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Del escritor y abogado Ildefonso Falcones (Barcelona, 1959) se ha llegado a decir que es un bon vivant aburrido cuya obra más conocida, La catedral del mar, se la escribió un ‘negro’. “Dijeron que tenía once negros. Once, ni más ni menos. Y hay gente que se lo creyó. Pero yo sé lo que me costó escribirla”, explicó en su momento en una entrevista a ABC.
Esta semana se ha estrenado en Antena 3 la adaptación televisiva de La catedral del mar, cuya producción ha tenido un coste de 12 millones de euros gracias a la aportación de Netflix. El coloso de la televisión de pago emitirá la serie en todo el mundo una vez concluyan en el canal de Atresmedia los ocho capítulos de 50 minutos en que ha quedado dividida.
En el primero de ellos se llevó un 22,3% de cuota de pantalla. Lo vieron 3.859.000 espectadores. Le sacó 3,5 puntos al Supervivientes de Jorge Javier Vázquez en Telecinco.
Son datos de los que podría estar orgulloso el escritor barcelonés. Sin embargo, al narrador de ficción preferido del (¿todavía?) presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, le sigue preocupando la acusación que le hizo la Fiscalía a principios de febrero de este año.
El fiscal pidió nueve años de cárcel a Falcones por defraudar 1,4 millones de euros a Hacienda entre los años 2009 y 2011. ¿Por qué? Presuntamente, por haber transmitido los derechos de autor de sus obras a sociedades radicadas fuera de España.
Con la ayuda de su hermano
En su escrito de acusación, el ministerio público acusó a Falcones, su esposa y su hermano -que presuntamente colaboró también en el fraude fiscal- de tres delitos contra la Hacienda pública perpetrados a través del entramado societario con que cobró las ganancias por sus obras, entre ellas las superventas La catedral del mar, que le llevó una década escribirla.
Para el escritor y su esposa, María Carmen Rosich, la Fiscalía pide nueve años de cárcel en total, así como el pago de multas que suman los 2,9 millones. Para el hermano del autor, Rafael María Falcones, solicita seis años de cárcel y 1,3 millones en sanciones económicas.
Según mantiene la Fiscalía, entre los años 2009 y 2011 los ingresos económicos de Falcones, abogado de profesión, y su esposa estuvieron constituidos en su mayor parte por los rendimientos derivados de la explotación de los derechos de autor de La Catedral del Mar, La Mano de Fátima y La Reina Descalza.
Para evitar el pago de sus obligaciones tributarias, los acusados habrían ideado y ejecutado “un sistema" en el que fueron "asistidos" por la "imprescindible" acción del hermano del escritor, que asumió la titularidad sobre las sociedades que detentaban los derechos de autor de Ildefonso Falcones.
De esa forma, añade el fiscal, los acusados transmitieron los derechos de autor de las obras de Falcones a sociedades no radicadas en España, "con desvinculación formal respecto al matrimonio, pero controladas de facto por el mismo". Los acusados lograban así ocultar a la Hacienda pública "la obtención de importantes rendimientos económicos, trasladando dichas rentas a países de nula o reducida tributación".
Concretamente, según la Fiscalía, en 2004 Ildefonso Falcones transmitió al Bufete Falcones -participado por él y su esposa- la totalidad de los derechos económicos sobre La catedral del mar por un importe de 3.000 euros. A su vez, dicha sociedad, representada por el hermano del escritor, transmitió el 80% de los derechos económicos sobre la obra a una sociedad dominicana que canalizaba los cobros de los rendimientos dirigidos a la mercantil irlandesa Kurmon Limited, dirigida por el hermano de Falcones.
En 2006, esta empresa firmó un contrato con Ildefonso Falcones para encargarle la elaboración de diez obras literarias, por las que el escritor percibía una retribución anual de 36.000 euros, mientras que la mercantil se quedaba el 80% de los derechos económicos de las obras, el 70% de los cuales vendió supuestamente a la sociedad dominicana.
Tras conocer la acusación de la Fiscalía, el escritor catalán dijo a la agencia EFE que la cesión de los derechos de autor de La catedral del Mar que hizo a la sociedad mercantil Bufete Falcones a finales de 2004, un año y cuatro meses antes de que se publicara la novela, no fue un negocio simulado para defraudar a Hacienda la tributación de unos ingresos que en ese momento desconocía "por completo", ya que el libro no había salido aún a la venta y no se había producido ningún rendimiento.
Pero además, sostenía y sostiene al autor que el problema surge cuando se le imputa en el IRPF los rendimientos derivados de la explotación de su obra en cada ejercicio fiscal sin aplicar el criterio de devengo (el momento en el que se venden los libros con independencia de si el autor cobra entonces, los factura o no). En lugar de eso, el escritor sostiene que Hacienda utilizó el criterio de "fecha factura" para cuantificar su deuda tributaria, un sistema que "no existe": "Es un invento. No está en la ley y por tanto es ilegal", señaló Falcones.
