A sus 39 años Juan de Antonio es el fundador de Cabify, una plataforma tecnológica de movilidad presente en 10 países y 35 ciudades de Latinoamérica, España - Madrid, Barcelona, Málaga, Sevilla, y Valencia- y Portugal, valorada en 1.200 millones de euros. Se trata de una aplicación móvil que ofrece la posibilidad de disfrutar de vehículos exclusivos y de diferentes gamas, entre las que encuentran vehículos estándar, familiares, para grupos o de lujo, para el traslado personal.
El usuario puede controlar en todo momento la ubicación a través del móvil y el pago, que se realiza mediante tarjeta de crédito o Paypal, se contabiliza por trayecto, independientemente del tráfico y sin realizar ninguna transacción con el conductor, que va incluido en el alquiler. Esto supone una clara ventaja frente a otras opciones, como el taxi. “Nuestro objetivo principal es reemplazar el vehículo particular. Nosotros no tenemos una guerra contra el taxi, como se cree popularmente”, explica a EL ESPAÑOL el empresario.
Son las nueve de la mañana y Juan -como insiste en que le llamemos- ya ha sacado a pasear a sus dos perros; uno es un cruce de labrador y otro de pastor belga. Él y su esposa los rescataron de las calles de Ciudad De México, donde se conocieron y residieron durante tres años mientras desarrollaba su filial en el país centroamericano. “Mi esposa, que es vegana y se preocupa mucho por los animales, dedica gran parte de su tiempo a ayudar en refugios caninos. Ellos marcan bastante nuestro día a día. A primera hora salgo a pasear con ellos por la Dehesa de la Villa y después me voy al trabajo, donde echo más horas de las que debería”, explica a EL ESPAÑOL el empresario.
La Dehesa es el parque más cercano a su casa. Sorprendentemente su vivienda tiene 60 metros cuadrados y cuenta con un dormitorio. En el salón un hilo de luz conduce directamente hasta una pequeña terraza, que asoma directamente al humilde distrito madrileño de Tetuán, a pocos minutos de la parada de metro de Alvarado. Es el mismo edificio donde se crió y donde aún residen sus padres. Un lugar que él mismo define como el espacio de confort que le permite mantener los pies en la tierra: “A veces en la farmacia me preguntan: ¿Cómo va la empresa? Pero mi día a día es totalmente normal. El trabajo no te define como persona y en el barrio tengo un perfil bastante bajo. Anteriormente he residido en Vallecas y de alquiler en el distrito de Chamberí”. A diferencia del líder de Podemos, Pablo Iglesias con quien la empresa ha mantenido un intenso debate en las últimas semanas a través de redes sociales y cuya residencia se encuentra en Galapagar. Concretamente la pareja de Podemos ha adquirido recientemente un lujoso chalet valorado en 600.000 euros.
Juan de Antonio mantiene los pies en la tierra. Por eso cada día camina 35 minutos hasta su oficina, situada en la calle Pradillo 42, -la antigua sede del periódico El Mundo-, aunque en los días de lluvia opta por el 43 –número del autobús- o un Cabify, ya que como comenta, le preocupa el medio ambiente. Esta es la razón por la cual, aunque tiene carnet de conducir, no dispone de vehículo propio.
-Cabify ya forma parte de la rutina diaria de miles de españoles, pero ¿de dónde surge el nombre?
-Se le ocurrió a Sam Lown, amigo y socio, cuando estábamos buscando dominios libres en internet con nombre corto. Verás, Cabify es la combinación de la palabra inglesa "cab", que quiere decir ‘taxi’ y el sufijo ‘-fy’, ‘convertir en’. La idea era la de compartir un vehículo por minutos”, explica Juan de Antonio, que ha logrado construir un auténtico imperio en el sector.
La plantilla de Cabify ha crecido un 32,8 por ciento a nivel mundial. Además, emplea a 1.800 personas a nivel global, de los cuales 350 empleados están en España y tienen una media de edad de 31 años. En el pasado ejercicio de 2017 la app superó, los 70 millones de euros de facturación, frente a los 16 del ejercicio anterior.
“Yo tengo 49 años y me quedé en paro hace cuatro. No encontraba trabajo y a mi edad perdí toda esperanza. Hace un año, con 48 de edad, entré en Cabify. Desde entonces respiro, no sólo económicamente sino también mentalmente. He pasado de sentirme un inútil a ver que se valora mi trabajo, explica a EL ESPAÑOL, Pedro, un conductor de la flota española.
El chico que iba a la universidad en bicicleta
El director de la multinacional española se crió en La Velilla, un pequeño pueblo de 200 habitantes situado en el municipio de Pedraza, Segovia, donde disfrutó de la naturaleza y las calles libres del contaminante humo que desprenden los coches. De los recuerdos de su infancia se desprende precisamente su afán ecologista, pilar sobre el que se sostiene su proyecto personal. El otro es tratar de entender cómo funciona el mundo. “Estudié una ingeniería porque pensaba que el mundo lo movían las comunicaciones, las máquinas, el hecho de fabricar cosas. Cuando era pequeño si se estropeaba un despertador, lo abría y observaba su mecanismo, tenía curiosidad, por eso comencé a estudiar 'teleco'.
Entonces, compaginaba los estudios con algunos 'curros': Me puse a repartir pizzas y trabajaba en un bar; allí ganaba 'unos cuartos' para poder salir con los amigos en verano, pero cuando terminé la carrera me di cuenta de que no me había preocupado por trazar una trayectoria profesional y me pregunté: ¿De qué se puedo trabajar ahora?”, narra con el lenguaje coloquial de quien se abre paso en la vida entre las callejuelas de un barrio obrero.
