La enfermera María Jesús -Maje- Moreno (27 años) extorsionó a la familia de su marido, el ingeniero Antonio Navarro (36 años), después de haber planeado -y ejecutado- con su amante el asesinato de su esposo. La viuda negra Maje, cómplice del crimen, presionó mediante llamadas telefónicas continuas -de ella y de su madre- a los familiares del asesinado para reclamar la pensión de viudedad y la herencia: hasta 12 telefonazos en un mismo día.
En octubre del pasado año, tan sólo dos meses después de que Navarro apareciese asesinado tras ser apuñalado hasta en ocho ocasiones, la madre de la enfermera comenzó a llamar de manera continuada al hermano del ingeniero civil de Novelda. En esas llamadas se reclamaba el pago de hasta 30.000 euros.
Fuentes próximas a la familia, citadas por Diario Información, confirman que "desde el primer momento, el interés económico era evidente". "Nos tenía muy sorprendidos. Al parecer, ella presionaba a su madre y era ésta la que llamaba para intentar acelerar los trámites para el cobro de la pensión de viudedad y de la herencia", añaden.
No había dado tiempo a la familia del asesinado -a manos del amante de Maje mientras esta última pasaba la noche con un tercer hombre- cuando estas llamadas se repetían a lo largo del día, hasta sumar incluso 12 en 24 horas. "Aún no se había hecho ni siquiera a la idea de su muerte, así que de la parte económica ni se había empezado a ocupar", continúan las fuentes recogidas por el diario regional.
Tal y como consta en la escritura de la vivienda donde residía la pareja, el 80% era del ingeniero y el 20% restante, de su mujer. Sin embargo, Maje sostenía en esas llamadas que la casa había sido pagada a medias, pero que su aportación -cifrada por 30.000 euros- fue entregada en negro.
José, el publicista, un segundo amante
La viuda negra encargó a su amante que matase a su marido. La noche anterior al asesinato, no la pasó ni con su marido -que horas después sería asesinado- ni con su amante Salvador -que horas después ejecutaría el asesinato-, sino que la pasó con un tercer hombre. Otro amante, un publicista llamado José.
La mañana siguiente, Salvador fue al garaje del marido de Maje y lo esperó escondido entre los coches. Cuando volvió le asestó ocho navajazos que acabaron con su vida casi en el acto. Nadie se explicó en aquel momento el crimen. El ingeniero no tenía apenas enemigos y no había indicios de robo.
Tal fue el teatro que Maje lloró en el funeral y leyó hasta una carta de despedida de su marido, cuando ella había, supuestamente, encargado el crimen. Es algo que se investiga ya que el autor confeso -en un alarde de lealtad extrema- sigue manteniendo que lo hizo por iniciativa propia.