La tarde del lunes 16 de agosto de 2010 Sonia Iglesias Eirín bajó con su hijo y su marido, Julio Araújo Domínguez a las calles de Pontevedra para disfrutar de las últimas horas de la fiesta de La Peregrina. La fiesta grande de la ciudad se prolonga durante una semana entera cuando en Galicia se encaran los últimos días del verano. Fue la última vez que salieron los tres juntos a la calle.
Sonia llevó al pequeño, que entonces tenía 9 años, por las barracas de los feriantes a disfrutar de las atracciones, de los juguetes y de los puestos de dulces y caramelos. Habían pasado unos días desde la comunión del pequeño, las cosas con Julio iban cada vez peor y el divorcio estaba a la vuelta de la esquina. Se había decidido que la que había sido su pareja durante veinte años cogiese las maletas y se marchase de la casa que ambos compartían desde el nacimiento del niño. Para que pequeño no estuviese presente por si Julio “montaba alguna escena” al marcharse, Sonia decidió llevarle esa misma noche, tras la diversión en los chiringuitos y entre las barracas de la fiesta, a la casa de su hermana mayor, Mari Carmen. El joven nunca volvió a ver a su madre.
Han pasado ya siete años y medio desde la desaparición de Sonia cuando salía de su casa para ir a trabajar y la resolución del caso, aunque este continúa siendo un misterio, parece estar cerca de alcanzarse. Los agentes siguen sospechando de Julio, a quien ya mantuvieron imputado durante tres años, entre 2012 y 2015. Se unen dos novedades: por un lado, la hipótesis de que no actuó solo empieza a cobrar fuerza debido a la investigación sobre su hermano. Por otro, el panteón familiar de los Araújo. Este se ha vuelto en las últimas horas el punto clave para desentrañar uno de los casos con más incógnitas de la crónica negra gallega en los últimos años.
En el cementerio de San Mauro
Durante los últimos días, las preguntas de los agentes que investigan el caso sobrevolaron la hipótesis de que el cuerpo de Sonia pudiera haber sido enterrado en ese lugar. A Julio le preguntaron si en los últimos tiempos había estado por allí. A su hermano David le preguntaron si le había ayudado a hacer allí algún tipo de movimiento. Ambos se negaron a contestar.
El panteón familiar de los Araújo se encuentra enclavado en la parte trasera del cementerio de San Mauro. De todos los que allí se encuentran, el de la familia de Julio es, a primera vista, uno de los que mejores calidades poseen. La suya es una familia acomodada en la ciudad, dedicada al sector de la venta de muebles. El mausoleo ocupa un lugar amplio y privilegiado. Una cristalera de vidrio resguarda 32 nichos de mármol blanco. De estilo neoclásico, el cementerio se construyó hace 130 años, a finales del siglo XIX. Se trata de un lugar histórico para los vecinos de la ciudad. Las tumbas que pertenecen a la familia del principal sospechoso se encuentran a poca distancia de donde están enterrados Pío Cabanillas, el hijo de Valle Inclán o Alexandre Bóveda, político fusilado por las tropas franquistas en el 1936. Este jueves, la zona no se encuentra restringida por precinto policial alguno.
Fue en la zona de San Mauro donde Sonia y Julio iniciaron su relación. “Se marcharon de allí en el año 2001”, señala a EL ESPAÑOL Mari Carmen, la hermana de Sonia. Ese año nació el hijo de ambos. La casa que ambos compartieron se encuentra a escasos 50 metros de distancia del cementerio. Todo está abandonado desde que la pareja se marchó al centro de Pontevedra, al piso que está detrás de la plaza de toros. Allí fueron felices los primeros años, pero la relación se fue deteriorando. Esta semana Julio regresó al lugar en el que empezó el amor para presenciar el registro de los agentes.
Hay tres aspectos que hicieron que los investigadores dirigiesen la lupa de sus pesquisas hacia el panteón de los Araújo. Primero, se puede acceder desde la parte trasera del cementerio sin ser visto. A pocos metros de allí, uno de los muros que cercan el recinto se abre hacia una cuesta que conduce a terrenos abiertos. Por ahí se puede entrar con relativa facilidad. Segundo, la cercanía de la casa que fue registrada esta misma semana en busca de todo tipo de pruebas. Tercero, las cámaras de tráfico de la Policial Local de Pontevedra grabaron el coche de Julio la noche de la desaparición de Sonia.
