Suena el teléfono. No hace falta más de dos tonos para que José Luis Pérez responda al otro lado de la línea. Este especialista en medicina ortomolecular -una pseudoterapia que recomienda el consumo de grandes cantidades de biomoléculas (generalmente vitaminas) para alcanzar la sanación del paciente- no necesita más que una simple pregunta para dejar claros sus preceptos. “La quimioterapia no cura a nadie. Yo te digo qué es el cáncer: es la rendición de la propia persona, por fracasos y cosas acumuladas” o “el cáncer no es una herencia genética, es una memoria celular que se reproduce cuando existe sufrimiento emocional”. A pesar de encontrarnos en pleno 2018
José Luis se muestra tajante. Este pseudoterapeuta, que dice curar el cáncer a través de las palabras, mide muy bien las que utiliza cuando conversa con EL ESPAÑOL. Hace apenas unas semanas que se conoció el caso de una mujer que recurrió a las conocidas pseudoterapias para intentar tratarse un cáncer de mama y que llegó a Urgencias en Gerona con el pecho putrefacto, pero el efecto entre los curanderos no se ha hecho esperar. Están nerviosos.
Porque en España algo está cambiando: la conciencia. Pese a que en nuestro país un cirujano sí puede ser condenado por cometer un fallo en una operación y, en cambio, un curandero pasee de forma libre tras seducir a enfermos con cáncer u otras dolencias graves, aun provocando que retrase o rechace la quimioterapia y se trate con remedios naturales sin evidencia científica. Ni cuando el paciente muere.
Un consorcio que les proteja
Es el negocio de la desesperación. Supuestos terapeutas, expertos en naturopatía, medicina ortomolecular, iridiología o bioneuroemoción , que, consultados por este periódico, admiten que no pasan por su mejor momento. Y piensan contraatacar.
“Estoy promoviendo la creación de un consorcio para crear una red real multidisciplinar terapéutica. Ya no sólo a nivel de comunicación o de márketing, sino porque también trabajamos de forma precaria”, confiesa Abraham Moreno, un experto en medicina ortomolecular de Barcelona, a este periódico. Porque cree que las cosas están evolucionando, sí. Pero para mal, en su opinión e interés.
En nuestro país apenas existen sentencias que exijan responsabilidades penales a los conocidos como magufos en círculos escépticos y científicos, un término inventado en los últimos instantes del siglo XX y que se refiere, de manera informal, a los promotores de las terapias pseudocientíficas.
Impunidad legal en la práctica
Pero esta reacción en busca de la fundación de un lobby no pilla por sorpresa a aquellos que batallan día a día por denunciar estas falsas terapias. Emilio José Molina, vicepresidente de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP), miembro de la Red para la Prevención del Sectarismo y Abuso de la Debilidad (RedUne), tiene cierta esperanza en que así se les pueda dar la estocada final. “Con el auge reciente de la lucha contra el fraude sanitario, era de esperar un movimiento reaccionario. Peligran muchos sueldos de falsos sanadores, algunos con ganancias millonarias, y eso evidentemente es algo que no van a dejar marchar así como así. Ante esos movimientos, simplemente esperamos que las autoridades sanitarias hagan cumplir lo que la ley y su deontología marcan”.
Esa impunidad con la que se mueven las terapias alternativas o pseudoterapias es algo que preocupa a la APETP, a pesar de que la ley es clara al respecto. Así que el apoyo de la Administración es imprescindible en esta lucha, a su parecer. “La situación actual, de hecho, es la que es por una dejación total del control del cumplimiento legislativo a varios niveles; desde la cesión de locales por parte de Ayuntamientos para eventos pseudoterapéuticos, hasta el homicidio impune de enfermos de cáncer en casa de cualquier curandero particular que les prescribe el delirio de turno y les desprescribe el tratamiento normativo”, suspira Molina. Incluso pasando por filtros universitarios y de Colegios profesionales sanitarios.
“Lo cierto es que está todo patas arriba. Hay todo tipo de tareas por delante: educación ciudadana, política, concienciación judicial (sobre todo en el campo de la coerción), colaboración sanitaria para detectar y denunciar afectados por pseudociencias, eliminación de webs de desinformación peligrosa para la salud, actuaciones de Fiscalía contra pseudoterapeutas que hayan causado daños, cierre de centros que no cumplen la normativa, sanciones por intrusismo…”.
En el entorno europeo, la batalla es similar o incluso peor. “Francia o Alemania están infestados por la charlatanería sanitaria”. Se refiere Molina a consultas de homeopatía, iridiología u osteopatía en cualquier esquina. Algunas de ellas, además, cubierto por la seguridad social. Son países “a los que usualmente tenemos por ‘más avanzados’ en realidad están más inmersos en las pseudoterapias, quizá por haber surgido en ellas algunas de sus propuestas”.
La esperanza, sin embargo, es lo último que se pierde. La APETP mira con buenos ojos a los nuevos tiempos. “Con Carmen Montón y Pedro Duque a los mandos actuales, esperamos que la voz de la ciencia se anteponga. Preocupa más la existencia y actividad de esos pseudoterapeutas más que el tipo de organización en que se quieran aunar”.