Se llamaba María Adela Fortes Molina y tenía 44 años. Una mujer joven, familiar. Señora de su casa; amante de sus hijos, de sus hermanos. Le gustaba reunirse en torno a una mesa, estar con los suyos, disfrutar de lo que les unía: lazos sanguíneos y un amor sin igual. Eran todo para ella. Pero María Adela estaba atravesando unos años difíciles. Tenía un vacío en su vida que trató de subsanar con una nueva relación que la acabó asesinando.
Su marido, su novio de toda la vida y padre de sus dos niños, había fallecido súbitamente de un infarto un lustro atrás. No era la única desgracia que sufría la mujer: su hijo pequeño, enfermo de una dolencia hereditaria, acababa de morir. Habían pasado sólo cuatro meses. Su vástago mayor y ella estaban intentando volver a la normalidad, recuperar una vida que se les había hecho añicos.
Madre e hijo vivían en un marco idílico, a las faldas del embalse de La Viñuela, en la Axarquía malagueña. La comarca, al este de la provincia, está plagada de pequeñas pedanías de casitas blancas, encaladas, levantadas entre cuestas y pequeños recovecos de la orografía local. El chalé de María Adela mira al agua desde la zona de Los Romanes. Tiene dos pisos y una gran terraza. Desde este lunes, también un reguero de sangre a sus puertas.
Su familia no veía con buenos ojos la relación
José Manuel Olea Ternero, su presunto asesino y su última pareja, conoció a María Adela por internet. Eran novios desde hacía unos pocos meses. La familia de María Adela no veía con buenos ojos esta relación. “Es una muy buena familia, pero no le dieron el visto bueno”, cuenta a EL ESPAÑOL un vecino de La Viñuela que conocía bien a la familia.
Este lunes, José Manuel -con seis denuncias por malos tratos a anteriores parejas a sus espaldas, una de ellas incluso cuenta actualmente con orden de protección- acudió a la casa de su novia. La apuñaló. Una, dos, tres veces, hasta llegar a treinta. Después, cogió su coche y huyó. Efectivos de la Guardia Civil y la Policía Nacional le localizaron a altas horas de la madrugada en Marbella, en el otro extremo de la provincia de Málaga. Iba con la ropa ensangrentada.
María Adela era ama de casa, como otras tantas de su generación. Su marido se dedicaba al campo en unas tierras de su propiedad. La agricultura les llenaba los días y el bolsillo. También el estómago. Al enviudar, su hijo mayor “se convirtió en el cabeza de familia”. Se echó el peso de la familia a las espaldas y continuó con el oficio de su padre. Tenía 15 años en aquella época. El hijo, que se queda sin padres y sin hermano, ronda ahora la veintena. Fue él mismo el que manifestó a los agentes que, sobre las 18.00 horas de ayer, vio salir de la casa de su madre a José Manuel en coche. También vio el reguero de sangre entre el lugar donde estaba aparcado el coche y el sitio en el que se encontraba el cuerpo de su madre. Fue él quien dio el aviso a las autoridades.
La Viñuela, en shock
El shock aún dura y la voz le tiembla mientras describe a su vecina a la reportera. “De verdad, no me lo quería creer cuando me he enterado esta mañana”. José Manuel Olea Ternero, de nacionalidad española, no era vecino de La Viñuela. “No habría salido vivo de aquí”, escupe con rabia este amigo de la familia. Lo cierto es que María Adela había empezado a recuperar la ilusión. Se defendía de las críticas familiares. “Siempre decía que era lo suficientemente mayor, que se hacía cargo de su vida”.
Ella, pese a todo, era una “mujer reservada, de pueblo”. Solía salir a tomar café con amigos y con conocidos. A comer en el restaurante de confianza, El Charco. A dar una vuelta. Y en La Viñuela todo el mundo la conocía y quería. Sus padres, sus abuelos eran del pequeño pueblo, de 2.000 habitantes y perteneciente al término municipal de Vélez-Málaga. Los Fortes Molina enraizaron en la localidad hace mucho tiempo y tanto María Adela como sus hermanas continuaban viviendo ahí.
“María Adela estaba muy orgullosa de su hijo mayor”. De ella dicen en La Viñuela que era “una luchadora” y que “padecía de los nervios”. Que era una mujer de su casa, de su familia. Que todos se querían y se trataban habitualmente. Y que, difícilmente, podrán volver a recuperar una normalidad arrebatada a cuchillazos.
María Adela Fortes Molina, de 44 años, es la cuarta mujer asesinada por un hombre desde que comenzó el año. En España, en 2018, también han sido asesinadas Jénnifer Hernández Salas, de 46; Laura Elisabeth Santacruz, de 26, y Pilar Cabrerizo López, de 57.
La serie 'La vida de las víctimas' contabilizó 53 mujeres asesinadas sólo en 2017. EL ESPAÑOL está relatando la vida de cada una de estas víctimas de un problema sistémico que entre 2003 y 2016 ya cuenta con 872 asesinadas por sus parejas o exparejas.