“Cifuentes dimite ya”. Atardecía reivindicativa este lunes la Universidad Rey Juan Carlos. En pleno centros del campus de Vicálvaro, la estatua en bronce de Miguel de Cervantes lucía una pegatina de color blanco con ese mensaje. No era la única. Los estudiantes, como ya hicieron en otras ocasiones, pegaron distintos mensajes a los pies del legendario escritor conforme llegaban a la manifestación: “Eres más falso que el máster de Cifuentes”, “A ella ya le han regalado su máster, ¿y a ti?”.
Eran las proclamas del día. El mensaje, amplificado luego, megáfono en mano, por los líderes sindicales estudiantiles, no podía ser más claro: “Fuera la mafia de la universidad”.
Cientos de jóvenes cancelaron sus clases, los trabajos, las reuniones, los planes que tenían por la tarde para manifestarse en contra de la situación que atraviesa la Universidad Rey Juan Carlos en las últimas semanas. El máster que Cristina Cifuentes presuntamente cursó entre los años 2011 y 2012 está siendo pura dinamita para la institución.
Tras las revelaciones de las últimas semanas realizadas por eldiario.es y El Confidencial, los estudiantes ya no aguantaron más y salieron a protestar a la calle. Agolpados en torno a la estatua del escritor del Quijote, los estudiantes prolongaron los coros a capela durante más de una hora: “A nosotros no nos regalan nada”.
La tarde era fría, pero se entró calor a base de gritos que duraron más de dos horas y sirvieron de acicate contra los líderes de la institución. Los representantes de los distintos sindicatos iban de aquí para allá siendo entrevistados por los medios.
Su objetivo, dicen, es dejar claro que ellos están en la universidad “para estudiar”, que los grados que cursan se están devaluando por el escándalo desatado en las últimas semanas, que “es un escándalo mayúsculo”, que a ellos les cuesta lo suyo acabar las carreras, vivir en Madrid, conservar las becas, trabajar durante el grado para mantenerse en la ciudad, matricularse en varias carreras a la vez para ser más competitivos en el futuro. EL ESPAÑOL ha hablado con cuatro de ellos. Representan a buena parte de los universitarios de la URJC y dan la cara porque quieren que se sepa que ahí dentro hay quien “trabaja duro para conseguir su carrera”. Estas son sus reivindicaciones.
“Mi madre ha tenido que reunir dinero para que yo esté aquí estudiando”
Rubén Fernández es de Canarias, tiene 20 años y estudia segundo de Comunicación Audiovisual. También pertenece al Sindicato de Estudiantes de la Universidad. Desde que llegó a Madrid, vive en la periferia - “en el centro es imposible”- y cada día tarda algo más de una hora en llegar a la universidad.
“Mi madre ha tenido que reunir dinero para que yo esté aquí estudiando”, explica. “Vivir en Madrid ya me cuesta un ojo de la cara cada mes como para que gente que usa la universidad a su antojo tenga que legislar en temas universitarios”.
Rubén se vino a Madrid desde la Islas Canarias tras hablarlo con sus padres. El dinero invertido resulta ser, al final, un importante desembolso para su familia. Por eso, durante el curso tiene que sacarse el mismo las castañas del fuego. “Es nuestro futuro y el día de mañana nos van a comparar con otros estudiantes. Es un gasto muy grande que tiene que hacerse cargo mi familia, y por eso y he tenido que trabajar para costeármelo”.
“Nada nos sale gratis”
Luis Ramos tiene 20 años, estudia segundo de carrera en el grado de Políticas y Economía y llega a la manifestación con un megáfono en la mano. En la otra tiene una cuartilla que le acaban de repartir, un pequeño comunicado realizado por el Sindicato de Estudiantes de la Rey Juan Carlos, del cual es delegado. “Es un escándalo mayúsculo. La que hasta hace poco se autoproclamaba como campeona de la lucha contra la corrupción, resulta ser la más corrupta”, reza el papel.
Luis es de Madrid y eligió estudiar en la URJC por la posibilidad de hacer dos carreras a la vez. “Aquí tengo esa ventaja”. Lo duro desde que empezó hace dos cursos son los 1.500 euros que su familia paga cada año de matrícula.
El día a día, recuerda, cuesta. “Nada de lo que hacemos nos lo dan gratis”. Su día a día no dista demasiado del de miles de estudiantes. “Pero esa es la vida real, en la que no te regalan nada”.
“Me da vergüenza”
Alba Agraz tiene 21 años, estudia Políticas y Economía y es la portavoz de Res Publica. Tiene clase esa tarde pero se la salta para acudir a la manifestación que ella y otros han organizado. “Tenía toda la tarde, pero para eso estamos aquí, para pelear".
"Nosotros aquí, currando todos los días para sacarnos este título con honradez y viene Cristina Cifuentes y se lo regalan. Es una vergüenza”, dice. La situación en casa de Alba no está muy bien. El desembolso que sus padres hacen les resulta muy importante: más de 2.000 euros al año, contando la matrícula y demás gastos.
Ella, entretanto, estudia una media de cinco horas al día para sacarse las dos carreras en el tiempo de una. Su asociación y otras convocan la manifestación para reivindicar la importancia del esfuerzo diario.
En los últimos días, el cachondeo llega a su whatsapp por parte de su grupo de amigos, estudiantes de otras universidades. Por desgracia, dice, la operación de desprestigio de la Rey Juan Carlos ya esta en marcha: “Ahora es la broma: mis amigos me dicen: apúntame en la universidad para que me regalen un máster. Te lo dicen de cachondeo pero no hace gracia”.
Gema , Historia y Ciencias Políticas.
Gema Sánchez tiene 20 años, es de Badajoz, estudia Ciencias Políticas e Historia y también pertenece a la asociación Res Publica. Mudarse a la capital fue para ella un cambio bastante grande. “Y un esfuerzo económico para mis padres. Yo vengo de un pueblo pequeño. Tengo que esforzarme y trabajar duro todos los años para mantener la beca. Es duro al nivel de que si suspendo este año dos asignaturas me tengo que volver a casa. Aquí estoy para estudiar”.
Estudia ambas carreras por vocación, y porque la URJC le ofrecía la posibilidad de cursarlas al mismo tiempo. 1.500 euros de matrícula, más los gastos de vivir en Madrid, suponen un importante desembolso para su familia. En vacaciones, trabaja para poder vivir en la ciudad el resto del año. La suya es una encrucijada constante, un estado constante de tensión que salvar: “Quieras que no, la beca me termina salvando. Sin ella tengo que dejar de estudiar”.
Mientras los cuatro hablan con este periódico, las reivindicaciones retumban en la plaza de Miguel de Cervantes, en el corazón del campus. Algunas de las consignas, como la que la estatua del escritor lleva ya tatuada en la pierna, se repiten una y otra vez a lo largo de toda la tarde: “El PP actúa como si dirigiera su cortijo particular. Hacen lo que les viene en gana, sin esperar ninguna consecuencia política ni leal. Se han acostumbrado a la impunidad de la que disfrutan. Y lo hacen sin el menor rubor. Ellos y ellas, que tanto hablan de la cultura del esfuerzo, han expulsado a diez mil estudiantes de la universidad por no tener dinero para pagar las matrículas. Se sacan títulos sin pisar el suelo de la facultad. Son unos hipócritas. Fuera, fuera la mafia de la universidad”.