El 28 de febrero de 2018 se produjo en Fuerteventura una catástrofe ecológica de la que los medios hemos hablado poco. Llegó a la isla una tormenta desde el sur llamada Emma. En el puerto de Gran Tarajal había amarrados 10 buques coreanos con bandera panameña. Pontonas de 40 metros cargadas de camiones, combustible y herramientas para hacer un puerto en África. La tormenta hundió ocho de ellos, provocando un desastre. El mar totalmente contaminado. El pueblo oliendo a gasoil. Habitantes de Gran Tarajal encerrados en sus casas por el hedor. El centro de salud lleno de gente con problemas respiratorios…
EL accidente ocurrió en El gobierno canario tenía que actuar con rapidez. Necesitaban una solución urgente y efectiva. Alguien que arreglase el problema. Necesitaban al Señor Lobo de Pulp Fiction. Fue entonces cuando Jesús Cisneros, profesor de la Universidad de Las Palmas y asesor del gobierno canario en materia de medio ambiente, dio con la tecla. Tranquilos, llamaremos a Jordi Vila.
¿Quién es Jordi Vila?
Jordi Vila (Barcelona, 1951) es, sobre todo, un creador. Suya fue la patente de la fregona Vileda, su primer gran proyecto. “Recuerdo que nos dieron la patente el día que murió Franco. Fue una de las escenas más surrealistas de mi vida. El notario llorando. La tele puesta con el mensaje de Arias Navarro y nosotros sin saber qué hacer ni dónde meternos”, recuerda ahora.
Pero Vila siempre está inmerso en proyectos nuevos, y de inventar fregonas pasó a querer limpiar el mar. Fue en 1992, cuando visitó el este de Europa por cuestiones laborales. Por una serie de casualidades fue a parar a Siberia, donde un investigador le descubrió el que iba a ser el gran proyecto de su vida. Una bacteria.
“Es una cepa concreta originaria de Siberia de la bacteria Seudomona Putida. Para entendernos, es un bicho marino que se alimenta de hidrocarburos. Come gasoil. Mientras hay combustible en el agua lo va ingiriendo. Cuando se lo ha acabado todo, como no tiene más alimento, se muere. Entonces se convierte en material biodegradable y se desintegra o se lo comen los peces”, explica. “Era aquella época en la que ibas a la Unión Sovietica dispuesto a vender mandarinas y al final te comprabas un submarino. Y yo me traje la bacteria”, resume.
Así entró Vila en el negocio de lo que se llama ‘biorremediación’. Es decir, sistemas para solucionar accidentes medioambientañes. Vila lleva 27 años perfeccionando su producto. Su criatura. No apostó por esta idea solamente por una cuestión de negocio. Realmente creía en la idea de poder evitar desastres ecológicos de la forma menos invasiva posible con el medio ambiente. “Somos pioneros. Es una solución integral contra este tipo de catástrofes. Y una solución totalmente española”, subraya.
El gobierno se la juega
Así llegamos a febrero de 2018, al naufragio de Gran Tarajal. El gobierno canario se la jugó. Podrían haber avisado a los servicios de limpieza habituales para este tipo de accidentes. Pero en realidad, esos métodos lo que hacen es fragmentar el combustible del agua en pedacitos mucho más pequeños. No lo limpia: lo expande y lo esconde en el mar, que es muy grande. Por eso, por primera vez y a sugerencia del profesor Cisneros, el gobierno optó por la biorremediación.
“Yo me encargo de Medio Ambiente y de Emergencias. Me pillaron las dos áreas con este accidente”, cuenta Blanca Pérez, Viceconsejera de Medio Ambiente, Seguridad y Emergencias del Gobierno de Canarias. Ella fue la que tomó la decisión de contratar a Vila y su equipo para intentar solucionar el desaguisado. Ella y Manuel Ortega, el director de Puertos Canarios, que decretó de inmediato el nivel 3 de alerta. El más alto. Vio enseguida la gravedad de la situación. La situación era crítica. La esperanza era una bacteria llegada de Rusia que nadie sabía cómo iba a funcionar.
Vila llegó a Fuerteventura el 3 de marzo para iniciar la operación. El panorama en el puerto era desolador. En el puerto y en todo el pueblo. Ocho barcos hundidos perdiendo combustible. Camiones sumergidos. Grúas, herramientas. El olor a gasoil lo impregnaba todo. Los vecinos sólo salían de sus casas para ir al centro de salud, aquejados de vómitos o problemas respiratorios. “Nosotros teníamos el hotel en otro lugar. Cuando llegábamos, la recepcionista nos olía a distancia. Literalmente”, cuenta Jesús Cisneros, que formó parte del equipo que se puso a trabajar en descontaminar las aguas.
Los vecinos desconfían del bicho
No fue fácil convencer a los vecinos. La sola idea de mencionar la palabra ‘bacteria’ llevaba implícito el miedo de que el bicho fuese a matar la fauna marina. Los pescadores del pueblo se opusieron. “Hubo que reunirse con ellos y explicarles, pero no los convencíamos. Luego tuvimos muchas críticas en las redes sociales porque la gente no entendía que fuésemos a utilizar un sistema tan rudimentario”, recuerda Blanca Pérez.
La impresión visual además que da el tratamiento con bacterias en el agua no invita a tranquilizarse. Lo explica el director de Puertos Canarios, Manuel Ortega: “Hablando con claridad, la cosa es que cuando depositas las bacterias en el agua se forma una especie de espuma rosácea en la superficie. Luego se acaba poniendo de una especie de color marrón. No huele, pero tiene una pinta muy desagradable, como de vómito raro”.
