El pantano de Susqueda es una zona muy frecuentada por los pescadores de la comarca de La Selva, al interior de la provincia de Girona. Este era uno de los lugares favoritos de Jordi Magentí Gamell, principal sospechoso del crimen del pantano, para salir a la captura de alguna trucha, una carpa o quizá un salmón por añadidura. La pesca es una actividad que quienes la desempeñan lo hacen con un punto de camaradería. Sin embargo, Jordi iba mucho a su aire, aunque todos le conocían. Sabían de sus prontos, del carácter volcánico con el que podía llegar a reaccionar si alguien le contrariaba. Si el que tenía al lado estaba pescando más que él. Lo explica un vecino de Anglès (Girona), la localidad natal del presunto asesino, a EL ESPAÑOL: “Le daba mucha rabia. Como él cogiera menos que tú, se volvía loco. Se enfadaba y se ponía como un loco. En serio”.
El verano del 2017 acudió allí con asiduidad. Los pescadores dicen, sin embargo, que tampoco parecía que su actividad con la caña fuese muy intensa. Entraba en el bosque, salía, luego volvía a entrar. Cada vez que salía en busca de alguna trucha, Jordi subía con puntualidad fotografías a las redes sociales de las capturas que había hecho: truchas, siluros, carpas, salmones.
De vez en cuando, participaba en algún torneo de pesca de la zona. Como siempre, al menos desde que volvió de la cárcel por el asesinato de su mujer, iba a su aire: “No soportaba que le llevaran la contraria. Jordi siempre fue un tipo de carácter explosivo. No respetaba las normas de los concursos. Le daban igual. Si había un precinto que pusiese: solo se puede pescar en esta zona, a él eso no le importaba. Decía: ‘Que vengan a decirme algo’”.
Y así, tras salir de la cárcel por cumplir el asesinato de su mujer, Jordi reanudó a su vuelta al pueblo una actividad de total normalidad, acudiendo de forma asidua al pantano, hoy zona cero del crimen y donde se encontraron los cadáveres de Marc y Paula, así como su Opel Zafira. Allí iba a pescar a menudo, sobre todo en los últimos tiempos.
A su vuelta de la cárcel, Jordi se inscribió en la Societat de Pesca Esportiva d’Anglès i Comarca (SPEAC). Participó en distintos torneos, sobre todo de pesca de carpas. “Una vez ganó uno de los concursos”, cuenta un miembro de esta sociedad a este periódico. El hombre pescaba de forma obsesiva.
Raves y pesca
El pantano de Susqueda es un paraje bello e inhóspito. Cuentan los vecinos en la zona que es un lugar de riscos escarpados, rodeado de bosques, con multitud de discretos recovecos. Se trata de una zona en la que los cazadores están muy presentes, donde encuentran las mejores piezas. En el pantano, además de las actividades recreativas como el kayak, no son pocos los pescadores que se animan a echar el anzuelo.
El área oculta también otra cara. En los rincones que se forman entre los huecos de las montañas, no es raro encontrarse el fin de semana con cientos de jóvenes participando en alguna rave. En estos bosques, cercanos a Anglès, aumentaron en años pasados las plantaciones de marihuana localizadas por los agentes locales.
Este es un detalle a tener en cuenta: el hijo presunto asesino de Susqueda, también de nombre Jordi y también detenido este pasado lunes, había sido detenido en anteriores ocasiones por tener una pequeña plantación de marihuana en su casa. Esta vez solo le pillaron unos pocos gramos en casa. Su relación con el crimen todavía es un misterio. De pequeño, recibió tratamiento psicológico. Fue criado por su abuela junto a su hermana durante todos los años que su padre estuvo en la cárcel. Solo tenía ocho en el momento que Jordi disparó tres veces para matar a su madre.
El verano pasado, el del crimen, Jordi Magentí acudía con bastante asiduidad a la zona. Todo lo extraño que ocurre en torno al pantano es bien conocido en el pueblo. Los habitantes de Anglès saben que allí siempre se está moviendo alguna cosa rara. “No creíamos que hasta ese extremo”.
