho frío”, dice entre risas a EL ESPAÑOL el alcalde de Cantalojas, José Ramón Fernández Gordo (PP). Cualquiera lo diría: este municipio es el punto donde más frío ha hecho en todo el país esta semana, al menos según los datos recogidos por las estaciones de Aemet. Ni siquiera en ciudades gélidas con renombre mundial ha helado tanto. La Siberia española es aledaña a la Alcarria: en esta localidad serrana se registró este lunes una temperatura de -20'8ºC.
Cantalojas es un pequeño pueblecito en el que viven apenas cien personas. Las calles, empedradas, están rodeadas de antiguas casas hechas de roca. Acudir a esta localidad de Guadalajara es un viaje astral en el que se desdibuja la percepción del tiempo y la calma. La sensación de paz inunda el espíritu del visitante. No hay prisa, aunque haya nieve.
Una actividad gélida
Los cantalojeños, lejos de cualquier reticencia, incluso se activan más cuando se dan las condiciones climatológicas del pasado lunes. El propio alcalde lo reafirma: “No nos podemos quedar en casa si hay que quitar la nieve”. Pero, en cualquier caso, ellos continúan haciendo vida normal. Los bares se llenan con sus parroquianos habituales, los comercios se abren y las risas inundan las paredes del colegio de la localidad, que reúne en torno a veinticinco chiquillos.
“Los que peor lo pasan son los ganaderos”, se sincera Fernández Gordo. Esta actividad es uno de los grandes reclamos del pueblo. No en vano, su entorno es privilegiado. En esta localidad se encuentra una de las grandes joyas de la biodiversidad de Castilla-La Mancha, el Hayedo de Tejera Negra, patrimonio mundial de la UNESCO.
Antes de llegar al pueblo, están las llanuras donde abunda el buen pasto para los animales, aunque ahora estén cubiertas de nieve. Es ahí el sitio en el que sus productores realizan un peregrinaje diario. “Tienen al ganado fuera y para trabajar deben estar mucho rato al aire libre, pero se abrigan algo más y listo”. El desparpajo con el que el regidor comenta las gélidas temperaturas que tanto él como sus tertulianos sufren estos días llama soberanamente la atención. Porque ni siquiera se han tomado algún tipo de medidas para combatir el frío. “No, no hemos puesto nada especial. ¿Para qué? Si hemos tenido temperaturas más bajas”.
Los vecinos del pueblo corroboran la percepción del alcalde. “Hace ocho o diez años llegamos a -26 grados y tampoco es para tanto”, cuentan a la reportera.
Aquí, la vida bajo cero no se diferencia de otros inviernos más agradables propios de otros puntos de la geografía española. Los habitantes de Cantalojas usan ropa normal. “Sólo varias capas”, admite entre risas Jorge Molinero. Él es fotógrafo y vive en el pueblo. “Los hombres visten camisa de cuadros y mono de trabajo”. Las señoras, por su parte, siguen llevando falda: “Algunas la llevan, eso sí, con leotardos”. Y, otra vez, la sempiterna frase que suena incrédula a oídos ajenos: “Es que aquí estamos acostumbrados”. La ropa térmica, que sería la primera opción para gran parte de la población, sólo es la elegida por el sector más joven de este audaz pueblo de Guadalajara.
Calefacción y aislante para sobrevivir
La calefacción, un bien que se torna vital en esta época, tampoco es de grandes lujos en las casas cantalojeñas. “Usamos leña, pellet -un tipo de biomasa sólida con forma de cilindro, que está elaborado a partir de serrín natural seco- y gasoil”, detalla el fotógrafo.
En las empedradas calles de Cantalojas, las casas que se ven son rocosas. En las más antiguas, el aislante que utilizan para resguardarse de la climatología es el más tradicional de todos: el barro. Las modernas y las de reciente construcción utilizan Gutex, unos tablones aislantes. Eso sí, en todas las ventanas del municipio hay un elemento común: el doble acristalamiento con vidrios de aislamiento térmico.
En días con nevadas tan copiosas como la de esta semana, en Cantalojas no se detiene la vida. Palazo a palazo, sus habitantes continúan con la rutina. Los contratiempos más comunes debido a la temperatura han sido la pérdida temporal de la línea telefónica y de internet, pero nada grave. Por carretera, eso sí, se quedaron incomunicados hace un par de años. “Se accidentó el de la quitanieves y cuando quiso venir otra ya se había ido el tema de las manos”.