La demolición de Attica, el mítico templo del Bakalao madrileño
- La histórica discoteca de Madrid fue un emblema de fiesta y excesos para miles de jóvenes en los 80 y 90. Desde este martes ya solo quedan sus escombros.
- Su edificación fue ilegal al estar construida sobre una zona verde.
- Regreso a la Ruta del Bakalao: 20 años de aquellas fiestas locas que duraban 4 días
Fiestas interminables, música electrónica y drogas. Los años 90 eran otros tiempos y sus discotecas también. Hoy en día quedan pocos locales en pie que hayan acogido los desmadres de los jóvenes de aquella época. Y la discoteca Attica de Madrid fue uno de los lugares más emblemáticos de ese movimiento contracultural. Sus paredes vieron pinchar a grandes Dj’s como Dj Pepo, Abel Ramos o Cristian Varela, que hicieron saltar a las masas al ritmo de sus temas. Sin embargo, este martes, una simple grúa se bastó para demoler el epicentro madrileño de estas juergas vanguardistas.
Attica, conocida también como “la catedral del Bakalao”, nació en 1987 convirtiéndose en una parada obligatoria de la Ruta del Bakalao. Esta comenzó en Valencia, concretamente en la zona del Saler, y contó con varias discotecas que permitían a los jóvenes ir de fiesta en fiesta durante al menos un par de días. Pero, por si fuera poco, en Madrid se abrieron varios locales para que continuara la juerga: Attica, Radikal y Bachatta. Los jóvenes recorrían 370 kilómetros los fines de semana para seguir la ruta que conectaba musicalmente ambas ciudades.
La Ruta del Bakalao, propia de la movida valenciana, reinventó la forma de vivir la noche en España. Los after, las drogas de diseño y los accidentes en carretera son el legado de aquellas locuras de finales de los 80 y principios de los 90. Pero este movimiento vanguardista y contracultural también permitió acercar a los jóvenes a las últimas tendencias del rock internacional.
Attica se derrumba
Han pasado más de 20 años desde que Attica cerró sus puertas y los estragos del tiempo y el abandono han hecho mella en el edificio. El local, situado en el kilómetro 15 de la A-2, celebró su última fiesta clandestina en 1995 y, desde entonces, ha permanecido desierto. Los vecinos de la zona relatan a EL ESPAÑOL que en el momento de quedar vacío familias de nacionalidad rumana se fueron instalando en el lugar.
Para algunos, la okupación ha traído muchos problemas. Esta es la opinión de Elena, que al ver cómo destruyen el edificio suspira aliviada mientras susurra: “Menos mal, ya era hora”. La mujer pasa por el puente de San Fernando de Henares de camino al trabajo todos los días. “Un día, no sé si fue hace un año, pero era invierno, pasaba por el puente de camino a la Renfe y uno de los borrachos que vive ahí me persiguió corriendo”, cuenta mientras señala la antigua discoteca. Elena denunció la okupación porque consideraba que era peligrosa y daba problemas a los bares de la zona.
Sin embargo, para otros vecinos como Carlos, encargado del restaurante Las Moreras, no fue un problema que la discoteca estuviera habitada. “No nos han creado conflictos, pero sí había mucha suciedad”, explica el hombre; y es que, al avistar el patio de Attica, pueden observarse los bártulos de sus inquilinos: sartenes colgadas en el patio, chanclas tiradas en una esquina, un vaso de café sobre la mesa junto a un cenicero o los restos de una cajetilla de tabaco.
Además de encontrarse en mal estado, la discoteca estaba construida en zona verde, por lo que su edificación fue ilegal. El Ayuntamiento de Madrid, en concreto el departamento de Urbanismo, lleva años ordenando su demolición, pero no fue hasta este martes cuando se inició la operación, que pilló por sorpresa a los inquilinos. La Policía Nacional recibió el mandato de vaciar el local desde el Juzgado de Instrucción 48 de Madrid y con la ayuda de la Policía Municipal, la Local de Coslada y el SAMUR-Protección Civil, desalojaron a las más de 60 personas que okupaban la antigua discoteca. Todo fue rápido y se desarrolló sin incidentes. A continuación comenzó la demolición.
La polémica historia de Attica
El after madrileño abrió sus puertas por primera vez en diciembre de 1987, durante el auge de la Ruta del Bakalao. Los jóvenes iniciaban su maratón de desfase en esta discoteca y viajaban a Valencia para continuar la fiesta, en ocasiones durante varios días. La sala Attica se convirtió en el primer local underground de la capital, siempre a la cabeza de las discotecas de Madrid.
Sus dos salas, El Cielo y El Infierno, ofrecían distintos espectáculos. El Infierno, en la planta baja, era una estancia oscura en la que se pinchaba la música más vanguardista y con marcadas tendencias techno. El Cielo, situado en la planta superiror, estaba abierto al exterior y contaba con una pequeña piscina en la terraza. Su estilo musical difería del de la sala inferior con más temas vocales al son de las guitarras, lo que más tarde se llamaría “Flower-Power”.
Attica atrajo a jóvenes de toda España: Valencia, Barcelona, Euskadi. Todos ellos querían conocer cómo era una noche en la famosa discoteca de Madrid. Pero su vida fue efímera, no llegó a permanecer abierta ni 10 años. En octubre de 1994, la Junta de Barajas y la Gerencia de Urbanismo decidieron cerrar el local. Los dueños no tenían licencia de apertura, por lo que la actividad era ilegal. Attica quedó precintada con un cordón policial.
Sin embargo, en junio de 1995, los dueños de la discoteca decidieron saltarse la clausura y celebrar una fiesta a lo grande: “Attica por un día”. La policía dio dos avisos a los asistentes, pero la celebración no terminó hasta que un jóven, Pedro S. S., falleció a las puertas de la discoteca por una sobredosis de drogas.
Tras este suceso, Alejandro Conde y José Cereceda, dueños de Attica, fueron detenidos por delitos de imprudencia temeraria y desobediencia, pero no escarmentaron. Una vez puestos en libertad celebraron la “última fiesta” el 6 de agosto de 1995. Se volvió a romper el precinto y, entre sus paredes, sonó por última vez la mejor música electrónica de la capital.
La “catedral del Bakalao” cayó este martes enterrando entre sus escombros las historias de juventud de miles de españoles. A esta despedida no acudieron aquellos que bailaron al son de su música. Tampoco sonaban los temas de sus Dj’s más afamados. Tan solo observaron su caída los agentes de policía y los encargados de la demolición mientras escuchaban el sonido de la excavadora golpeando contra sus muros de piedra.