Lo han vuelto a hacer. Japón vuelve a dominar en el panorama mundial del whisky. Los nipones llegaron la semana pasada al Reino Unido y le dijieron a los británicos: “Sí, ustedes inventaron el whisky, pero ahora mandamos nosotros”.
Se acaban de fallar, en Londres, los World Whiskies Award (WWA). Algo así como los Oscars del whisky. O los Grammy, o los premios más gordos que uno quiera imaginarse. Y la hostia que se han llevado los escoceses (mayores productores mundiales) ha sido importante. La de 2018 ha sido la edición de los WWA con más ganadores de fuera de las islas. Sudafricanos, canadienses, estadounidenses... Pero la gran victoria, el ganador en la principal categoría, ha sido el Hakushu de 25 años. Un caldo japonés de la destilería Suntory. Se ha impuesto en la categoría “Best Single Malt” (Mejor whisky de malta), que vendría a ser algo así como el Oscar a la mejor película.
¿Le apetece probarlo? No hay problema. El precio medio de la botella de de 2.500 euros. Si andan ágiles pueden mandarlo a pedir a una tienda londinense que lo tiene a 2.100. Es la oferta más barata en todo el planeta. A partir de ahí es todo subir. Y hay que darse prisa, porque con el whisky también se especula. Las botellas que ganan los WWA tienden a disparar su precio en un breve lapso de tiempo. El Hakushu es casi una rareza, porque es un whisky japonés ahumado, que normalmente escasean en ese país.
Japón se lleva los tres premios principales
No ha sido lo único que han ganado los japoneses este año. También se han impuesto en las otras dos categorías mas importantes. El “Best Blended Malt” (Mejor mezcla de malta) ha sido para el Taketsuru de 17 años. Un whisky de la destilería Nikka cuyo precio raramente bajará los 200 euros. ¿Que qué diferencia hay entre un Single Malt y un Blended Malt? Pues que el primero es whisky hecho con cebada malteada de una sola procedencia y el otro con mezcla de varios lugares. Algo que al consumidor final ni le va ni le viene.
El tercer premio que se marcha al país del Sol Naciente ha sido el que reconoce al “Best Blended limited release”. Es decir, el mejor whisky blended, que quiere decir que no es sólo de malta, sino una mezcla de malta y grano. Porque el whisky se puede hacer con muchos cereales distintos. Hasta con trigo o maiz. Para que el consumidor español lo entienda el Single Malt es el Cardhu y el Blended es el Chivas. Pues en esta categoría se ha impuesto un whisky japonés llamado Ichiro Malt and Grain Limited Edition. El precio de una botella ronda los 600 euros… en las tiendas japonesas. Para encontrar alguna por Europa lo van a tener más complicado.
Entonces, ¿es bueno el whisky japonés? Mucho. En menos de un siglo han conseguido liderar este mercado, lanzando un torpedo a la línea de flotación del orgullo escocés. Los japoneses empezaron a destilar esta bebida en los años 20, gracias el empeño de dos locos que han pasado a la posteridad como “los padres del whisky japonés”: uno es Shinjiro Torii, fundador de Suntory. El otro es Masataka Taketsuru, fundador de Nikka. Sus historias empezaron por separado, se juntaron, se discutieron, se separaron y ahora, sus legados son las dos principales empresas de whisky de Japón. Algo así como un Barça-Madrid del whisky nipón. Esta es su historia (muy reducida).
Breve historia del whisky japonés
Shinjiro Torii era un farmacéutico muy aficionado a los licores europeos que llegaban importados al puerto de Tokio. Tanto, que a finales del siglo XIX los fabricaba (a su manera) en su botica de Tokio y los dispensaba como medicinas, sin demasiado éxito entre una población del Japón imperial poco acostumbrada a experimentos. En 1907 consiguió imitar un vino de Oporto al que llamó Akadama. Y con aquello lo petó. Su invento se popularizó, y Shinijii Torii vino a pensar que “si esto les ha gustado, con el whisky van a flipar”. Eso lo pensó en japonés, obviamente. Y a principios de los años 20 empezó con sus primeras pruebas.
