Cuando acaba la calle de bares y discotecas de Magaluf, que se llama Punta Ballena, surge a la derecha una callejuela que se convierte en una interminable cuesta arriba. Cada vez más oscura, cada vez más empinada. Ahí ya no hay bares. En el punto más alto hay un extraño edificio de doce plantas, porque seis son subterráneas y se entra por el sexto piso. En ese edificio, que se llama Eden Roc, han muerto este verano tres jóvenes en su primera fiesta, en el rito iniciático más popular de Inglaterra. Tenían 18, 19 y 20 años.
El balconing es uno de los temas de cada verano en Baleares, pero este año se está dando un repunte dramático. Ya se ha llevado la vida de seis personas (todos británicos menos un francés), pero de momento van 13 casos de caídas desde balcones. Tres de ellos la misma noche, el 18 de julio. El tema ha acabado convirtiendo en asunto de estado. El gobierno británico y el balear han mantenido ya un par de encuentros para intentar poner solución a un problema que este verano está batiendo récords. Y el epicentro está en Magaluf.
¿Cuáles son los motivos de esta especie de repunte de accidentes por balconing? En la isla citan tres: el precio de derribo del alcohol, el cambio de fisonomía de la fiesta y la edad de los participantes.
Balconazo que abre el verano
“Aquí decimos que no empieza el verano hasta el primer balconazo”, cuenta Ramón, que lleva 20 años de camarero en Calvià. Y este año llegó pronto: el 27 de abril. La víctima fue Natalie Cormack, una chica de 19 años de West Kilbride (Escocia), que llevaba días posteando en sus redes que estaba pasando “los mejores días” de su vida. Se hospedaba en el edificio Eden Roc, un bloque de apartamentos son vigilancia nocturna. Intentó saltar a su balcón desde otro apartamento porque se había olvidado las llaves. Murió en el acto al caer desde un séptimo piso.
El 4 de junio murió el segundo: Thomas Owen Hughes. Un galés que acababa de cumplir los 20 dos semanas antes. Por la noche, tras consumir grandes cantidades de alcohol, se equivocó de edificio y se metió… en el Eden Roc. La pasarela de entrada a través del sexto piso le dio la sensación de ser un corredor hasta su habitación. Intentó saltar, se tropezó y se mató.
El último fallecido ha sido Tom Channon, un chico de 18 también galés que celebraba su mayoría de edad. También se cayó desde la misma altura que su compatriota, un sexto piso. También del mismo edificio, el Eden Roc. También era la primera fiesta de su vida.
Kebab 24 horas
Magaluf (Mallorca) es un ecosistema artificial que no duerme. Un montón de calles llenas de hoteles, apartamentos, bazares y una preciosa playa. Un lugar donde siempre se encuentra al menos un pequeño supermercado abierto y hay kebabs 24 horas.
Su capital es Punta Ballena, que es una larga subida y luego una bajada. A lo largo de sus 500 metros se apilan bares, discotecas, antros y barras de striptease. Un sitio donde nada es lo que parece. Los ‘Skysky’ son nigerianos y senegaleses que venden gafas de sol por la noche y voladores luminosos que tiran al aire al grito de “Sky, sky”. Además de unos cuernos de neón, te puede conseguir cocaína adulterada o pésimo cristal. Es la calidad máxima exigida por un guiri de 20 años en una zona de costa.
También están ‘las nigerianas’: un centenar de jóvenes subsaharianas que simulan ejercer la prostitución por la zona. Cuando enganchan al guiri que va más borracho (a veces con el ‘skysky’ como cebo), lo meten en uno de los tres callejones oscuros de la zona. En lugar de tener sexo lo desvalijan y huyen. “Todos estamos hartos de las nigerianas. Taxistas, comerciantes, vecinos… todos hicimos un grupo de Facebook para ver si las echamos. Ahora nos han denunciado por acoso y por racismo”, cuenta un camarero mallorquín de la zona.
Pero realmente la fiesta está dentro de los hoteles. Las calles de Punta Ballena están cada vez más vacías. La diversión se traslada a las habitaciones, que es donde realmente pasan más tiempo los ingleses. ¿A qué se debe?
Shagaluf, la fiesta iniciática
Uno de los motivos es la fisonomía de este festejo. En torno a la fiesta de Magaluf y al problema del balconing hay varios tópicos que no se acaban de corresponder con lo que hay en realidad. Para empezar, el mito del británico holligan rudo y violento. Luego, la percepción de que el balconing consiste en un salto a una piscina para colgar en redes.