Su rastro se pierde en las inmediaciones de la casa familiar y del cementerio de San Mauro. Sin embargo, esta última prueba se ve desacreditada por otra: el teléfono móvil de Julio posiciona a algo más de 15 kilómetros de allí, en las inmediaciones del monte de Castrove. Es otro de los misterios que todavía no se han podido resolver.
“Es un caso más difícil que el de El Chicle”
En los numerosos interrogatorios a los que se ha visto sometido, Julio Araújo siempre se mostró duro como una roca ante los agentes. Ni un solo resquicio. Este hecho está llevando a pensar a algunos agentes cercanos a la investigación que puede tratarse de un caso más complicado, por ejemplo, que el de El Chicle, el autor confeso de la muerte de Diana Quer. “En aquel caso, se dio con un violador reincidente. El tipo no se quedó quieto y cometió el error de ir a por otra joven a repetir el secuestro. Aquí es más difícil porque no estamos ante ese perfil. Si fue él, ese hecho no lo va a repetir. Dimos con un tío muy seco, duro, que no se perturba por nada”, explica uno de ellos a EL ESPAÑOL. Lo cierto es que Sonia lleva 7 años y medio desaparecida.
Ni él ni su hermano han soltado prenda en los interrogatorios de esta semana. Duraron apenas unos minutos porque se negaron a declarar. Nadie ha podido arrancarle una sola palabra de culpabilidad en los últimos siete años.
-La primera que sospechó de él, antes que ninguno de nosotros, fue mi madre. Antes que todos nosotros.
Mari Carmen, la hermana de Sonia Iglesias, comenzó a enfocar sus sospechas sobre su cuñado cuando se enteró de lo que declaró a la policía. Aquello era totalmente contradictorio con la versión de la familia, lo que Sonia les había contado y lo que ellos mismos habían visto. “La versión que él mantenía es que Sonia se había ido porque estaba ya con una nueva pareja. Decía que le había abandonado a él con su hijo, que no se iban a separar, que nos lo inventamos. Lo cierto es que ni siquiera había empezado una nueva relación con nadie. Había un chico, sí, pero no era de la ciudad y apenas acababan de comenzar a conocerse”.
La familia sabía que la pareja hacía años que no iban bien. La separación era inminente. Cuenta Mari Carmen que el día en el que Sonia desaparece era el día en que Julio tenía que hacer la maleta y marcharse de la casa que ambos compartían. “Siete años después sigue viviendo en la misma casa que compartió con mi hermana. Y eso que se iba a marchar”.
Problemas con el alcohol
En los últimos años, Julio tenía serios problemas con el alcohol. Las noches que salía se convertían, ya en casa, en discusiones con Sonia. Una pesadilla, dice la familia, que terminó repercutiendo en la relación con Sonia.
Una de esas noches tuvo lugar dos días después de que el Juzgado de Instrucción número 3 de Pontevedra le imputase por el delito de detención ilegal por la desaparición de Sonia. Esa noche Julio tuvo un accidente de coche a las puertas de su casa, la que compartía con Sonia. Una patrulla le vigilaba. Araújo estaba aparcando su coche cuando chocó contra otro vehículo. Los daños fueron apenas superficiales, pero no se pudo librar del control de alcoholemia. Dio 0,68 en el primer resultado y 0,78 en el segundo. Triplicaba la tasa permitida.
Días después se supo que el coche que conducía no había pasado la ITV. Su carné de conducir había caducado tiempo atrás. Todos en Pontevedra conocen cómo acabo aquello: Julio Araújo tuvo que pagar una multa de 1.080 euros. Le retiraron durante diez meses el permiso de conducir. Lo que nadie conoce todavía es lo que oculta este hombre que, cada vez que tiene que declarar ante la policía, recurre a la misma estrategia: se encoge de hombros, agacha la cabeza y cierra la boca.