Francisco González Lameiro lleva toda la vida dedicado al mundo de la pirotecnia. Casi cuatro décadas, la mayor parte del tiempo en su negocio Pirotecnias La Gallega S.L., que nutría de petardos y cohetes las fiestas de Tui (Pontevedra). La sede de su negocio se encuentra en la parroquia de Baldráns, pero no era allí donde lo orquestaba todo, sino a unos cuatro kilómetros de distancia, en el barrio de A Torre. Su suegro vivía en esa zona, y en el terreno de la casa tenía construida una nave industrial a modo de almacén. Francisco la utilizaba para guardar ahí todo el material pirotécnico de su empresa sin ningún tipo de precaución, al margen de la legalidad. Según ha podido saber EL ESPAÑOL a través de fuentes policiales, el empresario ocultaba hasta una tonelada de proyectiles artificiales y de productos explosivos. Ello fue la causa del trágico accidente que destrozó la zona este miércoles y que hizo temblar los cimientos del sur de la provincia de Pontevedra.
Ese almacén fue el epicentro de la explosión que dejó Tui con el barniz desolador de un campo de batalla. La explosión y su onda expansiva se cobraron la vida de dos personas, un matrimonio marroquí afincado en la región. Sus dos hijos quedan huérfanos. Hasta el momento hay al menos 37 heridos. Dos personas siguen en estos momentos desaparecidas. Francisco fue detenido por la Guardia Civil como presunto autor de un homicidio imprudente.
Inhabilitado varias veces
Hace diez años Francisco fue denunciado por tener una pirotecnia ilegal. Tampoco ahora tenía licencia, y por eso almacenaba los artefactos en una nave industrial antiguamente utilizada en la fabricación de estructuras de hormigón armado para luego utilizarla en la construcción. El terreno se encuentra en el centro de la parroquia. La parcela está rodeada de casas por doquier. Un auténtico peligro.
Actualmente, Francisco tenía precintado su negocio, así que escondía en ese almacén todo el material, todos los proyectiles. Los apilaba todos juntos, sin control alguno. Sobre todo, ocultaba allí los palos de los cohetes de feria, y las clásicas bombas de palenque. Un arsenal conservado sin ningún tipo de protección que ha terminado por causar una enorme tragedia en la zona.
Algunos de los vecinos de la zona, consultados por este periódico, explicaban a lo largo del jueves que quizás Francisco almacenase ahí toda su pirotecnia debido a una sentencia urbanística que le habría inhabilitado los depósitos que utilizaba anteriormente. Cuando perdió la licencia urbanística de su empresa, con cuatro décadas de longevidad, lo movió todo al enorme almacén en el que ha tenido lugar la tragedia.
Francisco llevaba meses intentando aumentar el perímetro de seguridad de la zona comprando tierras colindantes, pero seguía guardando en el almacén los artefactos pirotécnicos sin seguir ninguno de los controles que regulan el sector. Todavía conservaba la licencia con la que se debe contar para pertenecer al sector de los fuegos de artificio. En la última inspección que le realizó la Guardia Civil el año pasado todo estaba en orden. Queda saber por qué en las últimas semanas trasladó todos los cohetes y lo explosivos al garaje de la vivienda de su familia. El pueblo no lo sabía pero corría un grave peligro.
“Era como si se hubiera estrellado un avión”
A las cuatro de la tarde, Pedro se encontraba en su trabajo de Nigrán, un ayuntamiento costero situado a 20 kilómetros de distancia de Tui, la zona cero. Sintió la explosión como si se hubiese producido en la habitación de al lado. “Fue como un trueno grande en un cielo totalmente azul. Fue algo totalmente paradójico y extraño”.