Vamos ahora al otro personaje: Masataka Taketsuru, un químico japonés hijo de un productor de sake, también bastante obsesionado en aprender a fabricar aquel whisky del que hablaban los libros europeos y americanos. Taketsuru le prometió a su padre que aprendería a fabricar aquel caldo dorado, que se marcharía a Europa y que no volvería hasta que aprendiese el secreto. Consiguió convencer a la empresa licorera Settsu Shuzo que aquello del whisku era el futuro, y la empresa lo mandó a Escocia, a que aprendiese a hacer whisky. Parte del dinero que se llevó se lo prestó un acaudaldo japonés, a cambio “de que te cases con mi hija cuando vuelvas de Escocia sabiendo hacer whisky”.
Taketsuru llegó a Escocia y trabajó en la destilerías Longmorn y Hazelburn. Los escoceses le enseñaron a hacer whisñy. Eran los años 20. No había internet ni globalziación. ¿Qué daño podría hacernos enseñar a un japonés a fabricar whisky?, debieron pensar los scottish. Punto para Taketsuru.
Surgió el amor
Taketsuru, además de químico, era experto en artes marciales. En algún sitio tenía que vivir. En la universidad conoció a una chica, hija de un doctor apellidado Cowan, que había fallecido. Los Cowan pasaban por apuros económicos y alquilaban una habitación. Su compañera le hizo al japonés una oferta: “Nosotros te alquilamos una habitación y tú nos enseñas a hacer jiu-jitsu”: Taketsuru aceptó. Cuando llegó a casa de los Cowan, conoció a Rita Cowan, la hermana pequeña de la familia, que también estaba medio comprometida con un rico escocés. Pero Masataka Taketsuru y la pequeña Rita Cowan se enamoraron, y ante eso no hay matrimonios de conveniencia que valgan.
Cuando Taketsuru consideró que ya sabía hacer whisky, se cogió del brazo de Rita Cowan, dijo bye bye (en inglés) y se largaron juntos a Japón, a pesar del mosqueo tan grande de la familia Cowan y del rico escocés con el que ella tenía apalabrada una boda. Cuando la pareja a Japón, se casaron, a pesar del mosqueo tan grande del acaudalado japonés con cuya hija tenía apalabrada él una boda. Esta historia de amor, con el tiempo, fue el argumento de Massan, el culebrón más famoso de la televisión pública japonesa.
Torii y Taketsuru se unen
Amoríos y desamores al margen, el farmacéutico Shinijii Torii (volvemos a él) se enteró de que el tal Masataka Taketsuru había vuelto de Escocia con la receta de su anisado whisky. No sólo eso: también se enteró de que la empresa que le había financiado parte del viaje había quebrado. “Pues unámonos y fabriquemos whisky por nuestra cuenta”, le propuso el boticario. Y así fundaron ambos la primera destilería de whisky de Japón en el pueblo de Yamazaki. Eligieron la isla de Hokkaido, por ser el lugar con un clima más parecido a Escocia. En 1923 consiguieron destilar la primera botella de whisky japonés de la historia. Lo llamaron Shinofuda etiqueta blanca y el resultado fue una absoluta porquería.
No desfallecieron, pero con el tiempo se pelearon. El farmacéutico Torii siguió con su empresa Suntory (mezcla de su aapellido y la palabra sol en inglés) y Taketsuru fundó una empresa llamada Nikka, que durante muchos aós fue la más exitosa productora de whisky de Japón. No sólo whisky. Por ejemplo, produce también ginebra, o un licor de manzana muy parecido al Calvados al que llamó “Rita”, en honor a su esposa, que falleció en 1961.
También murió Torii, pero dejó al cargo de la empresa a su hijo, un tipo obsesionado con la naturaleza que fundó otra destilería en Hakushu, la zona de Japón con (dicen) el agua más pura. Hakushu, Taketsuru… ¿Les suenan esos nombres? Sí, claro. De los primeros párrafos. Son los nombres de los ganadores de este año.
¿Cómo se toma el whisky?
