Siempre entre cuatro paredes y con montones de papeles. Su mesa, ordenada, metódica. En una vida donde imperan el orden y la legalidad es lo normal. Porque siempre fue fácil encontrar a la jueza Carmen Rodríguez-Medel. En el despacho de su juzgado, dónde si no.
A la magistrada, instructora del candente caso Máster que salpica a Pablo Casado, hija y hermana de guardias civiles, le sigue una alargada sombra rigurosa, seria. Todos destacan su búsqueda por la perfección, por el detalle. Como una jueza de instrucción soñada. Esa misma pasión por la arqueología judicial que ha puesto contra las cuerdas al Partido Popular: primero se encargó de instruir la causa del máster de Cristina Cifuentes y, ahora, ha acorralado al reluciente presidente de los populares.
Rodríguez-Medel Nieto se licenció en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid en 1995. Fue la número 28 de su promoción en la Escuela Judicial. Su primer destino fue Marbella y, después, Fuenlabrada.
Llegó a los juzgados de Plaza Castilla en los primeros momentos de este año, al frente del Juzgado de Instrucción 51 de Madrid. Entre la Costa del Sol y los juzgados de Madrid, la magistrada fue asesora del exministro de Justicia Rafael Catalá, adscrita a la Dirección General de Relaciones con la Administración de Justicia, durante once meses. Lo hizo en régimen de servicios especiales. “Es una jueza trabajadora, una persona de ley y orden. De las que creen en los agentes de la autoridad”, explican a EL ESPAÑOL fuentes jurídicas. De tendencia conservadora, Rodríguez-Medel es miembro de la Asociación Profesional de la Magistratura (APM).
Respeto por el orden, por la minuciosidad
La magistrada se crió en un ambiente marcial, de respeto por el orden. Es hija de un coronel de la Benemérita. Su hermano, Antonio, también vestiría el uniforme verde y el tricornio: ahora posee el mismo rango —coronel— y está destinado a San Lorenzo del Escorial (Madrid).
Quienes la conocen y trataron en alguno de sus destinos tienen una imagen fija de ella: su trabajo y minuciosidad. Pero no todos son buenos recuerdos. “Es mesiánica. Considera que debe hacer de juez y de fiscal, y que lo que ella marque en fase de instrucción es lo que vale”, relata a la reportera un letrado marbellí.
De su rigurosidad ha hecho gala esta misma semana en la exposición razonada sobre el máster de Pablo Casado. La jueza lo ha elevado este lunes al Tribunal Supremo para que este órgano investigue al presidente del PP —que es aforado, al ser diputado—. En su escrito, realiza un detallado trabajo en el que recela sobre todos los documentos que ha mostrado el líder para intentar zafarse de las sospechas de que se le "regaló" el título.
Con un perfil bajo, Rodríguez-Medel lleva una vida “muy discreta”. “Tanto ella como su marido —el también magistrado Jaime Serret, quien igualmente recaló en Marbella como juez de instrucción y ahora dirige el Juzgado de lo Penal número 5 de Getafe— son gente seria, profesional, muy formales. Son mucho de despacho; ahí pasan el mayor número de horas”, explican fuentes jurídicas de la Costa del Sol.
En Marbella, sin Malaya
Precisamente, en Marbella comenzó a fraguarse su fama de instructora resolutiva, rápida. Llegó a la ciudad malagueña en 2002 y se puso al frente del juzgado de Instrucción número 1. Ahí tuvo cara a cara a algunas de las causas más mediáticas de los últimos años: comenzó con algunos temas de corrupción de la ciudad, con la estela de Malaya detrás. Suyos fueron los inicios de las instrucciones de casos como aquel que se llevó por delante a Sean Connery, vinculado a una operación urbanística y financiera, o la investigación de la concesión de la licencia urbanística del Hotel Guadalpín Banús, que salpicó a la exteniente de alcalde marbellí Isabel García Marcos, quien terminaría en la prisión de Brieva. Su sello también pasa por los primeros trámites del caso Minutas, que acabó con el expresidente del Sevilla CF José María del Nido entre rejas.
Pero detrás de Malaya no está ella, a pesar de que se ha difundido lo contrario. De la macrocausa de la Operación Malaya se hizo cargo el juez Miguel Ángel Torres. Y la instrucción de los casos anteriormente mencionados los terminó el magistrado Ricardo Puyol, que la sustituyó en el juzgado marbellí, porque Rodríguez-Medel dio el salto al Juzgado de Violencia sobre la Mujer de la misma ciudad.
Corría el año 2008. El porqué de este cambio radical en una magistradas con aspiraciones, que deseaba dar pronto el paso de vuelta a la capital de España no es claro. “Era un juzgado muy cómodo, un fiscal adscrito, cinco funcionarios, instalaciones nuevas”, desliza un compañero de la época. Allí desplegó gran parte de su carrera judicial y fue premiada por ello.
"Uña y carne" con el fiscal de Lezo
Fue una época en la que era “uña y carne”, según las fuentes consultadas, con el fiscal Carlos Yáñez. “Eran un tándem duro, muy implicado”, recuerdan fuentes jurídicas. “Había muchas condenas”, resaltan. Su compañero de dupla acabaría, años después, pidiendo su dimisión a Anticorrupción como fiscal encargado del caso Lezo. Aducía “motivos personales”.
Pero Rodríguez-Medel, mientras estaba en Marbella, soñaba con Madrid. Siempre tuvo aspiraciones y así lo demostró: en 2010 vio su oportunidad para dar el salto a la Audiencia Nacional. Allí donde sus casos podrían tener una mayor repercusión mediática, y optó en 2010 al juzgado estrella, el Central de Instrucción número 5. Su entonces titular, Baltasar Garzón, dejaba la plaza en comisión de servicios tras haber sido suspendido.
Carmen Rodríguez-Medel se postuló para ello. Pasó el primer filtro e incluso estuvo en la terna final, junto a la jueza Carmen Lamela y a Pablo Ruz. Pero fue este último quien acabó ganando el puesto.
"Rigurosa, seria, no se deja influenciar por nadie"
“Ella es muy rigurosa, muy seria. No se deja influenciar por nadie. Y si veía que había algo mal técnicamente en el proceso, te lo decía”, recuerdan letrados que coincidieron con ella. “Es una jueza de perseguir y averiguar las cosas. Era dura, no es una jueza funcionaria”, opina otro abogado. “Una persona de autoridad, con carácter, muy estricta, muy proautoridad, muy proinvestigar. Es muy profiscal, muy perfil de juez instructor”.
Al final —y tras pasar por el Consejo General del Poder Judicial, donde fue letrada del Servicio de Relaciones Internacionales—, llegaron los juzgados de Plaza de Castilla para esta magistrada de “estructura dura”. Su deseo de casos mediáticos se ha visto consumado: lo que empezó como una investigación sobre la veracidad de unos títulos de máster, ha terminado con Cristina Cifuentes fuera de combate. Está por ver qué destino le espera al actual presidente del PP en el ring.