En el año 2002 y nada más finalizar su licenciatura en Telecomunicaciones en la Universidad Politécnica de Madrid, donde fue un estudiante de notables, Juan de Antonio comenzó a trabajar como ingeniero, profesión que abandonó a los pocos meses: “Empecé a entender que las empresas son las que generan trabajo y las que realmente mueven la economía y que, para entender el mundo, hay que entender a las empresas; por eso comencé a trabajar en una consultora estratégica”. Concretamente en The Boston Consulting Group, donde desde el año 2004 hasta el 2007 aprendió de negocios pero “sin llegar -como él dice- a ensuciarse las manos”.
Primer fracaso empresarial
A los tres años de trabajar como consultor decidió emigrar a Asia. Tailandia, Vietnam o Singapur fueron algunos de sus destinos previos a dar el gran salto a Estados Unidos. “Me concedieron una beca Fullbright y me fui a estudiar un MBA a la Universidad de Stanford, ubicada en California. Allí, entré en contacto con un montón de emprendedores, y conocí un sistema muy desarrollado de financiación de empresas. Realmente me di cuenta de que gente, más o menos tan torpe como yo, había conseguido implementar grandes proyectos, tal y como ves en las películas de Hollywood”.
A su vuelta a España volcó el bagaje que le ofreció su estancia en la costa californiana, muy diferente al empedrado municipio de Velilla, en un nuevo reto para hacer de las ciudades un lugar más habitable: “Recordé los tiempos en los que era estudiante -explica- y me trasladaba en en bici hasta la facultad, era agobiante sortear coches y motos a cada rato”.
En 2010 introdujo por primera vez vehículos eléctricos de la compañía Zero Motorcylce en las ciudades europeas; sin embargo, pronto se dio cuenta de que este proceso llevaría unos años y que había oportunidad de atacar el problema desde otro ángulo: ofreciendo a los pasajeros comprar kilómetros en lugar de comprar el vehículo. Así surgió Cabify en Madrid en el año 2011. “Al ver fracasar mi negocio me surgió una idea, ¿y si pagáramos por el uso del vehículo en vez de por el vehículo en sí mismo?”.
A día de hoy Cabify forma parte de Maxi Mobility, un holding de empresas de marcas líderes en el sector de movilidad incluyendo Cabify e Easy, que nació con la visión de mejorar la calidad de vida de los habitantes, ofreciendo opciones integradas de movilidad. “Estamos al tanto y en la vanguardia de alternativas que sean una opción para sustituir los vehículos particulares por otros eléctricos, para que en vez de tener zonas de parking en las ciudades podamos disfrutar de canchas de baloncesto, skate o zonas verdes”, explica a EL ESPAÑOL.
Sin luna de miel
Tal y como él mismo hace cada vez que puede escaparse 'al pueblo', donde aún reside su hermano. “Es difícil, porque generalmente estoy dos meses en España y dos en Latinoamérica. Intento que a veces mi mujer viaje conmigo para que la cosa funcione, pero no todo el tiempo podemos viajar juntos. De hecho, aún no hemos podido irnos de luna de miel,- celebraron su unión en matrimonio el pasado mes de enero- y mi mujer me ha advertido: Si no me tomo quince días libres en noviembre o antes de que cumplamos nuestro primer aniversario, será motivo de divorcio”, cuenta entre risas el empresario, que pronto recupera la compostura al recordar la responsabilidad que recae sobre sus hombros.
“Verdaderamente cuando creces tan rápido -explica- y tienes tanta responsabilidad no solo hacia los empleados sino también hacia los usuarios, esto se convierte en algo adictivo. El volumen de nuestro negocio se multiplica aproximadamente por seis anualmente y hay que dedicar tiempo a corregir errores y organizar el trabajo”. Una tarea que se toma muy en serio, hasta el punto de actuar como ‘jefe infiltrado’ entre las flotas de vehículos que se encuentran al servicio de la empresa: “Muchas veces cuando me subo a un Cabify no saben que soy yo quien se sube; entonces pregunto a los conductores, cuáles son sus quejas y qué querrían mejorar. Algunos me dicen que necesitan un lugar para descansar o poder ir al cuarto de baño. Yo voy tomando nota de sus peticiones y de sus experiencias personales, que en muchas ocasiones son gratificantes”.
-Pero sin embargo, Juan, hay voces que se cuestionan vuestro modelo de negocio y os 'acusan' de evasión fiscal, como es el caso de Pablo Iglesias...
-“Las críticas nos ayudan a crecer, siempre que sean constructivas, pero hay que atender a la verdad y cuando te subes a un Cabify, al final de tu trayecto recibes una factura con los datos fiscales de la empresa, que tributa en España al cien por cien. En definitiva, son discursos vacíos y como multinacional lo que nos preocupa es seguir mejorando. ¿Sabes?, mucha gente no sabe que Cabify es, al fin y al cabo, una empresa española”.
Y así continuará siendo tal y como asegura la compañía a EL ESPAÑOL, que desmiente “de manera categórica los rumores sobre supuestas conversaciones con relación a su venta”, a quien se le ha relacionado con su principal competidor, Uber. “No se han estado manteniendo encuentros con los directivos de esta ni de otras compañías para negociar una posible venta parcial o total de Cabify. La compañía se encuentra en un inmejorable estado de salud financiero y de crecimiento sostenible, y continúa estableciéndose en una posición de liderazgo en los mercados en los que tiene presencia”, afirma Cabify.