La nieve se ha comido Madrid y ha espantado al peatón. Por las calles sólo corren los obligados: a la oficina, a la fábrica, al despacho... Todo lo demás puede hacerlo otro: ir a por la comida, recoger las medicinas, subir el paquete de tabaco. Desafían a la ciudad para llegar a fin de mes. Esta mañana es más fácil advertirlos. Sus mochilones, casi siempre azules o amarillos, suben y bajan la Gran Vía. La mayoría de los repartidores elige la bici en lugar de la moto: sale más barato.
Dani, 27 años, lleva cinco horas trabajando. "Está muy peligroso, las ruedas deslizan mucho", dice mientras arrima su scooter a la acera. "No puedo pararme mucho, estoy llevando un pedido". La tormenta les somete a un mayor riesgo, pero la exigencia es la misma. Lleva guantes, impermeable de cuerpo entero... Ya ni siquiera intenta despejar el cristal de la moto, cubierto de nieve y hielo. "Cuando llueve, nos dan un bonus del 30%, pero no existe nada previsto para estos casos. No es justo, debería tenerse en cuenta", se despide.
"Si nos pasa algo, estamos solos"
A orillas de Fuencarral, Carlos pone cara a la realidad más torticera de estos trabajadores: "Somos autónomos. Si nos caemos, pagamos nosotros. El seguro que tenemos es nuestro, de mutua, obligado, no a cargo de la empresa. Pero si nos pasa algo, estamos solos". Lleva un chándal empapado, unas deportivas, un gorro y un abrigo granate. Los tobillos, al aire. "Llevo un mes, no me ha dado tiempo a comprar algo más de equipación. Tenía lo justo para la bicicleta".
Este repartidor resume así todo el asesoramiento recibido por la plataforma digital: "Pagamos una fianza por el bolso. Te dan un chubasquero de esos que duran dos días". Calcula estar ganando entre cinco y seis euros por pedido, algo más que de costumbre gracias a la climatología. "¿Bono por nieve? Nos vendría bien".
La dictadura del pedido
Antes les pagaban por horas, ahora rige la dictadura del pedido. Por eso corren, derrapan y toman riesgos. Más de uno se pregunta -y les pregunta- cómo puede compensarles "hacerse autónomos" con esos "sueldos". Deliveroo, Glovo y similares se aprovechan de la "tarifa plana" que pueden obtener los jóvenes al registrarse: 50 euros al mes durante un año y una bonificación del 50% para los siguientes seis meses. Por eso los repartidores casi nunca aguantan más de dos primaveras a lomos de la bici.
Esta figura, la del falso autónomo, les permite "rentabilizar" su trabajo, pero les deja a los pies de los caballos en lo que a derechos laborales se refiere. La empresa condiciona sus horarios, la distribución de los pedidos... Una aplicación les controla y sabe el tiempo que tardan en cada traslado. Los clientes valoran el servicio. "Somos asalariados encubiertos, no autónomos. Lo hacen así para no pagar la Seguridad Social", se quejan los sindicatos. De ahí la oleada de denuncias que asola estas compañías. En la Comunidad Valenciana, la Justicia ha fallado contra Deliveroo, que tendrá que pagar 160.000 euros en cotizaciones.
"Si consigo 35 horas semanales, ganaré unos 900"
Gonzalo, 18 años, espera a que el semáforo le dé luz verde para escalar la Gran Vía en dirección a Plaza de España. Lleva tres semanas como repartidor. Le ha dado tiempo a surtirse de chaquetón y pantalones impermeables, y una funda para el móvil-GPS resistente al agua. Ayer trabajó seis horas. Hoy lleva tres. "Si consigo terminar las cuatro semanas con 35 semanales, ganaré unos 900".
Define una mañana "complicada", "peligrosa", insegura por los resbalones y por lo que viene después: ninguna cobertura en caso del golpazo. "Sí, somos autónomos, se nos obliga a tener un seguro, que también pagamos nosotros. Asumimos cualquier coste relacionado con la bici".
Néstor sonríe de forma estoica. Las condiciones son las que son: "La aplicación te informa de los pedidos disponibles y los coges. Yo llevo trabajando así tres meses". Habla de "supervivencia" y de "recompensa final".
Desde que Deliveroo y Glovo tuvieron que reconocer como trabajadores autónomos dependientes a todos aquellos que facturan a través de una única empresa el 75% de sus ingresos, se les presupone un mayor amparo que no llega. Si están de baja, si se "cogen vacaciones"... su puntuación disminuye y se ven relegados a los peores horarios.
En la Puerta del Sol, José se ha refugiado en el porche de una tienda para descansar un rato. Viste un chubasquero verde fosforito, ha metido los zapatos en bolsas de plástico y ha hecho un nudo por encima. Es su segunda semana como repartidor. Llegó a España hace dos meses procedente de Venezuela. Se ha "metido a esto" porque "necesita dinero". Le gustaría que fuera temporal, pero teme que "será para bastante más".
Mientras los tribunales no digan lo contrario, Glovo, Deliveroo y compañía podrán seguir tratando de "autónomos" a estos repartidores. Siempre que el tiempo apriete, subirá el riesgo. Si caen, pagarán ellos.