“Su madre no quería ni verle”
Cuando salió de la cárcel el año 2009, Jordi tenía 51 años. Aún era joven. Al poco tiempo, cogió un avión y se marchó de España rumbo a Colombia. Acababa de salir de la cárcel tras pasar 12 años en prisión por asesinar a su mujer con una escopeta de cazar jabalíes en el año 1997. Así que era el momento, debía pensar, de cambiar de aires. Allí iba a empezar una nueva vida. En ese lugar conoció a Nancy y a su familia. No tardaron mucho en enamorarse. Se casaron en 2012.
Jordi pronto hizo planes para marcharse de nuevo a España, a su casa en Cataluña. Volvió hace dos años. Allí todavía vivía su familia. Pero Anglès (Girona), un pequeño pueblo de apenas 5.000 habitantes, no olvida.
La mañana de este martes es gélida pero son centenares los vecinos que acuden en algún momento del día a los alrededores del número uno del Carrer Nou, a la llamada Can Cuixa. Bajo el puente que hay frente a la casa todavía permanecen los restos de la nieve caída la noche anterior, pero nadie se quiere perder lo que está ocurriendo. Los Mossos d’Esquadra están registrando la casa del tío de Jordi. Cuando llegan y sacan al hombre del coche, Jordi tuerce la cara hacia los periodistas, y grita con la boca desencajada a la que es introducido en la casa:
-¡¡Yo no he hecho nada, me quieren cargar un muerto que yo no he hecho!! ¡Yo no he hecho nada!.
Ese fue el lugar en el que se tuvo que instalar al volver de Latinoamérica. Cuentan los vecinos que antes de asesinar a tiros a su primera mujer, había trabajado toda la vida en Antex, una empresa textil ubicada tres kilómetros a las afueras del pueblo. No volvió a encontrar empleo tras abandonar el presidio. Jordi decía sobrevivir con una pensión de invalidez que obtenía fruto de sus supuestos problemas mentales, los mismos que hicieron que la condena de 17 años por matar a su mujer se redujeran a 15.
Sin trabajo, sin recursos, acudió a la casa de su madre, algún kilómetro más arriba del centro de Anglès. “Pero Josefa no le quería ni ver. No lo podía tener delante”, explica un hombre de 61 años a EL ESPAÑOL, vecino del pueblo de toda la vida.
Estuvo poco tiempo en casa de su madre. Decidió mudarse de allí a la casa de su tío, la que este martes estaba siendo registrada. El hombre está muy mayor, anda por la cale con bastón. Necesitaba alguien que atendiera de él así que Jordi acabó instalándose allí con Nancy, recién llegada de Colombia para conocer el pueblo en el que su amor había crecido.
Jordi no engañaba a nadie en el pueblo que le vio crecer. Todos en el lugar saben exactamente cómo es su carácter. “Desde pequeño tenía un pronto muy explosivo. Es un hombre con el que no se puede discutir. Se pone a gritar si no tiene la razón y se marcha”.
Desde entonces, su rutina era bien sencilla: café en el bar delante de casa, paseo con el tío al que estaba cuidando, disfrutar con su nueva mujer y salir a pescar y a cazar con asiduidad. Incluso después del crimen del pantano continuó con normalidad con su vida. O eso dicen quienes le conocen en los alrededores. Pero era el momento de marcharse. “La mujer nueva se marchó hace poco de vuelta a Colombia. Él estaba preparando ahora el viaje”.
Son las once de la mañana y los vecinos llevan mas de dos horas aguantando el frío, esperando la más pequeña novedad del registro de la casa.Dentro, en el bar al que Jordi acudía con asiduidad, los camareros y algunos vecinos se resguardan, ateridos por el frío, y ven en la televisión las últimas noticias. En pantalla, las imágenes del juicio del año 1997, cuando asesinó a tiros a su ex mujer, Josefa García.
-... Recordemos que se le redujo la condena por trastorno mental...
Una vecina estalla al escuchar al tertuliano.
-Trastorno mental, sí. ¡Els collons!
Pocos metros más allá, torciendo a la derecha de la casa en la que vivía ahora el presunto asesino, hay un pequeño puente. Son apenas cincuenta metros entre ese punto y el nuevo lugar en el que Jordi se instaló a su vuelta de Colombia y de la cárcel. Un vecino lo señala al reportero. “¿Lo ves bien? Fue ahí al lado. Ahí mató a su mujer”.