El pasado 17 de mayo, Luis Manuel Rubiales Béjar (1977) ganó las elecciones a la presidencia de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) con un lema tan contundente como premonitorio: “El cambio es imparable”. Esa fue su máxima. Quería poner fin a la etapa de Ángel María Villar, que había ocupado el cargo durante 30 años, y transformar la institución por completo. Eso sí, tenía dos opciones: hacerlo progresivamente o ponerlo todo patas arriba de un día para otro. ¿Y por cuál optó? Por la segunda. En pocos meses, –y después de tomar algunas decisiones controvertidas, como la de destituir a Lopetegui a menos a 48 horas del debut de España en el Mundial o el nombramiento de Luis Enrique como seleccionador–, ha iniciado una nueva era. “Es un tipo con carácter, temperamental. Lo era en el terreno de juego y lo sigue siendo ahora”, reconoce Wilder Barcos, conocido de la familia, en conversación con EL ESPAÑOL.
Pero hasta llegar a lo más alto, Rubiales tuvo que recorrer un largo camino. El salto no fue de un día para otro. Luis nació en Gran Canaria, donde su padre estaba destinado como profesor –aunque más tarde se dedicara a la política–, pero se crió en Motril (Granada) junto a su hermana Evelyn, esa que lo hacía rabiar –y hasta llorar, en el buen sentido– cuando era pequeño. Allí, su madre abrió una peluquería y él empezó a jugar al fútbol. Y, en general, se ganaron el cariño de sus vecinos. “Siempre hay alguien a quien le caes mal, eso pasa en todos sitios. Pero a ellos se les quiere. Son gente llana, cercana y amable”, comenta Miguel Novo a EL ESPAÑOL, que entrenaba al primer equipo de la ciudad cuando Rubiales estaba en las categorías inferiores del club.
Luis dio sus primeros pasos en el juvenil de Motril. “No era el mejor ni el que más calidad tenía, pero trabajaba mucho. Era serio, responsable y profesional, le ponía muchas ganas a todo. Quería dedicarse a esto y lo consiguió más por convicción que por técnica”, explica Juan Carlos Hontoria, compañero suyo en el primer equipo. “Le venía de familia. Su abuelo y su padre también habían jugado. Eran, en general, muy futboleros”, puntualiza Miguel Novo.
Esa pasión le llevó a salir de Motril poco tiempo después de llegar al primer equipo. Luis, convencido de sus opciones, rechazó una oferta de Del Bosque para ingresar en la cantera del Real Madrid y se marchó a jugar al juvenil del Valencia. Después, recorrió media Península –y varias categorías (de Tercera hasta Primera)– hasta llegar a la élite. Estuvo en el tercer plantel del Atlético de Madrid, pasó por el Granada 74, por el Guadix, por el Mallorca B, por el Lleida, por el Xerez de su ídolo Bernd Schuster y por el Levante, con el que ascendió a la máxima categoría del fútbol español. Y, después, terminó su carrera con el Alicante y el Hamilton Academical de Escocia.
Mientras, su padre, de mismo nombre y apellidos (Luis Manuel Rubiales), se hizo un hueco en la política local. Ganó las elecciones con el PSOE en 1995 y se convirtió en alcalde de la ciudad. Y, desde el consistorio, impulsó la construcción de la Plaza de Toros –aunque la inaugurarían ya sin él en el cargo– y ayudó a que el equipo ascendiera a Segunda división B. “Eran los tiempos del boom, había más dinero y consiguió que llegaran patrocinadores”, comenta Miguel Novo, exentrenador del Motril.
Entonces, Rubiales pudo volver para jugar en el equipo de su ciudad, pero se negó. “No quiso para que no dijeran que lo ponían por ser el hijo del alcalde”, reconoce Wilder Barcos, que también entrenó al Motril en diferentes épocas y recibió el homenaje de Luis cuando éste presidía la AFE. “Entonces, ya se le veía manera de líder. Era muy noble, dinámico y muy capaz. Pero, sobre todo, era buen compañero”, añade el técnico.
Luis padre, del Psoe a Podemos
Luis Rubiales padre estuvo al frente de la política de Motril durante dos legislaturas (1995 a 2003) y llegó a poner pantallas gigantes en el patio del Ayuntamiento para casar a su hijo, según explican diversas fuentes a EL ESPAÑOL. Después, fue nombrado delegado de empleo de la Junta de Andalucía y dejó la formación socialista. Se volvió a presentar a las elecciones de Motril con Convergencia andaluza y perdió. Dejó la formación e ingresó en el Partido andalucista, pero por poco tiempo, porque en los últimos comicios autonómicos, ejerció de interventor de Podemos.
De su padre, Luis Rubiales heredó el gusto por el fútbol. En ese ámbito le fue bien. “Se convirtió en un buen lateral izquierdo. Subía muy bien la banda. Era disciplinado, tenía fuerza, físico y garra”, lo describe Juan Carlos Hontoria. Y finiquita Miguel Novo: “Es de esos jugadores de los que siempre quieren los entrenadores. Siempre cumplía”.
