Juan Carlos I de España, rey emérito y Felipe VI rey real con mando en plaza han recibido este mes sendos homenajes al cumplir el primero 80 años de edad y el segundo 50, cumplidos este martes 30 de enero. Ambos comparten tres años y medio en los que han cambiado sus vidas. El primero tras su abdicación y el segundo desde el momento de coronación.

Estas circunstancias propician las comparaciones que pueden ser odiosas pero también instructivas y producen una cierta melancolía cuando se constatan los profundos cambios que se han producido en los últimos años. Una peculiaridad que tienen las monarquías es que nos ayudan a percibir el paso del tiempo y sus avatares humanos, como bodas, divorcios, bautizos o comuniones, sirven de referencia a los acontecimientos de nuestra propia vida.

Felipe VI curso estudios universitarios en el Lakefield Collage School de Canadá

Son especialmente ilustrativas las cartas que en 1984 Y 1985, hace 33 años y medio, envió el rey Juan Carlos a su hijo que a los 16 años cursaba algo parecido al preuniversitario en el Lakefield Collage School de Canadá en el que explicaba a su heredero el oficio de rey.

Felipe González estaba entonces en la cúspide de popularidad; Juan Carlos había cumplido 46 años y 9 de reinado; y Felipe 16 de vida y de príncipe de Asturias, el primero en la línea de sucesión a la Corona.

Leídas hoy estas cartas que di a conocer en exclusiva como anexo a mi libro El Príncipe y el Rey uno duda de que Felipe VI a los tres años y medio de su reinado pueda aprovecharse de sus consejos. Quizás sea Don Juan Carlos quien podría beneficiarse de los consejos que le pudiera impartir su hijo sobre el oficio de rey emérito.

Carta enviada por el rey emérito a su hijo Felipe el 5 de septiembre de 1984 'El Príncipe y el Rey'

“HEMOS DE CONSTRUIR UNA FAMILIA ESTRECHAMENTE UNIDA”

Late a lo largo de las misivas del rey padre el cínico consejo del que se valen algunos curas: “Haz lo que te digo pero no lo que yo hago”. Es, por ejemplo lo que se deduce cuando Don Juan Carlos aconseja a su sucesor en su primera misiva fechada el 5 de septiembre de 1984: “Hemos de constituir una familia estrechamente unida”. Y añade que no debe haber “fisuras ni contradicciones, pues no podemos olvidar que en todos y en cada uno de nosotros están fijos siempre los ojos de los españoles a los que debemos servir con alma y vida”.

No hace falta que subraye como entiende Don Juan Carlos “una familia estrechamente unida” mientras que Felipe VI, tan casquivano de joven, aparece hoy en las fotos que distribuyó Zarzuela la semana pasada, mostrando una familia ejemplar.

Juan Carlos I se benefició inicialmente de la autocensura cómplice pero cuando la prensa recuperó la decencia crítica y el monarca no pudo beneficiarse del tabú, no se molestó en guardar las apariencias y, en los últimos años de su reinado llegó a hacer de su promiscuidad, virtud.

La Infanta Sofía dirige una mirada jovial a la cámara. Casa de S.M. el Rey

ELABORÓ LA TEORÍA DE QUE LO QUE LOS REYES DEBEN DAR EJEMPLO ES UNA ANTIGUALLA

Dejó el rey de predicar con el ejemplo, función tradicional de los monarcas, pues había llegado a la conclusión de que la monarquía en los tiempos modernos ni puede ni necesita ser ejemplo para nadie. “Don Juan Carlos – me confía una persona próxima al Emérito - había reflexionado hondamente sobre cómo debía conducirse ante la nueva situación y había acuñado una nueva filosofía: “Se dice que la primera obligación del rey es ser ejemplar pero la verdad es que hoy nadie puede ser ejemplar. Eso era antes cuando la gente no sabía lo que pasaba en palacio·. El rey entendía que en los tiempos que vivimos se debe valorar al monarca bajo dos parámetros; su utilidad y su cercanía. Y en consecuencia decide realizar más viajes empresariales: a Chile, a India, a Rusia, al Golfo, a Marruecos etc. Menos viajes políticos y más road show”.

Carta enviada por el rey emérito a su hijo Felipe el 5 de septiembre de 1984 'El Príncipe y el Rey'

“SOMOS ESCLAVOS DE LA PRENSA”

Los consejos que le da sobre la prensa siguen teniendo vigencia. Le advierte el rey que “la información ha llegado a convertirse en una necesidad y para producirla, los encargados de obtenerla y divulgarla llegan a los mayores extremos” Y le previene que algunas apariciones ante la prensa “pueden resultar molestas, pero en algunas - ocasiones son imprescindibles y en todas peligrosas”. Y añade: “Muchas veces no tiene nada de agradable verse poco menos que asaltado por quienes tienen como profesión ejercer esa actividad de información y de comunicación”.

