Raquel Díaz Pérez fue estrangulada por su pareja, David Pellicer Criado, en la madrugada del domingo 24 al lunes 25 del pasado mes de junio. Unos días antes, la zaragozana de 37 años le había comunicado al padre de su hija de nueve, con el que mantenía una relación desde hacía casi dos décadas, que se quería separar. Y la respuesta de él fue asesinarla.
"Empecé a pensar en todo lo que se me venía encima" o "me di cuenta de que era una separación y no un impás" fueron algunas de las explicaciones que David dio a la jueza para justificar que se le había "ido la cabeza". Tras estrangular a Raquel, el hombre se dirigió a la Jefatura Superior de Policía de Zaragoza para confesar el crimen.
Según informa este lunes El Heraldo, David Pellicer admitió sin tapujos que había asesinado a su pareja cogiéndola del cuello y estrangulándola. Los hechos se produjeron en la casa que compartían ambos, incluso esa noche durmieron juntos. Pero el varón, según su versión, se volvió loco cuando se dio cuenta de que la separación que le había pedido su pareja iba en serio.
Después de estrangularla y sin saber si estaba viva o muerta, Pellicer se fue al salón, se tomó tres cervezas, medio gramo de cocaína y 15 pastillas de orfidal y se fumó varios porros de marihuana, según su relato. Todo ello antes de entregarse a las autoridades policiales.
En la declaración, David definió su relación con Raquel como "buena" hasta hacía solo unas semanas. Sin embargo, esta versión contrasta con el relato de la mejor amiga de Raquel. Según el citado periódico aragonés, esta mujer confesó que Raquel le había contado que su pareja era "muy celosa", que la trataba "como una mierda" o que le decía que no valía para nada.
La testigo señaló que Raquel le había contado hace tres meses que su relación con David no iba bien y que lo quería dejar porque ya no sentía nada por él. De hecho, en unos mensajes de WhatsApp, Raquel le confesó a su amiga que "yo ahora mismo estoy viviendo un infierno, pero bueno, todo pasa en esa vida. Y todo llega... Te quiero mucho amiga mía, recuérdalo siempre".
Colchonera y aficionada a las motos
Los conocidos de Raquel destacan que era una persona muy alegre: “Era una muchacha estupenda, muy maja, muy simpática”, relató hace un par de semanas una compañera de trabajo en conversación con EL ESPAÑOL. Trabajaba en una frutería dentro del mercado de Delicias de Zaragoza. El puesto en la plaza de abastos no era suyo, sino de un amigo, Paco. Y, cuando éste traspasó el local, ella abandonó el trabajo. Fue hace cerca de un año.
Raquel también era amante acérrima de las motos, especialmente de las de gran cilindrada. No dudaba en fotografiarse al lado de estupendos ejemplares de estos vehículos, ya fuera con ella al volante o, simplemente, al lado. También le gustaba mucho el fútbol. Su club favorito, el de sus amores, era el Atlético de Madrid. No dudaba en autodenominarse como colchonera. “Nunca dejes de creer”, esgrimía en sus redes sociales. Junto con las motos, eran sus grandes aficiones.
Los vecinos y trabajadores consultados por este periódico la seguían teniendo muy viva en la memoria. Era imposible de olvidar: ojos verdosos, penetrantes; tatuajes a lo largo de su cuerpo. Destacaba, especialmente, la manga que le adornaba el brazo.
Raquel había nacido en Zaragoza. Y había desplegado toda su vida en la ciudad. Estudió en el IES María Moliner, en el barrio de Oliver de la capital aragonesa. Pero su vida se desarrolló en Delicias: allí trabajaba, allí vivía, en un apartamento de la calle de Marcos Zapata junto con su hija Leyre.