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En 1969, cuando la familia real británica permitió por primera vez que entraran cámaras de televisión en sus residencias para insuflar un aire moderno a la vieja monarquía, Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia tenía un año de vida. Cuarenta y nueve después, el vídeo familiar difundido por la Casa Real española para celebrar el medio siglo de Felipe VI es mucho menos arriesgado que aquel documental de la BBC en el que el duque de Edimburgo asaba salchichas (responsable de casi “dar la puntilla a la monarquía”, según destacados observadores británicos de la época).
El 50 cumpleaños del Rey, este próximo martes, llega en un momento sorprendentemente venturoso para la monarquía borbónica, aliviada por la inevitable abdicación de Juan Carlos I en junio de 2014: una renuncia precipitada por la foto de un elefante muerto en plena rebelión de los ‘indignados’, pero que se había macerado durante años en la sucesión de rumores familiares y la aberrante codicia mostrada por Iñaki Urdangarín, el yerno presuntamente perfecto, una vez subido al carro de la realeza. La crisis bancaria de 2008 había terminado con la tolerancia tácita del pueblo a los desmanes de las élites, y el recambio en el trono fue otra consecuencia de aquel terremoto.
El vídeo celebratorio del cumpleaños real ofrece imágenes nunca vistas de la familia nuclear Borbón Ortiz en la mesa de comedor. El almuerzo, aunque sea servido por una criada, es el de una familia ‘normal’: “sopita” de verduras y un segundo plato que no llega a escucharse ni a mostrarse. Las conversaciones giran sobre obligaciones cotidianas: un vídeo que hay que rodar, exámenes, llamadas, actividades infantiles.
El Rey trabaja. La Reina trabaja. Las niñas estudian. Lo hacen, por tradición familiar, en el mismo colegio al que fue su padre, el exclusivo Santa María de los Rosales de Aravaca. Los Reyes, como cualquier progenitor, preguntan si las niñas llevan todo en sus mochilas y parecen saberse los nombres de las profesoras del colegio. Parece haber una evolución: es altamente improbable que al Felipe niño lo llevaran muchos días a clase sus padres, como muestran las imágenes, conduciendo el Rey un Audi mientras repasan el examen de Naturales (‘Natu’) en el coche. (La infanta Leonor, futura reina de España, se sabe ya los símbolos del estroncio, el bario o el flúor).
La Reina: "¿Tú no tienes hoy examen, no Sofía?"
Infanta Sofía: "Yo no".
El Rey: "Qué suerte".
La Reina: "¿A qué hora es el tuyo, Leonor, el de ‘Natu’?"
Infanta Leonor: "No me acuerdo…"
La Reina: "¿No te acuerdas de la hora?"
Infanta Leonor: "Después de la comida…"
El Rey: "Pero vas preparada".
Infanta Sofía: "¡Mami!"
La Reina: "¿Qué?"
Infanta Sofía: "Hoy es el primer día que vamos al salón de actos a ensayar".
La Reina: "¡Anda! ¿Estás ya con el profesor, o está Patricia, o está Jaime? ¿Quién está hoy?"
Infanta Sofía: "Hoy no sé".
Han pasado 49 años de aquel vídeo de la BBC y el oficio monárquico es más complicado y posiblemente ingrato que nunca. Pero el propósito del vídeo difundido es idéntico: presentar a la familia real como una familia más, en la que los padres dirigen la educación de sus hijos y los gestos de cariño presiden la vida cotidiana. Las escenas entre bambalinas del rodaje del discurso de Nochebuena muestran a unas hijas preocupadas por la imagen de su padre, y a una Reina menos hierática que de costumbre, capaz de una sonrisa genuina.
La antigua clínica Nuestra Señora de Loreto, donde nacieron Felipe VI y las Infantas Elena y Cristina, ya no existe. Los Reyes ya no se dedican a cazar y organizar banquetes: su privacidad se ha reducido enormemente, su inmunidad terminó con la foto del elefante. “Es complicado mostrar las emociones en el escenario”, confiesa el Rey a sus hijas en el vídeo durante la comida, comentando una representación teatral infantil. La frase es particularmente significativa, puesto que todos ellos viven sobre un escenario, y las niñas han de irlo aprendiendo. En la era de la hipervigilancia, cualquier error podría desencadenar un tsunami institucional.
Nadie podrá dudar, sin embargo, de que el Rey cumple 50 años en buena forma y de que la monarquía ha salvado el mayor apuro de su historia. Cuando su padre cumplió los 50, ser monarca era bastante más sencillo. Juan Carlos I, además, había logrado pasar a la historia como el salvador de la joven democracia española. La presumible foto de Urdangarín entrando en la cárcel esta primavera ya no será una amenaza para la Zarzuela. Más bien al contrario. Ningún Gobierno valoraría siquiera la posibilidad de un indulto: la principal víctima sería el propio Felipe VI. Cabe presumir que si el CIS vuelve a preguntar este año a los ciudadanos por la monarquía, no se repetirán los suspensos aparecidos a partir de 2011.
Una década después del estallido de la crisis financiera, sin embargo, no hacen falta sociólogos para decretar la mejoría de la salud monárquica. No todo su entorno apoyó la decidida intervención del Rey en la cuestión catalana tras el 1-O, pero su rotundo mensaje del 3 de octubre fue bien recibido hasta por republicanos teóricos.
Simpático pero prudente, más instruido y menos campechano que su padre, Felipe VI sabe que las exigencias del siglo XXI (su falta de intimidad o inmunidad) dificultan su oficio en comparación con reinados anteriores. En la elección de su esposa, harto de que le fueran vetados otros romances por la presunta falta de idoneidad de las candidatas, quebró para siempre el dogma de la sangre azul. Después volvió al libreto oficial. La Reina Letizia sigue siendo resistida por sectores de la población, pero esa distancia no afecta al jefe del Estado.
“¿Esta semana tienes examen?”, le pregunta el Rey a la infanta Leonor. “Dos… Tres”, responde la niña. El Rey ha aprobado con nota el primero de todos, pero le quedan muchos. La vida de la familia Borbón Ortiz es en sí un examen perpetuo.