Tanto es así, que sus compañeros siempre lo recuerdan en Motril entrenando antes de la pretemporada. “Él no era de los que estaba deseando que llegaran las vacaciones para irse de fiesta o tomar unas cañas. No, él, semanas antes de que empezaran las concentraciones, estaba corriendo por la playa para llegar como un toro”, recuerda Miguel Novo. Y remata Juan Carlos: “Y con las lesiones le pasaba igual. Se venía a recuperarse aquí y se iba al pabellón municipal a echarle horas para recuperarse antes”.
Del campo a los despachos
Rubiales también heredó de su padre el gusto por la política. En el Levante, lideró a la plantilla llevándola a la huelga en 2008 por impagos. Esa lucha por sus compañeros –también en Alicante– fue su trampolín a la Asociación de Futbolistas Profesionales (AFE). Licenciado en derecho, accedió a la presidencia en 2010 sustituyendo a Gerardo González Movilla, que había estado 22 años al frente. Y, con él dirigiéndola, la organización cobró relevancia por sus reivindicaciones.
Quiso garantizar los pagos a sus compañeros y, en una época difícil, en la que la crisis llevó a muchos equipos a la desaparición, amenazó con varias huelgas que pusieron en jaque al fútbol español. Entonces, comenzó su pulso con Javier Tebas, presidente de la Liga, con el que inició una lucha que se ha suavizado con su llegada a la Federación Española de Fútbol. Sin embargo, a esa batalla le han sucedido muchas otras en este corto período de tiempo.
En pocos meses, Rubiales, que en la Asociación de Futbolistas se había granjeado más amistades que enemistades, ha puesto patas arribas el fútbol español. Nada más llegar, sustituyó a Victoriano Sánchez Arminio, que llevaba 25 años siendo presidente de los árbitros, por Velasco Carballo, un colegiado más joven y más valorado fuera de España. Y, a eso, le sumó el nombramiento de María González Casado como nueva directora de comunicación –antes lo había sido de Cristina Cifuentes y de Alberto Ruiz Gallardón–.
Adiós a Lopetegui
Pero eso no levantó suspicacias. Su primer golpe encima de la mesa lo dio a 48 del debut de España en el Mundial. Rubiales destituyó a Lopetegui –supuestamente, por haberle avisado con poco tiempo de su fichaje por el Real Madrid– y puso a Fernando Hierro al cargo de la selección. “Es un novato y sus argumentos son un poco dictatoriales. Ha entrado a la Federación y lo primero que ha hecho es colocar a toda su gente para meter a sus amigos. Si hablamos a nivel futbolístico y tenemos en cuenta lo que es un club y lo que conlleva una dirección deportiva, él es un paleto”, le acusó Javier Clemente, exseleccionador, después de aquello.
Entonces, se inició un incendio que ha continuado con los nombramientos de Molina, exportero de Atlético y Deportivo –entre otros–, como nuevo director deportivo, y de Luis Enrique como nuevo seleccionador nacional. Dos ‘fichajes’ que han levantado suspicacias en el aficionado del Real Madrid, que lo ha entendido como un guiño a su máximo rival, el Barcelona, de ahí que en las redes sociales se le haya catalogado, en muchos casos, de "antimadridista".
Supercopa a partido único
Pero su último enfrentamiento –al que le seguirán muchos otros– lo tuvo esta misma semana. Rubiales ha decidido que la Supercopa de España que disputan Barcelona y Sevilla sea a partido único y, posiblemente, en Tánger –esto está por concretarse–. Una decisión que no ha sentado bien al club hispalense, que quería jugarla a ida y vuelta. “No puede ser que nos veamos sometidos a la pleitesía que le quiere brindar al Barcelona”, le acusó el presidente del conjunto andaluz. Y, Luis, le contestó amenazándole con enseñarle un WhatsApp en el que el propio Castro decía: “Tánger, fabuloso, pero decid que sois vosotros los que me lo habéis impuesto”.
Rubiales, en pocos meses, ha demostrado que aquel jugador al que apodaron ‘Pundonor’ por su carácter dentro del campo está dispuesto a ponerlo todo patas arriba. “El cambio es imparable”, rezaba su eslogan. Y ya ha llegado. No le ha hecho falta mucho tiempo. ¿Será para bien o para mal? Eso está por ver. Lo que está claro es que la Federación, con él al frente, no va a ser un mero espectador de lo que ocurra dentro del campo. Va a jugar un papel decisivo. A ser posible, sin encajar muchos goles. El partido, en cualquier caso, acaba de empezar. Hasta Obama, con el que coincidió esta misma semana, lo seguirá -con interés, obviamente- desde la distancia. ¡No es para menos!