En su opinión, "la Fiscalía lo sabe" porque los propios funcionarios de Hacienda "reconocieron que el criterio aplicado no es legal" durante la instrucción: "Y aún así, la Fiscalía sigue acusando. Sigue trabajando sobre la falsedad", recalcó el escritor. Así consta en los escritos que su defensa ha presentado ante el juzgado, al que ha pedido el sobreseimiento de la causa.
Burgués catalán con preferencia por el PP
La biografía de Falcones dice que es hijo de abogado y ama de casa. Estudió en los Jesuitas de Sarriá, una suerte de homólogo del madrileño Colegio El Pilar pero en Barcelona. Por él han pasado familias de renombre como los Godó, los Bultó o los Ribó.
Falcones es socio del Real Club de Polo casi desde que se cayó de la cuna. Un centro social de la burguesía catalana donde para abonarse piden, en vez de una foto y el DNI, un ingreso de 30.000 euros.
En su adolescencia fue campeón de España junior en la categoría de salto, pero el fallecimiento de su padre cuando Falcones sólo tenía 17 años supuso el fin de su carrera deportiva como jinete.
Dicen de él que es un hombre serio, distante, poco amigo de los bullicios. No es mucho del tú a tú. Ildefonso prefiere a sus caballos. Contaba la compañera Lorena G. Maldonado en este periódico que Falcones se sigue refugiando en el Club cuando las cosas andan revueltas, y pasa por allí silente, de camino siempre hacia sus animales. Apenas saluda. Decía Maldonado que es el más raro de la crème de la crème barcelonesa.
Desde la cuna, la vida de Falcones bien podría haber salido de la ficción televisiva: veranos en Sitges e inviernos esquiando en el Valle de Arán o de la Cerdanya. Se licenció en Derecho y lo intentó en Económicas, pero abandonó la segunda carrera para poder compaginar la primera con un puesto en un bingo. Después montó su propio bufete en el barrio del Ensanche de Barcelona. Y con La catedral del mar le tocó la prima.
Si Rajoy lee a Falcones, Falcones vota a Rajoy. El escritor siempre ha apoyado públicamente al Partido Popular. En 2008 acompañó al por entonces candidato popular en las elecciones generales en un acto político en la Iglesia de Santa María del Mar -cuya construcción narra su libro y la serie televisiva-.
Cuando en 2015 fue acusado por primera vez de fraude fiscal, algunos miembros de su familia salieron a defenderle, pero sin demasiada vehemencia. Es uno de los dones de ese tipo de clanes de la alta sociedad: fingir que no hay zafarrancho ninguno, seguir sonriendo, simular unidad, pero sin excesos, no sea que les salpique. Arrastra heridas, el taciturno Falcones: la temprana muerte de su padre, la de su madre pocos meses antes de publicar su primer libro. Dice que él no es independentista porque no quiere “hipotecar” el futuro de sus cuatro hijos, unos jóvenes que, como señala su padre, no leen sus novelas.
"La mayor catástrofe para los catalanes"
Considera que el independentismo sería “la mayor catástrofe para los catalanes”: “Creo que a nivel identitario, cultural y lingüístico somos totalmente independientes. Fíjate si somos independientes que no se cumplen las sentencias del Supremo y estamos todos encantados. Y ahora, hablando claro, lo que se quiere es la pasta. El poder económico”, sostuvo en una ocasión. Tampoco es que en Barcelona le tengan demasiado cariño. Hay muchos que dicen que allá no se le considera ni escritor ni catalán, y Falcones ha experimentado en sus carnes esa exclusión.
Recuerda cuando “llevaron a París a los autores que han escrito sobre Barcelona y a mí no me invitaron”: “Y si alguna obra ha llevado a Barcelona a altas cotas de conocimiento internacional, además de la de Ruiz Zafón y alguna más, es La catedral del mar. Y es una tras otra: los escritores van a Fráncfort y no te llevan, no apareces en la web de los escritores de la Generalitat… Esto no es más que el resultado del dirigismo cultural. Es lo de siempre. Se subvenciona lo que es catalán, lo que está escrito en catalán, lo que está escrito por autores catalanes... Todo eso nos va encerrando cada vez más”.
En 2006, soplando ya más de cincuenta, publicó su primera novela, La catedral del mar (Grijalbo). Salió a la venta el 3 de marzo y, en diciembre de ese mismo año, su editorial comunicó que se habían alcanzado el millón de libros vendidos sólo en España.
Con ella ganó el premio Euskadi de Plata, el Qué leer, el Fundación José Manuel Lara y el prestigioso galardón italiano Giovanni Bocaccio al mejor autor extranjero. Fue el libro más leído del año 2007 en todo el país, merendándose al mismísimo Dan Brown. Su obra fue traducida a 15 idiomas y publicada en más de 40 países. Acabó cosechando seis millones de lectores.
Su último trabajo literario fue Los herederos de la tierra (Grijalbo, 2006), que constituye la segunda parte de La catedral del mar, y cuyo lanzamiento coincidió con el inicio del rodaje de la adaptación televisiva de su hit literario. Lo que no sabemos es si los millones que le ha reportado su obras más conocida le pueden acarrear, a la postre, la ruina.