“Los escándalos – le previene - serán en ti -valga la paradoja- más escandalosos que en otro muchacho de tu misma edad, pero que no fuera hijo de un Rey ni estuviera llamado a serlo en el futuro”. Le advierte que “la cadena de la indiscreción es como un reguero de pólvora que se extiende irrefrenablemente” y le recomienda “no permanecer siempre callado -porque pronto se diría que no sabes hablar- ni proceder con excesiva locuacidad. Tienes, pues, que ir acostumbrándote al término medio, a decidir acertadamente cuando puedes hablar y cuan do debes callarte” y a hacerlo “con sencillez y sentido del humor”.

Muchos de los consejos que Juan Carlos I daba a su hijo hace décadas siguen teniendo vigencia 'El Príncipe y el Rey'

Añade una consideración que Don Juan Carlos manejó con maestría: “Saber callar es tan difícil como saber hablar. !Y hay tantas maneras de callar mientras otro habla!. Al que ha encontrado una buena manera de callar, cuando las circunstancias lo aconsejan, casi todo el mundo le entiende”. Y le advierte: “La prensa tiene una importancia inusitada en el día de hoy. Todos somos un poco esclavos de la prensa, porque maneja unas armas que pueden encumbrar o derribar a una persona o a una Institución, aumentar su fama o destruirla y llevarla a la vulgaridad y al ridículo. Pero esa sensación, que a todos confunde y condiciona, tampoco debe inspirarnos un temor exagerado, que se traduzca en una servidumbre ciega e irreflexiva. Hay que respetar a la prensa, pero hay que hacerse respetar por ella manteniendo en todo caso una actitud equidistan te entre ambos extremos: el miedo y el desprecio a la ignorancia.

“TIENES QUE SER, AMABLE AUNQUE NO TE APETEZCA”

El Rey trata de inculcar al joven príncipe que ejerza su simpatía: “Has de mostrarte animoso – le ordena - aunque estés cansado; amable, aunque no te apetezca; atento, aunque carezcas de interés; servicial, aunque te cueste trabajo; entregado por completo a tu misión, aunque esto signifique privaciones y sacrificios.

Tienes que ser ejemplar y acertar a establecer la graduación necesaria para que tu simpatía no caiga en excesiva confianza; para que tu prudencia no se interprete como indiferencia o evasión; para que aunque tengas el orgullo de ser quien eres, no aparezcas como orgulloso; para que sepas tender la mano a todo el mundo, pero cuando la tiendas, sea la mano de un Príncipe o de un Rey. Piensa que te juzgarán todos de una manera especial y por eso has de mostrarte natural, pero no vulgar; culto y enterado de los problemas, pero no pedante ni presumido.”

El Rey remata la faena en la última carta fechada el 6 de junio de 1985 cuando el príncipe estaba a punto de concluir sus estudios en Lakefield: “No olvides jamás quien eres y el alto destino al que estás llamado; no dejes de pensar en que los ojos de los españoles están constantemente fijos en ti y que todas tus acciones serán comentadas y juzgadas con detalle”.

Doña Sofía besando a don Juan Carlos el día de la proclamación de su hijo como rey. GTRES

“HE DEBIDO SOPORTAR DESAIRES Y DESPRECIOS”

Ciertamente Felipe VI no tendrá que pasar por las circunstancias dolorosas y humillantes que tuvo que soportar su padre, refundador de la monarquía, hasta que Franco le nombró sucesor a título de Rey. Debió sufrir con infinita amargura la traición que hiciera a su padre Don Juan de Borbón, el legítimo sucesor de Alfonso XIII según las leyes de la monarquía, por el bien de la Causa, algo que nunca le perdonó su padre.“De mí puedo decirte, - se queja el monarca - que he tenido en mi vida momentos muy delicados, llenos de incertidumbre, en los que he debido soportar desaires y desprecios, incomprensiones y disgustos que tú, gracias a Dios, no has conocido. Pero precisamente esas circunstancias de prueba, que hay que soportar con la sonrisa en los labios, devolviendo amabilidades por groserías y perdonando para ser perdonado, me han permitido madurar, endurecerme y recibir las lecciones necesarias para que ahora pueda mirar atrás con orgullo y con satisfacción”.

EL EJERCICIO DEL “PODER MODERADOR”

“Hubo autores – le escribe el rey - - que consideraban como un poder más -el moderador- aquél que, como antes te he dicho, corresponde en las naciones al Jefe del Estado y, concretamente, en España, al Rey, como titular de la Institución Monárquica . Pero, sin entrar en disquisiciones que tiempo tienes a realizar más adelante, cuando se amplíen y profundicen tus estudios, no hay duda de que en el ejercicio de esas facultades moderadoras que la Constitución Española señala al Rey es de sumo interés estar preparado en materia política, seguir con afición e interés la que en cada momento se realiza en el país, y ser capaz de juzgarla para tratar de influirla con prudencia y con tacto.”

