Aurora vive a un paseo de la cárcel de Algeciras, en Cádiz. El penal se ve desde lo alto de una loma donde las zonas residenciales limitan con el campo. Desde allí, el presidio comparte vistas con el nuevo cementerio algecireño. Y a Aurora le impone respeto lo uno y lo otro. El camposanto le recuerda a su hermana Hortensia, acribillada a balazos por los etarras en Beasain (Guipúzcoa) en 1979; el centro penitenciario, a los once verdugos de la banda terrorista que allí cumplen condena.
El asesinato de Hortensia y su novio, el guardiacivil Antonio Ramírez Gallardo, es uno de los 377 atentados de ETA sin resolver. La Audiencia Nacional reabrió el caso de Los novios de Cádiz hace un año, 38 después de las muertes, a raíz de la aparición del arma con la que presuntamente tirotearon a la pareja. En todo este tiempo, y en el que le queda hasta que finalmente se esclarezca quiénes fueron los autores del atentado, los familiares de la joven gaditana se malician que los pistoleros que dispararon contra Hortensia González Ruiz y Antonio cumplen condena en el penal de Botafuegos de Algeciras.
“Y los tengo tan cerca…”, explica Aurora. “… y están tan lejos del País Vasco, que no quiero bajo ningún concepto que se los lleven junto a sus familias —zanja—; ¿a mí quién me acerca a mi hermana, si está en un boquete?”.
La madrugada del 6 de enero de 1979, Día de los Reyes Magos, Antonio y Hortensia tuvieron 18 balazos como macabro regalo. Diez ella y ocho él. Poco después de las dos y media de la mañana, dos pistoleros de ETA se apostaron delante y al lado del Renault 5 amarillo butano que conducía el guardia civil y dispararon a bocajarro mientras que el vehículo hacía un stop en una céntrica calle de Beasain.
La bocina sonó durante varios minutos. Algunos dicen que Antonio cayó hacia el volante; Aurora asegura que él se echó encima de su hermana para protegerla. Al menos, eso le contaron los compañeros que fueron a asistirlos después del tiroteo. El guardia civil murió en el acto; ella entró con “un hilito de vida” en el hospital. Por eso su hermana lamenta los minutos y minutos que el claxon taladró los tímpanos de los vecinos sin que nadie pidiera ayuda.
Aurora se despidió de Hortensia unas pocas horas antes. Ambas vivían en la casa cuartel de Villafranca de Ordicia, municipio vasco contiguo a Beasain. Aurora se quedó preparando los regalos de Reyes Magos; Hortensia se marchó con su novio, Antonio, y dos parejas más a una discoteca cercana, “la Sunday, donde solían ir los guardias”.
Aurora le había comprado un jersey, un juego de toallas y un juego de sábanas para el ajuar que su hermana juntaba. Hortensia le tenía preparado un bote de perfume que todavía a día de hoy sigue sin abrir. “No he podido, no he podido”, confiesa la hermana a EL ESPAÑOL, emocionada 39 años después de las muertes.
Antonio y Hortensia, de 24 y 20 años, llevaban dos de relación. Él era de Tarifa y ella de San Roque, dos municipios de Cádiz, pero se conocieron en una casa cuartel situada a más de mil kilómetros de sus hogares. Hortensia acompañaba a su hermana, cuatro años mayor, en su primer viaje desde San Roque, Cádiz, a Villafranca de Ordicia, Guipúzcoa. Aurora había conocido a un guardia civil de Badajoz destinado en su pueblo. Se casaron antes de que lo trasladasen al País Vasco y ella lo siguió.
Los novios tenían previsto casarse ese verano, en agosto. La providencia quiso que se intercambiaran las alianzas el mismo Día de Reyes en el que fueron asesinados. Él también le regaló una medalla con dos angelitos abrazados, que le había comprado para el día de los enamorados. “¿No la ibas a guardar?”, le preguntó Aurora, que se conchabó con su cuñado para darle la sorpresa a su hermana. “Da igual, para ese día Dios dirá”, respondió el guardia. Horas después la pareja era acribillada.
