Apenas quince minutos en coche separan el número 26 de la avenida Cubelles de Vilanova i la Geltrú del Hospital de Sant Camil. No son los mismos términos municipales, pero en ambos escenarios había un punto en común este lunes: la muerte de alguien. El primero, un asesinato: Laia, una niña de 13 años. El segundo, un deceso natural: la madre del presunto asesino.
El criminal, el vecino del 1º, el hombre que ocultó el cadáver de la joven bajo el colchón de su dormitorio, aprovechó la soledad de su casa para perpetrar el asesinato. Mientras él estrangulaba y acuchillaba a la adolescente, su padre, Antonio, velaba el lecho de muerte su esposa. Era un peregrinaje diario. Su mujer, aquejada de un cáncer terminal, se iba apagando. Hasta que este lunes, finalmente, murió.
Su hijo no estaba allí. Había decidido quedarse en casa, “probablemente porque estaba resacoso o aún drogado”, suspiran los vecinos del bloque. El presunto asesino pasaba mucho tiempo solo en aquella vivienda. Este cocinero -que tenía problemas con las drogas- era huraño, raro, huidizo.
Quienes lo conocen apuntan a EL ESPAÑOL que estaba obsesionado con el gigante asiático. Que había vuelto a casa de sus padres en Barcelona. Que ahora no se le conocía oficio ni beneficio, pero sí afición a la cocaína.
La apuñaló con cuchillos de cocina
No se conoce qué le pudo pasar por la cabeza cuando se cruzó con Laia. El hecho de que la niña fuera de origen chino -sus padres la habían adoptado hacía años- quizás jugara un papel relevante. Pero lo cierto es que, cuando ella fue salir de la casa de sus abuelos para que la recogiera su padre, el vecino del 1º la forzó a entrar a su casa. Ahí, la estranguló y la apuñaló con uno de sus cuchillos de cocina.
Fueron sólo unos minutos. Laia, que tenía un pequeño grado de autismo, estaba acostumbrada a la misma rutina. Salir de clase, llegar a casa de los abuelos, esperar a que papá la recogiera en coche para volver a casa. Nada cambió este lunes. Sobre las 19 horas, la menor recibió un mensaje. Su padre la estaba esperando fuera.
Ella salió de la vivienda, pero nunca traspasó el portal. Rápidamente su familia se movilizó para buscarla. Pensando que había podido salir sin que su padre se diera cuenta, se inició la búsqueda de la menor a pie por los aledaños de la finca. El progenitor avisó a su pareja sentimental para que hiciera lo propio en coche. También pusieron sobre aviso a la madre, que estaba fuera de la ciudad y que pidió ayuda a través de las redes sociales.
Cuando aún no había pasado una hora de la desaparición, el padre se encontró con agentes de la Policía Local de Vilanova, que se activaron al conocer la situación, y hacia las 20:30 horas, los Mossos se sumaron a la búsqueda.
Registraron el piso de los abuelos a conciencia
Los agentes llegaron a la conclusión de que era difícil que la menor hubiera salido del bloque y, además, como no era la primera vez que la niña "se desorientaba o se escondía", decidieron primero registrar a conciencia el piso de los abuelos.
Como no la encontraron, dos de los tíos de la menor y agentes de la policía empezaron a llamar a las puertas de todos los vecinos de la finca. El del primero tardó en abrir. Y, cuando finalmente lo hizo, se presentó envuelto en una toalla, como si se acabara de duchar.
Poco tiempo después, los dos familiares decidieron regresar al mencionado piso porque les había parecido que la actitud del hombre era sospechosa, una inquietud que fue a más cuando observaron que se expresaba de forma incongruente.
Decidieron entrar por su cuenta dentro del domicilio. Hallaron el cadáver de su sobrina debajo de un colchón que estaba mal puesto, en una habitación visiblemente revuelta.