La vida es cuestión de matices. El delito de abuso sexual quedó demostrado ayer que es equidistante entre la violación y la nada. El matiz, no menor en este caso, es que te peguen, que te intimiden, que te revuelvas, que muestres que no quieres, que luches, que te reduzcan.
Es abuso sexual si te tocan las tetas o el culo en contra de tu voluntad. Como también lo es si cinco hombres te penetran mientras tú, una joven de 18 años, estás "acorralada contra la pared" y "gritando" (sic) en un habitáculo de cuatro metros cuadrados. Es abuso sexual si te dejas llevar por miedo y adoptas una actitud sumisa para que todo acabe pronto.
Pero si te dan un puñetazo, amiga, todo cambia: es agresión sexual. Violación. Ahí está el matiz. Lo que pasa es que a ti, pongamos que te llamas María, no te lo dieron. Hasta ahí llegó tu suerte, la misma que te llevó a conocer una noche de Sanfermín de hace dos años a cinco "imbéciles", como los llamó durante el juicio el abogado de tres de ellos, Agustín Becerra.
Pero, ¿y si no existe violencia porque decides ceder tu cuerpo a cambio de no sufrir más? ¿No hay violación? No la contemplarán las leyes, pero en la conciencia ciudadana de los españoles pienso que sí.
Pocas horas después de que la Audiencia de Navarra diera a conocer la sentencia contra 'la Manada', la periodista Ana I. Bernal Triviño escribía una columna en Público. "¿Qué más tenemos que demostrar, incluso con vídeos que registran a cinco tiarrones que te acorralan en un portal, te callan, te desnudan y te penetran por boca, ano y vagina, y eyaculan sobre ti, y te dejan desnuda, tirada como un despojo, donde además te quitan el móvil para que no pidas ayuda?".
Tras leer a Bernal Triviño no he podido deshacerme de la sensación de qué barato les ha salido tratarte como a una muñeca, como a un ser inerte con aspecto de mujer.
Según recoge en el fallo el tribunal que ha condenado a cinco sevillanos a nueve años de prisión, en los vídeos que se grabaron con el móvil del guardia civil Antonio Manuel Guerrero Escudero se ve que no disfrutas, que no te muestras activa, que te dirigen mientras te agarran del pelo y hasta que en una ocasión te rodean el cuello con el brazo. Pero no te pegaron ni hay evidencias de que te tuvieron que forzar. Ya sabes, el matiz.
Entre los hechos probados o las valoraciones que los jueces recogen en la sentencia, hay tres frases que me sorprenden por su crudeza. La primera: "Al encontrarse en esta situación, en el lugar recóndito y angosto descrito, con una sola salida, rodeada por cinco varones de edades muy superiores y fuerte complexión (...) la denunciante se sintió impresionada y sin capacidad de reacción". La segunda frase: "(...) la imposibilidad de la denunciante de ejercer resistencia ante el temor a sufrir un daño mayor y la imposibilidad de huir del lugar".
Quizás sea cosa mía, pero si aquí no existe intimidación, uno de los matices diferenciadores entre agresión sexual y abuso, ¿dónde la hay? Tercera frase: "En las últimas imágenes grabadas, [la víctima] aparecía encogida, arrinconada contra la pared y gritando".
Supongo, porque yo no los he visto, que los tres magistrados no apreciaron connotaciones violentas en los vídeos grabados por 'la Manada'. Al contrario, el magistrado Ricardo González, favorable a la absolución de los condenados, aprecia en los vídeos "una relación sexual en un entorno sórdido, cutre e inhóspito, y en la que ninguno de ellos [tampoco la joven] muestra el más mínimo signo de pudor".
Esta postura contrasta con el relato hecho por la joven el día que tuvo que comparecer ante el tribunal. “Empecé a tener más miedo cuando me agarraron así de la mandíbula para acercarme y que le hiciera una felación. Y cuando ya tenía uno de ellos agarrada así, noté como otro me cogía de la cadera y me bajaba los leggins y el tanga. Y ya en ese momento estaba totalmente en shock, no sabía qué hacer, sólo quería que pasara y cerré los ojos para no enterarme de nada y que todo pasara rápido”.
Lo que separa a Ricardo González de la víctima de 'la Manada' son apreciaciones, matices. Como el gris, el matiz entre el negro y el blanco.