Desde entonces, el whisky ha formado parte activa de la vida de los japoneses, que lo toman con las comidas, con agua caliente en invierno o con un gran hielo en el centro. De hecho, Japón es el único lugar del mundo donde uno puede tomarse un whisky con hielo y no quedar como una paleto para los ortodoxos del whisky. Porque… ¿cómo se toma el whisky?
El whisky, más allá de lo que diga cualquiera, se toma como a cada persona más le guste. Si a usted le gusta el sabor mezclado con un refresco, ¿por qué no tomarlo así? O en un cóctel que lleve whisky. Pero sí que es cierto que los puristas entienden que el whisky solamente debería catarse de dos maneras: solo o con un chorro de agua fresca que “abra” los sabores.
Con hielo no. El hielo lo colapsa. La baja temperatura bloquea los matices y el rápido deshielo del cubito lo acaba aguando demasiado. Los japoneses, para evitar eso, se inventaron una cosa llamada “banshaku”. Si uno va a tomarse un whisky en un local especializado de Japón y lo quiere con hielo, se sienta a esperar, porque hay una artesano que le va a tallar una esfera perfecta a mano, del tamaño del vaso. El bloque es grande y no va a derretirse tan pronto.
“Lost in translation”, la película que popularizó el whisky japonés
Torii y Taketsuru empezaron una industria que, con el tiempo, acabó no sólo copiando la fórmula escocesa, sino mejorándola. Es lo que suelen hacer los japoneses, ¿recuerdan? La calidad de sus destilados ahora es espectacular, pero no ha sido hasta principios de este siglo cuando ha saltado a la popularidad mundial. Gran parte de la responsabilidad fue de la película “Lost in translation”, protagonizada por Bill Murray, que interpreta a un actor que viaja a Japón a anunciar un whisky llamado Hibiki 17.
Ahí empezó la eclosión mundial del whisky japonés. Antes era asequible. Ahora está por las nubes. Y a ese carro se han subido otras destilerías nuevas, aprovechando la fama de Nikka y Suntory. Sus productos son, en ocasiones, mediocres, pero el whisky japonés ya es como una denominación de origen que oscila entre la garantía de calidad y el hype.
Taiwan también ganó
¿Sólo los japoneses hacen buen whisky asiático? No. Taiwan es la fuerza emergente. En 2015, la empresa Kavalan hizo historia al ser la primera marca taiwanesa que ganaba los WWA con su whisky Kavalan Solist Vinho Barrique, envejecido en barricas de Oporto. Que esa es otra de las claves del whisky: el envejecimiento en barriles reutilizados que han tenido otros licores dentro antes (principalmente jerez o bourbon) le dan al producto un valor añadido.
Otros que han ganado este año han sido los sudafricanos, que se han impuesto en l categoría de mejor whisky de grano con el Bains Cape Mountain. Los estadounidenses han ganado en otras tres categorías y los canadienses en otra. En realidad, el único whisky escocés que se ha hecho con un premio importante ha sido una extrañísima sorpresa: el mejor blended (mezcla de malta y grano) de este año es un Johnny Walker etiqueta dorada. Un whisky de 30 euros que puede obtenerse en cualquier supermercado. Más allá de eso, los Oscars del whisky 2018 han certificado la caída del whisky escocés. Ellos lo inventaron, pero han perdido el partido.
LISTA DE GANADORES 2018
Mejor Single Malt: Hakushu 25 Years Old
Mejor Single Malt de un sólo barril: Sullivan’s Cove American Oak Single Cask HH0351
Mejor Blended: Johnnie Walker Gold
Mejor Blended (edición limitada): Ichiro’s Malt and Grain Limited Edition
Mejor malta mezclada: Nikka Taketsuru 17 Year Old
Mejor whisky de grano: Bain’s Cape Mountain Whisky
Mejor Bourbon: 1792 Full Proof
Mejor Rye (whisky americano de centeno): Distillery 291 Colorado Rye
Mejor whisky de trigo: Bainbridge Battle Point
Mejor whisky de maiz: Balcones True Blue 100 Proof
Mejor blended candiense: JP Wiser’s Dissertation
Mejor pot still (una antigua forma de destilar): Ransom The Emerald 1865 Straight American Whiskey