Lo primero, el arquetipo de hooligan británico, currante, curtido, tatuado, gamberro… Eso ni asoma por Magaluf. Ese espécimen se encuentra más en Benidorm, Canarias o la Costa Brava. Lo de irse de fiesta a Magaluf es otra historia. En el Reino Unido lo llaman Shagaluf, que se traduciría como ‘follaluf’. Es una ceremonia que se convierte en una especie de bautizo de la edad adulta para los británicos. El viaje en el que los niños cumplen la mayoría de edad. Sus primeras vacaciones sin padres. El desfase con amigos donde conocer a otros grupos de británicos de su misma edad, emborracharse y tener sexo. Muchas veces son los propios padres los que los alientan. “Como cuando tu padre te llevaba de p***s, pero sin padres”, resume Archie, un viejo mancuniano que lleva toda la vida veraneando en Mallorca.
Así, el perfil del turista de Magaluf es casi el de un niño; no tiene más de 21 años, es estudiante, británico, no tiene experiencia viajando solo y viene con sus amigos a estrenarse a Magaluf, que es un lugar que nunca duermey donde siempre hay un sitio para poder pegar un trago.
Residencias universitarias con alcohol
Los hoteles se convierten en una especie de residencia universitaria con el 80% de sus ocupantes con menos de 20 años y borrachos como cubas. Por las noches, la fiesta está ahí, de habitación en habitación. Aquí hay un grupo de chicas de Newcastle, aquí una clase de chicos de Dublín. Algún balcón sirve de cabina de DJ improvisada para que cualquier motivado baile desde abajo. Y la gente va pasando de balcón en balcón.
Ahí se desmonta el segundo tópico: aunque haya imágenes muy espectaculares en Youtube de turistas tirándose a la piscina, no es lo habitual. De hecho, en ninguno de los hoteles donde han muerto turistas por balconing este año había piscina. Lo que sí que es cotidiano es pasar de una de esas habitaciones a la otra. Es parte de la fiesta. Por rapidez, por comodidad, por inconsciencia, por el alcohol…
El alcohol más barato de España
Y ahí entra otro de los factores: el alcohol de Magaluf: de mala calidad y casi regalado. Tal vez sea el lugar de España donde sale más barato beber. La querencia de los turistas británicos por la bebida ha llevado a una especie de guerra sin cuartel entre los establecimientos de Punta Ballena. Aquí 5 euros 2x1. Aquí lo mismo más un chupito. Aquí todo eso por 4 euros. Ofertar el alcohol tan barato deriva en circunstancias decadentes. A ese precio sólo se pueden ofertar segundas y terceras marcas, lo que provoca borracheras mucho más duras y dañinas.
El paradigma de esta decadencia son las discotecas. Por 30 euros consigues la entrada a dos salas. Con una camiseta de regalo y bebida gratis e ilimitada toda la noche, de 11 a 6. All you can drink. El low-low cost. Esta batalla agresiva por los precios provoca que tengan que reutilizar hasta los vasos de plástico. Es una estampa habitual ver al camarero apilando una columna enorme de 50 o 60 vasos de plástico ya usados que lleva a lavar a toda velocidad para que los ingleses sigan bebiendo.
El reclamo es el alcohol. La entrada se compra en puestos de tickets de la calle donde ni te preguntan la edad. Las discotecas prometen en sus flyers performances como las de Ibiza y una monumental fiesta de la espuma, pero esto es el low-low cost, y el show queda en tres gogós aburridas tirando confeti desde un pódium durante toda la noche y un par de manguerazos de espuma que pringan más que otra cosa. Es una estampa decadente, pero aquí la gracia es que se bebe gratis.
La fiesta interior
¿Cuál ha sido la respuesta de algunos hoteles? Fomentar que la gente se quede dentro. Ampliar la oferta interna de actividades e incorporar el alcohol en el todo incluido. En algunos incluso han ampliado la hora. Antes se podía estar bebiendo hasta las 12 de la noche. Ahora se extiende el plazo hasta las 2. Algunos hoteles fomentan que la gente pase la fiesta allí, montando actividades o incluso incorporando un parque acuático dentro del hotel donde pasar el día por 30 euros. Con todo el alcohol que puedas beber, obviamente. Parques temáticos de la priva.
