El 18 de agosto de 2010 era miércoles. El último sitio en el que Sonia Iglesias fue vista antes de desaparecer para siempre fue una zapatería de la calle Arzobispo Malvar, en pleno casco antiguo de Pontevedra y casi a la vera del Lérez, el río que bordea la ciudad. Allí fue a dejar unas sandalias y nunca se la volvió a ver. Su hijo de 9 años acababa de hacer la comunión.
Desde entonces, cada año Pontevedra se echa a la calle para no olvidar porque en realidad nunca se perdió la esperanza de encontrarla. O de que apareciera. O de que el autor de su muerte se entregara. Ahora, este hecho parece estar más cerca que nunca de ocurrir.
Sonia tenía 37 años y no quedó un solo rastro de ella. Ni una pista. Tan solo su cartera, que apareció poco después en el entorno del poblado de O Vao, un pequeño poblado marginal al otro lado del río, hacia el norte. Esa fue la única pista de la que pudieron tirar los agentes. Y con la que luego llegaron hasta el que había sido su marido.
Araújo, siempre en el punto de mira
El primer día en el que desapareció Sonia, Julio Araújo se mostró colaborador con los agentes. Estuvo en el registro de la vivienda, en el barrio de Mourente, denunció en comisaría la desaparición de Sonia. Sin embargo, desde el minuto uno, Araújo estuvo en el punto de mira de los agentes.
Los agentes siempre barajaron la hipótesis de que había actuado con alguien, pero el caso se enfrió en el año 2013 y por falta de pruebas se le terminó desimputando. En 2015 se archivó todo. Sin embargo, algunos indicios había para sospechar del hombre que ahora vuelve a estar en el punto de mira de los agentes que llevan la investigación del caso desde hace 8 años.
A finales de noviembre, tres meses después de que Sonia desapareciese, Araújo presentó una denuncia contra su suegra, Carmen Eirín, por supuestas injurias y calumnias, por “insinuaciones o comentario que relacionarían al denunciante con la desaparición de su pareja”.
La denuncia se archivó pero desde entonces la familia de Sonia empezó a ver que aquello podía tratarse, sin duda, de un claro caso de violencia machista. En julio de 2012, Julio fue imputado.
En el año 2013, uno de los investigadores apareció en el programa Espejo Público esbozando algunos de los detalles del caso. En concreto, se refirió a la relación que podía haber entre la aparición de la cartera de Sonia y el teléfono de su pareja. Según contó el policía, el teléfono repetía en la misma dirección, en la misma zona que estaba la cartera.
Investigación en la casa
El lugar que estos días están registrando los agentes ya había sido revisado en anteriores ocasiones. Sin embargo, esta semana un enorme grupo operativo llegó desde Madrid para investigarlo todo de forma más exhaustiva. Algo que todavía no ha trascendido tienen con lo que volver a tirar del hilo.
Allí lo levantaron todo. Abrieron el suelo, tiraron la casa, abrieron pozos y fosas sépticas. Araújo estuvo presente a lo largo de todo el registro. En el registro se emplearon toda clase de medios, entre ellos un georradar en la finca trasera del inmueble. Los agentes también se llevaron al lugar un laboratorio móvil de la Policía Científica.
Araújo no está detenido, aunque sí investigado por homicidio.
Mientras, Pontevedra es una ciudad que no deja de recordar a Sonia. Viven en ello. Desde aquel día fatídico, cada año se sale a la calle ese mismo día para que su nombre no se olvide. La familia de Sonia va siempre delante y sostienen la pancarta con su rostro. Su hijo tiene ahora 17 años.