“Ella estaba loca con su medalla”, recuerda Aurora. “Muy guapa”, afirma. “El día de la desgracia”, apunta la hermana, Hortensia llevaba un pantalón vaquero y un jersey de cuello vuelto azul. “Antes de irse, le dije desde el balcón que tuviese cuidado, que no volviese tarde y que se mirase de vez en cuando la medalla para no perderla; esas fueron mis últimas palabras para ella”. Aurora conserva esa medalla.
El recuerdo de su hermana Hortensia invade toda la casa de Aurora. Hay fotos de Los novios de Cádiz en cada una de las tres habitaciones, en la salita, en la escalera y más de cinco en el salón, donde tiene como un altar presidido por una pintura de ella.
Botafuegos, la cárcel más alejada del País Vasco
La vivienda de Aurora y Eugenio, guardia civil ya retirado, está en los límites de Algeciras y próxima al centro penitenciario de Botafuegos. La familia de Hortensia comparte vecindario con once asesinos de ETA: Iñigo Albisu Hernández, Mikel Arrieta Llopis, Carlos Cristóbal Martínez, Unai Fano Aldasoro, Gorka Loran Lafourcade, Sergio Polo Escobes, Aurken Sola Campillo, Jon Igor Solana Matarran, German Urizar de Paz, Leire Etxeberria Simarro y Eider Pérez Aristizabal.
En el historial delictivo de estos etarras están, entre otras, las muertes del concejal del PP en Málaga José María Martín Carpena, la del fiscal jefe del TSJA Luis Portero, el ingeniero de la Central Nuclear de Lemoniz Ángel Pascual Múgica, el coronel médico Muñoz Cariñanos o la del jefe de la Policía Local de Baracaldo José Aibar Yánez. También el intento de secuestro de Manuel Fraga, el atentado con bomba lapa en el que el capitán de Caballería Juan Aliste Fernández perdió sus dos piernas, el intento fallido de atentado a un tren de Chamartín en la Nochebuena de 2003 o el frustrado intento de asesinato del rey Juan Carlos I en 1995.
Por alguna de las 1.072 celdas de Botafuegos también ha pasado Iñaki de Juana Chaos, exjefe del comando Madrid condenado a 3.000 años de cárcel por la Audiencia Nacional como coautor de 25 asesinatos. Solo cumplió 18 años de condena.
La cárcel de Algeciras, el presidio más al sur de España, está a más de 1.100 kilómetros del País Vasco. Es la más alejada de las 41 que albergan a los 225 terroristas de ETA que cumplen condena en España, según los datos la Asociación Etxerat, que aglutina a familiares y allegados de los etarras. Los cálculos de estos no incluyen a aquellos que renunciaron a la banda terrorista.
En su último informe mensual publicado, Etxerat considera un número total de 287 “presas y presos políticos vascos”. De los cuales 185, el 66 por ciento, están alejados entre 600 y 1.100 kilómetros del País Vasco; 70, el 23,60 por ciento, están entre los 400 y los 590 kilómetros de distancia; y 29, el 10,40 por ciento restante, están entre 100 y 390 kilómetros. Del cómputo global fuera de tierras vascas, 225 están en 41 cárceles de España y 53 en 18 presidios de Francia.
De las cárceles españolas, la que más etarras suma es la de El Puerto de Santa María, en Cádiz, que alberga a 20 terroristas de ETA; le sigue la de Castellón, con 16; la de Murcia, con 16. En números semejantes están las andaluzas de Granada, 13; Algeciras, once; Huelva, nueve; Sevilla, nueve; Córdoba, nueve; Almería; ocho; y Jaén, siete.
Andalucía, con 86 etarras, es el territorio con más terroristas de ETA; le siguen, con 48, la Comunidad Valenciana; Galicia, con 22; y Murcia con 18.