Así, por un lado o por el otro, la ingesta de alcohol queda asegurada. Y el hotel se convierte en esa residencia de estudiantes donde corre el alcohol, las hormonas, la droga cortada del skysky, entre gente de tu edad que habla tu idioma. Las habitaciones son los escenarios y los balcones su punto de entrada.
¿Qué pasó en el Eden Roc?
¿Qué sucedió entonces en el Eden Roc para que muriesen tres personas en esta fiesta de iniciación al a edad adulta? Si ni siquiera tiene piscina.
Que el Eden Roc aglutina todos estos elementos del low-low cost que caracteriza esta fiesta de Magaluf. Hay quien no se puede costear un hotel y se pilla un apartamento barato. El Eden Roc es el paradigma. Es un bloque de apartamentos mal iluminado, que no tiene vigilancia, ni portero, ni siquiera por las mañanas. Un italiano de unos 50 años recibe a los jóvenes que van llegando para acompañarlos a sus habitaciones. Se niega a hablar con la prensa y dice que sólo está ayudando, que pregunte en la portería mañana. Pero la portería es un cuarto cerrado con un montón de trastos apilados y por la mañana tampoco hay nadie.
Si en un hotel es difícil controlar a una masa de veinteañeros borrachos, en el Eden Roc es imposible porque no hay vigilancia. Pasan a otra habitación a por las llaves, como le pasó a Natalie Cormack, o intentan cruzar a su cuarto saltando, como le ocurrió a Tom Hughes.
Luego, la estructura misma del edificio es peligrosa. Como está en una especie de acantilado, tiene seis pisos están subterráneos por debajo de la entrada, en un interminable boquete que hay que cruzar en una pasarela que te lleva a la entrada. Una pasarela por la que no es difícil caerse, como le sucedió a Tom Channon.
¿Cuánto cuesta un balconazo?
En Inglaterra están conmocionados, y hay asociaciones que piden desde allí un boicot al edificio Eden Roc. Desde España, en cambio, hay voces que hacen hincapié en la responsabilidad de los turistas y apelan a lo que cuesta un balconazo. Porque no todos los que se caen por un balcón se mueren. Este año ya van 13 en Baleares. La noche del 18 de julio fue especialmente crítica, con tres caídas desde balcones. Las víctimas están en el hospital y eso lo paga la Seguridad Social española.
Los servicios de salud de Baleares han cifrado en 32.000 euros el coste medio de una víctima del balconing. Ingresos en Intensivos, pruebas, operaciones, largas estancias… dinero que sale del erario público español. La factura de atención sanitaria a turistas suele supera los 20 millones de euros al Servicio de Salud de Baleares cada año.
Balconing, género médico
Así, los veinteañeros que caen en su fiesta iniciática y no mueren, quedan con secuelas de por vida. Sufren un tipo de lesiones que ya casi se han convertido en un género clínico por sí mismo. Mallorca es el gran observatorio mundial. El mayor experto en este tipo de accidentes, el cirujano Juan José Segura del Hospital de Son Espases, apunta que “el concepto de balconing surge de los medios de comunicación, pero genera mucho interés desde un punto de vista médico porque no se había estudiado de forma separada al resto de politraumatismos”. Las otras ciudades donde se estudia el balconing desde el punto de vista médico son Lloret de Mar, Salou y Sunny Beach(Bulgaria).
Pero Mallorca sigue siendo el gran vivero, y este año con mucha más diferencia. Las calles de Punta Ballena están más apagadas que nunca, pero el alcohol sigue tan vivo como siempre, esta vez dentro de los hoteles. Segundas y terceras marcas dándole la bienvenida a la edad adulta a veinteañeros imberbes que pasan de balcón en balcón (alguno al grito de “Shagaluf airlines”) sin ser conscientes de que pueden provocarse lesiones que vayan a estudiar en la universidad los de la fiesta del año que viene.
Hay quien niega todas estas teorías. Ramón, el camarero de Calvià, lleva 20 años en la hostelería de la zona. Y lo simplifica: “eso les pasa a los ingleses, que se caen solos. Mira los alemanes, ni uno. Los ingleses se caen todos. El otro día un niño de 14 años. Ni borracho ni nada, se asoma al balcón y se cae. No sé qué les pasa”, se pregunta. Mientras, trabaja dándole de beber a los ingleses “hasta que el último balconazo, que llega por septiembre, nos diga que se ha acabado el verano”.