Ángela Muñoz saluda a los pies del monumento al Quijote, en la plaza de España, sólo a unos metros de donde este jueves por la mañana le recogerá un furgón de la presidencia del Gobierno para llevarla al Palacio de la Moncloa junto a cuatro compañeras. Bajo el abrigo, la camiseta verde de "Las Kellys" -las camareras de habitaciones de hotel-, que exigirán a Rajoy, cara a cara, que facilite su éxodo del precariado a la justicia. Son más de 200.000 en todo el país. 7.000 sólo en Madrid.
La externalización del servicio de limpieza por parte de los hoteles, aliñada gracias al jugo de la reforma laboral, permite una pirámide de enriquecimiento en la que siempre pierden ellas. "Ellas" porque entre el 95% y el 98% de "Las Kellys" son mujeres. Contratos de una semana, dos euros por preparar una habitación al completo, enfermedades laborales no reconocidas, incapacidad para sindicarse...
Mientras camina a orillas de la estatua de Cervantes, Ángela explica cómo "Las Kellys" se han convertido en el motor del coche que es España, invisible a ojos de quien lo conduce, desgastado para disfrute del viajero. Los gobernantes presumen del turismo, sostenido por estas mujeres en las que pocos reparan.
A Ángela, que irá a Moncloa junto a otras cuatro compañeras, aupadas por la asociación gracias a su "verborrea", le sorprende que Rajoy les abra las puertas: "Dijo que no estaba al corriente. Fíjate qué curioso, sobre todo después de que hayamos estado en el parlamento europeo y nos hayamos manifestado por todo el país, después de que su partido haya votado en contra de las propuestas que pretendían defendernos".
¿Quién hace la cama de Rajoy?
Ángela va a preguntarle al presidente del Gobierno quién le hace la cama, cuántos euros paga por ello, si se trata de un servicio externalizado... "Me juego el cuello a que Rajoy no sabe ponerle la funda a una almohada. Y menos con la exigencia que se nos requiere. Sin arrugas, perfectamente ajustada. Quizá no sepa el nombre de esas personas, como somos invisibles...", incide la vicepresidenta de esta asociación que ya aúna varias federaciones territoriales.
Ahora, con la pregunta, a Ángela, que pasea en busca de un café, le asalta la idea: "¿Y si le llevo una almohada al presidente para que hagamos la prueba? No lo descarto, ¿eh?".
Como Rajoy, narra Ángela, la mayoría de ciudadanos desconoce que una kelly debe "hacer una habitación" en apenas cuarto de hora. Dos euros por deslomarse levantando un colchón nórdico, quitar y poner las sábanas, barrer, fregar, aspirar, limpiar el baño, vaciar los armarios... Sólo dos euros de los 119 que, de media, cobra un hotel en Madrid. "Por cualquier desperfecto, te la echan para atrás y tienes que volver a empezar".
Las consecuencias de la "maldita externalización"
La "maldita externalización", en líneas generales, ha reducido en un 40% los sueldos de "Las Kellys". Trabajan más horas en peores condiciones. Más de veinte habitaciones diarias frente a las doce que les asignaban cuando estaban en plantilla. "Al no formar parte de una empresa, vemos restringido nuestro derecho a asociarnos o sindicarnos. Si protestas, la semana siguiente no te renuevan el contrato y ya está".
De ahí que la principal petición a Rajoy sea la aprobación de la ya conocida como "ley Kelly". Una disposición que prohíba a las empresas externalizar las actividades que las vertebran, como es el caso de la limpieza cuando se trata de un hotel. Con la vista puesta en la Gran Vía, Ángela señala: "Fuimos caminando desde Cibeles hasta aquí. Sólo encontramos tres hoteles que no tuvieran a las camareras de habitaciones subcontratadas".
Por fin, sentada en una librería-cafetería repleta de carteles cinematográficos cerca de la calle Princesa, Ángela describe cómo es su día a día: "Te contratan para una semana. Cuando llegas, te dan un cuadrante que marca las habitaciones que debes hacer. Con esto de la externalización, pueden superar las veinte. No da tiempo en ocho horas, así que haces más, pero cobras lo mismo, esos dos euros por cada una. Por otro lado, si tardas más tiempo del marcado, te penalizan. Todo es es un fraude a la Seguridad Social porque no cotizas lo merecido". Una kelly, en el mejor de los casos y a costa de una exigencia física brutal, gana entre 800 y 900 euros mensuales.
Una exigencia física "brutal"
La obligación de realizar un trabajo inabarcable las obliga a no parar a comer, a no descansar ni un minuto... Les racanean con los guantes, algunas deben pagar aquello que se les cae y se les rompe, otras no disponen de carrito para transportar los materiales porque no casan con la estética del hotel... La presión, el estrés y la rapidez son un combo infernal para las articulaciones. Cuando aparecen las contracturas, la mutua no reconoce estos problemas como enfermedad laboral: "Te mandan al de cabecera, que te da la baja, pero apenas cobras... Luego, se acaba el contrato, vuelves y no te renuevan por defectuosa".
Una de las kellys que asistirá a La Moncloa junto a Ángela tiene una discapacidad del 33% en una mano. "La bayeta, la fregona, el trapo... Son movimientos muy repetitivos. No sabes cómo duelen las muñecas al final del día". A esta mujer de 55 años le dieron dos lumbociáticas en un mes.
Los tumbos obligados para una kelly
La trayectoria de Ángela Muñoz muestra los estragos causados por la externalización, ese mecanismo empresarial que las ha esclavizado. Formada en secretariado, administración y protocolo, viró hacia la hostelería cuando se quedó sin trabajo. Sus hijos, en casa, esperaban un sueldo.
En 1999, empezó sus prácticas como camarera de habitación a través de una Empresa de Trabajo Temporal (ETT). Logró un contrato en un hotel. Gracias a promociones internas, fue escalando hasta convertirse en gobernanta. "Entonces cambiaron de director y se propusieron externalizar el servicio. Me dijo que iba a ser mi peor pesadilla. Me despidió. Cambié de cadena".
Luego llegó la reforma laboral, que afianzó ese proceso de externalización. "Ahora trabajo en un hotel de cinco estrellas como subgobernanta. Me llaman en función de la ocupación, pero lo prefiero, así no formo parte de una de esas subcontratas".
Ángela ha querido situar este reportaje en la Plaza de España porque se ha consolidado como el "triángulo de las bermudas de Las Kellys". "Los hoteles que nos rodean contribuyen a esa esclavización". Se despide mencionando uno que construye pozos en África: "Muy bonito, ¿y nosotras qué?".