“Al Gobierno no se puede llegar a costa de las víctimas”
La noticia sobre la intención del presidente Sánchez de acercar a presos de ETA al País Vasco sentó como un jarro de agua fría en la familia de Hortensia. En una rueda de prensa con la canciller alemana Angela Merkel, el socialista aseguró que “ETA ya no existe. ETA ha sido derrotada por la democracia y por eso pido al conjunto de fuerzas políticas que éste no sea un elemento de división porque fue la democracia la que derrotó a ETA”.
Sánchez también habló de “poner las luces largas”. Pero Aurora, la hermana de Hortensia, no para de negar con la cabeza. Lleva con la mosca detrás de la oreja desde que Mariano Rajoy perdió la presidencia del Gobierno en una moción de censura apoyada por Bildu, ERC, PDeCAT o el PNV.
“Pedro Sánchez ha tenido tanta ansia por llegar al Gobierno que habrá hecho tratos con los vascos y los catalanes, y a las dos partes les está dando lo que piden”, critica la hermana de Hortensia. “¡Qué pronto se ha juntado con los independentistas catalanes y con los vascos!”, insiste. “Al Gobierno no se puede llegar a costa de las víctimas de ETA”, zanja muy enfadada Aurora.
“Los que están en la cárcel no son santos”, esgrime la algecireña. “Y si Sánchez supiera lo que es perder a un hermano por un atentado de ETA seguro que no transigiría con el acercamiento de los etarras”, afirma Aurora.
“¿Qué hizo mi hermana? ¿Qué hicieron tantos guardias civiles asesinados? Porque ellos no eligieron morir; a ellos los mataron. Los asesinos sí eligieron matar, así que pido que sigan cumpliendo la condena lejos de sus casas —argumenta Aurora—; que no se transija: las víctimas primero”.
Reabierto el caso de ‘Los novios de Cádiz’
El juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno reabrió en enero de 2017 la investigación del asesinato de Los novios de Cádiz. En su auto, acuerda la reapertura de la causa a instancia de la Fiscalía y de la acusación particular ejercida por la hermana de Hortensia, Aurora González, asistida por la Fundación Villacisneros y el despacho Milans del Bosch Abogados.
“Dicen que ahora se ha encontrado el arma con la que dispararon los etarras”, explica Aurora. “Pero a saber cómo se podría relacionar la pistola con el que la llevaba ese día”, se lamenta. La hermana no sabe bien cuál de las dos armas ha sido hallada, si la metralleta Sten o la pistola calibre 9 milímetros Parabellum. La investigación del caso, 39 años después de haberse cometido los asesinatos, ya está en manos de la Comisaría General de Información del Cuerpo Nacional de Policía y al Servicio de Información de la Guardia Civil.
—Aurora, ¿le gustaría saber quienes fueron los asesinos de su hermana?
—Sí, me gustaría verles las caras. No cambiaría nada, pero me gustaría saberlo. Mis hermanos tienen muy malas pulgas, quién sabe de lo que serían capaces de hacerles.
Aurora lleva desde 1979 con tratamiento farmacológico por depresiones. Asegura pasar días y días llorando, a veces a hurtadillas, la pérdida de su hermana. Admite que el dolor fue tal que llegó a pensar quitarse la vida. Advierte que la pena no mengua con los años y que mantiene presente el recuerdo de su hermana Hortensia.
“No podría ir al País Vasco”, admite en mitad del proceso judicial. “Y espero no tener que hacerlo, tampoco que lo hagan ellos —señalando a la cárcel—”, sentencia Aurora, que rememora el miedo que sintió en Guipúzcoa. “Yo mentía y decía que mi marido trabajaba en el tren, porque no quería admitir que era guardia civil —recapitula—; pero la gente lo sabía”.
El primer atentado que presenció fue el de un guardia civil, Antonio de Frutos, que falleció al detonarse una carga explosiva cuando se disponía a retirar una ikurriña como cebo, una técnica muy usada en la época por los terroristas. “Del ruido, creía que había descarrilado el tren”, recuerda Aurora. Desde entonces vivió con miedo. Cocinaba a oscuras, con la luz del pasillo, para evitar que la vieran en la cocina, desde donde podía ser un blanco fácil para los pistoleros. “Lo pasamos muy mal en la casa cuartel”, zanja.
