José Manuel Costas Estévez, 52 años, es un conocido y rico carpintero vigués que tuvo cinco hijos y a cada uno de ellos le puso un nombre que empezaba por la letra J. Tiempo después, en homenaje a los suyos, el empresario creó la firma Las Cinco Jotas, una conocida marca maderera que surtía desde Vigo de productos a Galicia y al norte de España. Con los años, el nombre inspirado en sus cinco retoños sería su tapadera para una de las mayores estafas de la historia de España. Una trama que le llevaría a fugarse y a convertirse en un importante objetivo para las autoridades.
Este simple carpintero vigués movilizó durante dos años a todas las Fuerzas de Seguridad Europeas en su búsqueda. 50 años, 1,77 m. de altura, siempre arreglado y ojos marrones. Así lo identificaban en la web de la Europol. Un tipo en apariencia normal pero que estuvo en busca y captura durante 24 meses. Cuando José Manuel se escapó, ya había comparecido en 33 de los 91 juicios que tenía abiertos desde años atrás por las diversas estafas perpetradas desde su famosa y conocida firma. Durante años, fue un forajido, un prófugo de la justicia y el gallego más buscado del mundo.
Hace unos días, Costas fue detenido en Portugal después de estar meses desaparecido del mundo. Fue a mediados de 2016 cuando su nombre se hizo conocido para todos. Acababa de ser condenado a seis años de cárcel, y sobre él pesaba la investigación del mayor fraude a la Agencia Tributaria descubierto nunca en Galicia.
150 millones de euros en facturas falsas a todo tipo de empresas. Costas desapareció cuando su ingreso en prisión era cosa inminente y no se volvió a saber nada de él. Se esfumó con la justicia pisándole los talones y acumuló 19 órdenes de búsqueda y captura. En el epicentro de toda la trama, la empresa Las Cinco Jotas. Esta semana, ya detenido, continúan los procesos penales que tiene pendientes en Vigo.
El gallego más buscado
El nombre del prófugo vigués figuraba entre los 50 fugitivos más buscados por la Europol. Los datos de aquel aparentemente humilde empresario vigués aparecía en una de las páginas web de la policía europea junto a los datos de violadores, terroristas, asesinos y narcotraficantes.
La fuga pilló a todos por sorpresa. Hasta el momento de la condena, en julio de 2016, el jefe de Las 5 Jotas había ido cumpliendo con religiosidad las obligaciones con la justicia. Asistió a 83 vistas orales que acabaron desembocando en distintas condenas. Acudió siempre que se le requirió en los juzgados de Vigo mientras duró la investigación.
Entretanto, siguió trabajando con su empresa. Fue siempre con su hermano, también imputado en la causa. Amenazó con tirar de la manta e implicar a distintos miembros de la clase política y empresarial gallega que estarían implicadas en su macrored de estafas. Para demostrar que podía empezar a cantar y revelar todo lo que sabía, aparecía en los juzgados con una maleta repleta de documentos, que versaban supuestamente sobre todas aquellas actividades ilícitas. Nunca llegó a desvelar nada. Cuando se conoció la condena, se borro a sí mismo del mapa y hasta hoy.
La investigación para encontrarle resultó una operación muy complicada. Hubo pistas falsas que llevaron a la Policía Nacional Española hasta Suiza. La cadena británica Sky News contó que había sido visto en un bar de Ginebra tomando un café en compañía de otro famoso fugitivo inglés.
Los investigadores recibieron aquella y otras indicaciones que les llevaron hasta allí. Sin embargo, una vez allí su rastro volvió a difuminarse hasta el punto de que se dudó de que aquella pista fuese cierta. Se especuló con que el ya delincuente estuviese oculto en alguna isla del Caribe o en Rumanía. Pasaban los meses y Costas seguía sin aparecer.
Al final, no estaba tan lejos como se pensaba. Costa fue localizado hace algo más de una semana a menos de 100 kilómetros de Vigo. Fue localizado en un restaurante de la localidad costera de Belinho, un municipio de la comarca portuguesa de Esposende a algo más de una hora en coche de Vigo. Cuando lo detuvieron estaba muy moreno, vestía camiseta, pantalón corto y zapatillas de deporte. Al final, el hombre más buscado estaba justo enfrente, al otro lado de la raia.
El entramado de Las Cinco Jotas
Las Cinco Jotas es una conocida empresa viguesa de casas prefabricadas de madera. En el año 2009, una empleada del grupo empresarial descubrió que su nombre había sido utilizado para abrir varias cuentas bancarias en una sucursal del BBVA. Aquel fue el origen del rompecabezas para Hacienda y para la Fiscalía viguesa.
Pronto fueron uniendo puntos. El año anterior, en febrero de 2008, Costas fue detenido saliendo de un banco en Vigo con una bolsa de 380.000 euros. Dijo en comisaría que el dinero lo había retirado de dos entidades distintas.
El dinero que ingresaba Las 5 Jotas en sus cuentas era devuelto con agilidad en efectivo. De ese modo, daba la apariencia de un gasto que nunca hubiese existido.
Aquello les permitió ir tirando del hilo hasta conocer que aquella era la mayor lavadora de dinero de toda Galicia. Facturas, facturas y facturas falseadas a medida de toda clase de empresarios. Blanqueo y justificación de gastos que nunca existieron. Aquel negocio era, sin duda, mucho más lucrativo que el de las coquetas casas prefabricadas.
Cuando fue localizado en su refugio de Belinho, los agentes de la policía portuguesa comprobaron que aquel hombre vivía de las ayudas de su novia, a la que había conocido allí. Su enamorada y los padres de ella le ayudaban con lo que podían durante su huida. Un periodista portugués logró contar en el Jornal de Noticias la historia de la vida de Costas en el litoral luso. El carpintero vigués caminaba cada mañana varios kilómetros por el monte o por carreteras secundarias hasta un bar discreto en el que se sentaba como un forajido a tomar un café y a leer el periódico.
Los clientes habituales le contaron que era un tipo educado, mal vestido y desaliñado. La imagen de aquel hombre para nada les sugería que pudiera tratarse de un empresario, y tampoco de un estafador en serie. Mucho menos de uno de los hombres más buscados del mundo. Allí, en su pequeña guarida, al dueño de Las Cinco Jotas tan solo le conocían como Xosé.