Eso, unido a que el primer día aparecieron tres peces muertos, llevó a los pescadores de la zona a protestar y a oponerse a este sistema de limpieza. Pero los resultados positivos llegaron pronto. “Solamente el primer día de tratamiento logramos sacar 40 tonelada de hidrocarburos”, recuerda Vila. Las bacterias, unidas a un sistema de mantas que absorben el gasoil, estaban limpiando el combustible. “Eso lo vimos a los pocos días de tratamiento. Cuando hay una cantidad tan grande de gasoil vertido, los peces no se acercan a esa zona. A los pocos días ya empezaban a llegar los peces a a zona”.
“En dos días quitamos el olor”, recuerda Jesús Cisneros. Aquello logró que los habitantes de Gran Tarajal suavizasen su opinión negativa sobre el bicho que les estaba limpiando la costa. El pueblo dejó de oler a combustible, la gente volvió a asalir a la calle y el centro de salud dejó de saturarse. Los habitantes estaban satisfechos con los resultados. Sobre todo, cuando en pocos días consiguieron limpiar la playa del pueblo. “Es la playa donde han aprendido todos a nadar. También resultó contaminada y al final se ha limpiad con éxito y sin consecuencias negativas secundarias”, asegura.
Cada barco reflotado, un problema
Pero el problema, lejos de solucionarse con brevedad, se ha ido demorando en el tiempo. La razón es que son muchos barcos hundidos. Y muy grandes. Para sacarlos de ahí, es necesario cortarlos en pedazos. “También en eso hemos optado por la solución más ecológica: en lugar de cortar con soplete, que eso genera residuos tóxicos, los estamos cortando con hilo de diamante”, cuenta la viceconsejera.
Pero a pesar de las medidas, son barcos muy grandes y con muchos elementos contaminantes. Eso provoca que cada vez que se corta un pedazo y se saca del agua, todo lo que lleva dentro se remueva y vuelva a provocar contaminación y más vertidos de gasoil. Entonces, vuelta a empezar. La Seudomona Putida entra en acción, se expande por la superficie como una espuma rosa y se pega un festín de comer durante varios días. Cuando ha acabado con todo el hidrocarburo, se deshace para que los peces, que cada vez llegan en número mayor, acaben con los restos.
“Se han sacado ya 6 barcos, 6 camiones que había en el interior, 250 toneladas de gasoil, 9 compresores, bidones de aceite...” enumera Jesús Cisneros. Una operación que todavía no ha acabado y que con toda seguridad se prolongará un par de meses más. La promesa es dejar la costa de Gran Tarajal “mejor incluso de lo que estaba antes”.
Si se hubiera usado con el Prestige...
Los expertos coinciden en que la bacteria de Jordi Vila es el mejor sistema para limpiar el mar de cuantos hay ahora mismo disponibles. Miguel Anxo Murado es uno de los microbiólogos más respetados del país. Este gallego ha estado trabajando en catástrofes medioambientales como la del Prestige o la del Mar Egeo. Y considera que la biorremediación que se está aplicando en Fuerteventura “es la mejor de las que hay disponibles. Vila lleva muchos años desarrollándola y ahora mismo es la más efectiva y la menos invasiva con el medio ambiente”. Murado recuerda que “la gestión que se hizo en la catástrofe del Prestige, por ejemplo, fue muy mala. Con un sistema así, en muchas zonas se hubieran obtenido unos resultados mucho mejores”.
El profesor Cisneros, por su parte, explica que “he estado en congresos en Alemania, en Aberdeen (Escocia) que es como la capital de este tipo de tratamientos. Y nadie conoce todavía este sistema”. En breve se va a empezar a conocer, porque los resultados obtenidos en Fuerteventura son un aval para un sistema mucho más ecológico que los utilizados hasta ahora. “Es mucho más barato y efectivo que llamar a los señores que van vestidos de blanco y que al final lo que hacen es fragmentar el combustible en millones de partículas pequeñas y confiar en que se lo trague el mar”, resume Vila.
Los coreanos huyeron
Los armadores coreanos huyeron. No tenían todos los permisos en regla. Antes de la tormenta desoyeron las recomendaciones de Puertos Canarios, que les advertían de que el puerto está preparado para afrontar tormenta procedentes del norte, pero no del sur como Emma. No tomaron las precauciones correspondientes y los barcos acabaron hundidos por el temporal. Luego , con la catástrofe formada, reconocieron que no contaban con un seguro que pudiera hacerse cargo de todo aquello, tiraron una bomba de humo y se marcharon de la isla, dejando los barcos abandonados y contaminando la isla.
Y en limpiar el destrozo siguen. El gran banco de pruebas en el que se ha convertido el desastre de Fuerteventura para la bacteria rusa ha llevado a que varias multinacionales se hayan puesto en contacto ya con la empresa de Vila. El gobierno canario se ha apuntado un tanto “al utilizar nuevas tecnologías. Que escuchamos nuevas tecnologías y pensamos en teléfonos móviles, pero esto también lo es, aunque al principio pareciese lo más rudimentario del mundo”, reivindica la viceconsejera.
Por su parte, Vila, el fundador de este proyecto, ha llegado a una especie de final de trayecto: más de 20 años de desarrollo han desembocado en un producto que de verdad limpia el mar en un tiempo récord y no contamina. Empezó con una fregona y ha conseguido limpiar la costa más pura de España. Su bicho, su criatura. “No es una solución. Es la solución”, concluye.