El Rey remachará su preocupación sobre este asunto en otra misiva remitida a su hijo:

“En alguna de mis cartas anteriores te hablaba de la facultad de arbitraje y moderación que el artículo 56 de la Constitución española vigente encomienda al Rey. Esa moderación que algunos tratadistas han llegado a considerar como un poder que se combina con el legislativo, el ejecutivo y el judicial: el que podría denominarse poder moderador y que corresponde al Monarca o al Jefe del Estado.

Pero yo quisiera hoy, para terminar, y precisamente arrancando de las relaciones con la prensa y con los medios de comunicación en general, ponerte de manifiesto con toda intensidad lo importante que es y va a ser para ti, a fín de poder ejercer eficazmente y con autoridad ese "poder moderador", el mostrarte moderado en ti mismo, en tus actitudes, en tus expansiones, en tus declaraciones y opiniones. Medita siempre mucho lo que digas, porque, si bien no siempre es posible abstenerse de decir algo, no olvides que "contra el callar no hay castigo ni respuesta".

Algunas de las cartas de Juan Carlos a Felipe para ser un buen rey hoy producen asombro

Lo que antes, en los lejanos tiempos de Juan Carlos I , lo de “arbitrar y moderar”, era poco más que retórica – a partir del golpe de estado del 23F Don Juan Carlos había llegado a un pacto no escrito con la clase política que podría traducirse de la siguiente manera: “A partir de ahora, hacer vosotros lo que queráis y a mi dejarme que viva mi vida privada con entera libertad”.

Desde entonces el rey ejerció poco su prerrogativa moderadora de la que, pertinentemente, resaltaba epistolarmente su importancia. Esta función es ahora una palanca eficaz pero difícil de manejar. Felipe VI debe apoyar las políticas de su Gobierno pero no de forma que le impida situarse en otro plano, como un amable factor apaciguador.

Obviamente me estoy refiriendo al problema catalán que es su reto y su oportunidad y que le ha proporcionado visibilidad y la esperanza de que puede ser útil, a diferencia de lo que les ha pasado a Mariano Rajoy, a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias a los que Cataluña les ha dejado tambaleando.

El rey Felipe no se ha prodigado en alocuciones políticas. Lo hizo por primera y última vez – los mensajes navideños tienen otro carácter - el pasado 3 de octubre con un discurso duro en la forma y en el fondo, una severidad necesaria para aclarar la firme disposición del Estado frente a la insurgencia, pero al que le faltó un poco de sutileza.

Mensaje del Rey sobre Cataluña

La pasada semana se ha vuelto a pronunciar. En inglés, en otro foro, el de Davos, cita de la creme de la creme del capitalismo mundial, donde es la primera vez que acude un monarca español, y en otro tono, aunque resaltando firme y vehementemente los principios democráticos ante 3.000 participantes, entre ellos 70 jefes de Estado y de Gobierno y una selecta pléyade de inversores.

CATALUÑA ES PARA FELIPE LO QUE EL 23 F FUE PARA SU PADRE

Felipe VI se enfrenta a la crisis más grave desde la restauración de la democracia en España, aún más grave que la que se produjo el 23 de febrero de 1981 con la que tuvo que enfrentarse su padre cuando el coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero asaltó el parlamento y secuestró a los representantes de la soberanía nacional.

Si los independentistas lograran su propósito y Cataluña se separara de España, una hipótesis altamente improbable, en mi opinión imposible, España entraría en una crisis profunda aún más aguda que la que sufrió este país cuando perdió Cuba en 1898.

Felipe VI se la juega en Cataluña. Todos los intentos que ha realizado en esta comunidad autónoma para ganar popularidad, como sus numerosas visitas y la creación del Premio Príncipe de Girona, han tenido un resultado mediocre. Nunca ha conseguido la popularidad que cosechó su padre durante muchos años, hasta los escándalos de Corinna, el elefante y demás.

La conducta de Felipe VI es intachable pero paradójicamente mientras su padre, hasta los últimos años no estaba la monarquía en trance de desaparecer, a condición de sustituir el desapego ciudadano ante la institución por la aceptación del juancarlismo, paradójicamente, insisto, es cuando la monarquía se encuentra en un riesgo mayor de pasar a la historia en forma de paréntesis.

Este martes, la princesa Leonor, a sus 12 años, recibe de manos de su padre el rey la Orden del Toisón de Oro, tal como el la recibió a los 13 años, en un acto que trata de expresar que la monarquía goza de buena salud. No puede decirse que su padre el rey no haya trabajado denodadamente para hacerla reina de España. Ha hecho todo lo que podía pero no es seguro que sea suficiente. Cataluña es una pieza importante para que Don Felipe se gane el sueldo como lo fue que su padre consiguiera que fracasar la intentona del coronel Tejero.

El rey emérito, Juan Carlos I, don Felipe y la Princesa de Asturias Casa del Rey