Así diseñé el chalet de Pablo Iglesias con materiales usados: habla el arquitecto José Ignacio Rubio
- "No es comparable con otras casas como Villa Meona, la de Miguel Boyer e Isabel Preysler. Esa tenía como doce cuartos de baño; esta, dos".
- "Para una familia en ampliación, necesitaría reforma".
- Se construyó en 2001 con "materiales procedentes de derribo".
José Ignacio Rubio sonríe mientras habla. Este arquitecto madrileño, residente en Murcia, colorea las palabras -bien medidas, calibradas- que utiliza en su conversación con EL ESPAÑOL, la primera en un medio nacional, para diseccionar el chalet más famoso de España. Su parcela, la piscina, los materiales utilizados. Los detalles de esta vivienda unifamiliar de La Navata -en Galapagar, a media hora en coche de Madrid- son parte de la conversación nacional. Nunca se comentó tanto el diseño de una casa. Más ahora, tras el espaldarazo recibido en la consulta de Podemos.
Rubio guarda un grato recuerdo del ahora hogar de Pablo Iglesias e Irene Montero: era primerizo cuando recibió el encargo de parte de los antiguos propietarios. Graduado en Arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid en 1998, este proyecto fue su estreno como arquitecto autónomo. Antes, había trabajado con diversas empresas como colaborador.
Fue así como llegó a sus manos el proyecto de una vivienda unifamiliar rústica en La Navata. Un parcela enorme, a orillas del Parque Natural de la Cuenca Alta del Guadarrama. Verde, verde y más verde. Una pareja dispuesta a escuchar, a dejarse aconsejar. Pero con una idea fija: una vivienda de una única planta. Eran los primeros instantes del siglo XXI. Año 2001.
—¿Cómo recibió el encargo de este proyecto?
—Yo colaboraba con una empresa constructora de Madrid. Me contactaron a través de ellos. Me acuerdo bien porque me hizo mucha ilusión al ser el primer proyecto que tuve como arquitecto autónomo. Vinieron con el típico dibujo de la casa, la típica caja de zapatos simplona. En seguida hice un proyecto distinto, más innovador. Arriesgué bastante en la propuesta y me sorprendió que, ya desde la primera reunión, les cuadró muchísimo a los clientes.
El inmueble final sumó 222 metros cuadrados. Materiales con carácter propio, reciclados, que hablaban por sí mismos. Y un reconocimiento final: la inclusión del chalet en revistas especializadas -como El Mueble o El Chalet- como una de las mejores casas del año. Un trampolín en el sector.
Al lado de la belleza del paisaje que acoge la construcción, madera de derribo y losas de piedra antiguas. Siempre pareció más vieja, más vivida que lo que realmente era. Sin ser objetivamente grande -en comparación con el espacio de la parcela-, la casa, espaciosa, cálida, está pensada para una pareja, no para una familia en ampliación. “Necesitaría reforma para integrar un tercer dormitorio, si se desea”, concede Rubio.
—¿Qué destacaría de este chalet?
—La amplitud de ideas. Lo recuerdo con mucha ilusión porque a partir de ahí comencé a ver mi propio estilo, mi sello. Adaptándolo a cada parcela y cada circunstancia, pero aquí se juntaron tres condiciones imprescindibles para el buen devenir de un proyecto y que al final suponen más del 50 por ciento del resultado: un buen constructor, un buen cliente que se dejase orientar pero que aporte sus ideas, y, bueno, claro (risas), un buen plano, un buen diseño.
La casa cuenta -antes de la reforma que ya han comenzado los líderes de Podemos en el inmueble- con dos dormitorios, un vestidor, dos baños, un salón comedor, cocina y un despacho anexo al garaje, con capacidad para dos vehículos.
Fue a raíz del revuelo mediático como se enteró Rubio de que su primer chalet se había convertido en el hogar de Iglesias y Montero. La presencia de una piscina enorme, la diferencia de tamaño de la construcción con respecto al jardín, la zona, la distribución. Fue sospechando, pero se negaba a creerlo. Cómo iba a ser. Imposible. Hasta que fue.
—¿Se enteró antes de que saliera publicado en medios?
—No, no. Me enteré como todos. Primero me fue sonando la zona. Después la distribución. La bellota del baño -que, por cierto, no es mía (risas)-. La jardinería y el paisajismo se los encargaron a otra empresa, aunque me pidieron asesoramiento. Pero no es, como dicen, una casa lujosa, más allá de esos acabados. No es comparable con otras casas de políticos como Villa Meona, la de Miguel Boyer [y su entonces mujer, Isabel Preysler]. Esa tenía como doce cuartos de baño; esta, dos. No entiendo tanto revuelo.
La decoración, que tanto ha llamado la atención a todo aquel que se haya asomado a las imágenes publicadas, fue obra de la clienta. La concepción de la vivienda, en cambio, sí que se definiría, según Rubio, dentro de un estilo moderno del siglo XXI. “Es actual, por la relación entre espacios, por la luz”. Intrahistoria de una casa.