Ensañamiento de ETA con la Guardia Civil
De las 860 víctimas de ETA, 215 pertenecen a la Guardia Civil: 196 estaban en activo y 19 en la reserva. A esa cifra hay que sumar los 17 familiares de los guardias que, como Hortensia, también fueron asesinados. Por provincias, 103 murieron en Guipúzcoa, 51 en Vizcaya y 10 en Álava; fuera del País Vasco, Madrid es la provincia con más atentados, con 20. Le siguen Navarra, con 15; Barcelona, con cinco; Zaragoza, con tres; Palma de Mallorca y Huesca, con dos; y La Rioja y Alicante, con uno.
Según el mapa del terror elaborado por el Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite), 38 guardias civiles andaluces fueron asesinados en el País Vasco a manos de ETA.
“En el cuartel éramos todos andaluces a excepción de dos gallegos y un guardia de Salamanca; el resto era de Cádiz o Sevilla”, apunta Aurora, que todavía tiembla al recordar el viaje con los restos de su hermana Hortensia desde San Sebastián hasta Cádiz.
Los guardias despidieron los féretros de Antonio y Hortensia. La comitiva la abrían dos motos de la Guardia Civil de Tráfico seguidas de los coches fúnebres y de los familiares. Aurora iba sedada, apenas ausente. Solo se acuerda de las luces de Navidad, del sonido de las sirenas y de las caras de la gente al paso de los féretros.
En un momento del viaje los coches de Antonio y Hortensia se separaron. El guardia recibiría sepultura en Sabadell, donde estaba destinado el padre, brigada de la Guardia Civil; la gaditana iría a San Roque por expreso deseo de su madre, que renunció a que Los novios de Cádiz fueran enterrados juntos.
“Cuando vi el coche de Antonio para una parte del camino y el de mi hermana para otro… después de quererse tanto, de estar juntos, de querer casarse… Eso es una pena, aquello fue algo bárbaro”, narra Aurora.
Más de doce mil personas esperaban los restos de Hortensia en San Roque. El cadáver fue velado en el domicilio familiar pese al ofrecimiento del alcalde de llevarlo al ayuntamiento. Tras el funeral, el Director General de la Guardia Civil le preguntó a Josefa, la madre de Hortensia, que si necesitaba algo. Respondió que ya que no podían devolverle la vida. A Hortensia, que le trajesen a su hija, a Aurora, a Cádiz. Siete días después ya estaba firmada la orden de traslado. “Nunca más pisé el País Vasco —sentencia la gaditana—; y no pienso volver”.
—¿Qué pensó cuando ETA anunció su final?
—No sé qué pensar; no sé si creerlos o no; ‘ajolá’, virgencita del Carmen, fuera verdad y no mataran a más criaturitas.
—¿Usted perdona?
—Yo no perdono ni olvido. No puedo perdonar un crimen. ¿Cómo voy a perdonar a una persona que ha matado a mi hermana y ha hecho que mis padres mueran con esa pena? ¿Cómo voy a perdonar?
La familia recibió 23 millones de pesetas del Estado. Josefa, la madre, guardó una parte abultada para las flores de la lápida de Hortensia, que todas las semanas estrena adorno floral de temporada.
“Ellos quieren que acerquen a sus familiares —concluye Aurora—; y a mí ¿quién me acerca a mi hermana?, si está en un boquete. ¿Ellos? ¿Me van a devolver a mi hermana? ¿Y a todos los que han muerto? Pues como no pueden, que se queden aquí —señalando a la cárcel de Algeciras— cumpliendo todos los días que les queden de condena”.
Antonio y Hortensia regresaron en un coche funerario al lugar donde decidieron sus familiares y los presos etarras, como los 11 asesinos recluidos en la cárcel de Algeciras, piden volver al País Vasco aunque sea en furgones de la Guardia Civil para estar cerca de sus familias. Y, políticamente, todo parece indicar que lo verán. Pero no como los novios de Cádiz.