Los habitantes de Tui se vieron sorprendidos, de pronto, por una columna de humo que se elevó al cielo y cobró la forma de un hongo, un símbolo siniestro e inequívoco de que algo malo acababa de suceder. Muchos, en medio de la carretera, paraban el coche y se bajaban para grabar el dantesco espectáculo que estaba ocurriendo a pocos kilómetros. “Hoy pasabas por allí y aquello estaba como si hubiera caído una bomba, como cuando lo ves en la televisión”, indica un hombre cuya madre tiene una casa alquilada a unas pocas calles del lugar de la deflagración.
Pasear desde el miércoles por A Torre (Tui) es hacerlo por un erial plagado de escombros. El suelo está cubierto por doquier por las varillas que se utilizan para lanzar en las fiestas locales las bombas de palenque. Hoy son el reflejo de una auténtica tragedia, provocada por la presunta negligencia de un hombre que mantenía su negocio no ya al límite de la legalidad, sino traspasándola por completo. Cerca de treinta familias han perdido sus casas. Quien menos, tiene las puertas de sus viviendas arrancadas de cuajo y las ventanas destrozadas.
“En mi casa se levantó una parte del tejado. Hay que cambiarlo entero. Las mayoría de las ventanas quedaron destruidas. Las puertas fueron arrancadas, con marco y todo. En casa de mi madre pasó lo mismo”, detalla por teléfono otro vecino a EL ESPAÑOL.
Una tonelada de explosivos
Nadie sabía de la existencia de esta especie de alpendre, una planta baja en la que tenía todo guardado. O al menos, de la ingente y peligrosa cantidad de elementos explosivos que allí estaban almacenados. En las imágenes de estos días se puede advertir que la casa ya no existe. El terreno es ya un solar, con un cráter en el medio, donde debería haber una vivienda. También donde estaba el almacén en el que lo guardaba todo. Cuentan los vecinos que de la potencia de la explosión las sólidas vigas maestras de la casa del suegro salieron volando por los aires. Cuando ocurrieron los hechos no había nadie en su interior.
Interior, Industria, Delegación del Gobierno, la Xunta y la Guardia Civil buscaban esta mañana explicación en sus archivos para dar una versión coherente. De momento el detenido sigue en dependencias de la Guardia Civil mientras se buscan respuestas y causas.
La Xunta de Galicia ha anunciado que ha encargado Delegación del Gobierno la revisión “pormenorizada” de todos los depósitos pirotécnicos, fábricas, y almacenes de explosivos.
Los habitantes del lugar intuían que Francisco seguía metido en el negocio pese a tenerlo precintado. En 2015, el anterior alcalde de la localidad le clausuró a Paco el lugar en el que dirigía la empresa por falta de seguridad, así que el hombre, tratando de buscar alguna alternativa, se llevó los cohetes al almacén de la casa de su suegro. Allí reunió hasta una tonelada de material explosivo.
Los vecinos se imaginaban que podía tener allí las cañas, pero no la pólvora de los cohetes. Pero Francisco iba y venía con las furgonetas constantemente, llevando los cohetes al almacén. En las últimas semanas su actividad y la de sus operarios se incrementó. Comenzaron a transportar una enorme cantidad de petardos de gran calibre en previsión de un verano intenso, con la demanda que en las fiestas gallegas surge con esta clase de proyectiles.
Las casas de algunos de los habitantes del lugar han quedado completamente destrozadas. Sobre todo las de aquellos que vivían prácticamente al lado de la zona cero de la devastadora explosión. Son ellos quienes explican cómo todo se hacía en sordina en la empresa de Francisco, casi en secreto. La gente que trabajaba para él escondía los coches en las calles aledañas a la casa e iban, de forma clandestina, a depositar los cohetes en el almacén.
El eco del estallido y su virulencia se percibieron incluso en Vigo, la ciudad más grande de la provincia, 35 kilómetros al norte del lugar en el que ocurrieron los hechos. Borja esperaba el despegue del avión en el aeropuerto de Peinador cuando sucedió la tragedia. “El estruendo fue brutal. Lo noté a muerte. Pensaba que se había estrellado un avión”.