Este sábado de agosto, la mujer más poderosa del mundo llega al territorio mítico de Doñana, donde reina la Virgen del Rocío. La canciller Angela Merkel (64 años) viene a pasar unos días de vacaciones en la intimidad al lado de un líder recién llegado al poder. De cómo cuaje la relación personal entre la líder alemana y el presidente español Pedro Sánchez (46) en este oasis alejado del ruido del mundo puede depender el rumbo que tomen las políticas de la Unión Europea y, también, que se consolide la carrera del anfitrión. Porque los dirigentes son humanos y sus afinidades, vínculos y recuerdos comunes construidos en encuentros privados como el que este sábado empieza en este enclave de Almonte (Huelva) modelan trascendentales decisiones que afectan a todos.
Aquí, en el relajado aislamiento de este parque nacional donde Alfonso XIII y Francisco Franco venían a cazar cuando era coto privado, el presidente socialista Felipe González cultivó la amistad que lo unió con el alemán democristiano Helmut Kohl (correligionario antecesor de Merkel), amistad que favoreció la causa común de ambos a favor de la integración europea hacia el Este. También aquí el presidente José María Aznar, conservador del PP, pasó en la Semana Santa de 1998 unas vacaciones con las familias al completo con el laborista británico Tony Blair, con quien cinco años después se uniría como aliado atlántico para la guerra de Irak en compañía del estadounidense George W. Bush.
Angela Merkel, que vendrá previsiblemente acompañada por su marido, Joachim Sauer (69), tiene que volar al aeropuerto militar de Rota o al civil de Jerez (ambos en Cádiz). De allí, dirigirse a la cercana Sanlúcar de Barrameda; donde, en el barrio de Bajo de Guía, el de los restaurantes de pescados y mariscos gloriosos, embarcará en la lancha que cubre la desembocadura del río Guadalquivir, la travesía regular entre la orilla oriental y la occidental, entre la sociedad urbanizada y la naturaleza virgen. En unos minutos, el ruido y los problemas de Europa quedan físicamente atrás y se entra en un lugar cuya paz y belleza parecen suspendidas en una eternidad inmaculada. De este lado, el fragor de la acción humana; allí enfrente, la madre naturaleza que recibe a la ‘madre superiora’ de la UE.
Desembarcará Merkel en la playa de la punta de Malandar, en el extremo sur de Doñana, Patrimonio de la Humanidad, una de las principales reservas ecológicas del continente, donde anidan aves migratorias en perpetuo viaje entre África, Europa y América y donde el lince ibérico, una de las especies más amenazadas, sobrevive gracias a años de inversión con fondos europeos. Un todoterreno del Parque Nacional la llevará a continuación a lo largo de unos seis kilómetros por una pista forestal de arena, a través de bosques de pinos piñoneros y vistas a la derecha del Guadalquivir, hasta el Palacio de las Marismillas, la residencia de descanso para uso de los presidentes del Gobierno y sus invitados que el Estado, a través del organismo público autónomo Parques Nacionales, tiene en el corazón de este espacio único.
Un palacio luminoso de 1912
Pedro Sánchez veraneaba hasta ahora en su piso de Mojácar (Almería). Hoy, como presidente, tiene a su disposición también un palacio. En Las Marismillas, el redivivo secretario general del PSOE inició el viernes 3 de agosto en compañía de su mujer, Begoña Gómez (43), y sus hijas su primera estancia en Doñana como inquilino de La Moncloa (voló a Rota en su Falcon presidencial). Ya aclimatado a su nueva residencia presidencial de vacaciones, Sánchez le enseñará a su poderosa invitada las instalaciones de este antiguo pabellón de caza que el duque de Tarifa construyó en 1912 para hospedar a sus ilustres amigos cazadores, empezando por el rey Borbón.
Si los dirigentes de la ‘nomenklatura’ soviética medían su poder por el privilegio de disponer de una dacha, la típica casa de campo de vacaciones, se podría decir que Las Marismillas es entonces la ‘dacha rociera’ de los presidentes españoles. El edificio mezcla el blanco andaluz de las paredes con el estilo británico de aire colonial de los rojizos tejados a dos aguas y sus balcones acristalados, que recuerdan a la arquitectura de fusión de los europeos en el África colonial o las casas de los ingleses que explotaban las minas de Huelva. Arquitectura del rico norte trasplantado al pobre pero luminoso y exótico sur.
Fue Felipe González quien empezó en democracia a usar Doñana como residencia presidencial de vacaciones a mediados de los años 80, pero entonces no dormía en Las Marismillas, sino en el Palacio de Doñana, otro edificio donde está la sede de la Estación Biológica del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y residen los investigadores, según nos aclara un veterano guarda del parque, ya jubilado, que prefiere mantenerse en el anonimato. En el Palacio de Doñana, González recibía a sus insignes invitados, sobre todo a partir de la Expo de Sevilla de 1992, como sus amigos Helmut Kohl y el presidente francés François Mitterrand.
Lo remodeló Aznar, ocultando las baldosas y el albero exterior
Fue su sucesor en La Moncloa, José María Aznar, el primero que se instaló en vacaciones en Las Marismillas después de la remodelación del palacio, que ordenó en su primer mandato. Con Aznar y su esposa, luego alcaldesa de Madrid, Ana Botella, los pasillos de suelo de antiguas losetas hidráulicas de cemento se cubrieron con moquetas y el albero del jardín exterior se ‘tapizó’ con césped natural. Una mala idea, porque el césped atrae mosquitos y gasta agua. Al llegar a la presidencia José Luis Rodríguez Zapatero, se eliminaron las moquetas para dejar a la vista el suelo original, pero se mantuvo el césped de Aznar.
Pedro Sánchez acompañará a su huésped -y quién sabe si futura gran amiga (como Kohl lo fue de González y Blair de Aznar)- para enseñarle su aposento: lo más probable es que a la canciller alemana la alojen en una suite colindante con la suite presidencial, en la “planta noble” de arriba. Cuando en 1998 Aznar invitó a Blair, hicieron una remodelación exprés, tirando varios tabiques para agrandar una habitación y convertirla en otra suite junto a la del presidente. A este espacio los trabajadores del parque aún lo llaman ‘la suite de Blair’. El palacio dispone de 18 habitaciones, identificadas cada una con el nombre de un ave propia de Doñana. Merkel y Sánchez, al entrar al palacio, verán a la derecha un recibidor y el comedor, y, a la izquierda, un gran salón de estar decorado escueta y sobriamente con dos cuadros que contienen cada uno una serie de copias de fotos antiguas de Alfonso XIII en Doñana y escenas diversas de caza en el coto. En la entrada, de frente, sube la gran escalera a las habitaciones “nobles” de la parte alta, de cuyo largo pasillo se llevaron, durante la remodelación del Estado tras su compra a su anterior dueño particular, las cabezas de gamos, ciervos o jabalíes que adornaban las paredes, de las que ahora cuelgan fotos de pájaros del parque.
“El edificio no es para nada ostentoso”, aclara un veterano guarda que describe a EL ESPAÑOL el interior de la residencia presidencial de descanso. “El problema es el calor y los mosquitos, cuando hay ola de mosquitos. La gente en Sanlúcar y Matalascañas decía que fumigaban aquí cuando venía el presidente y que los mosquitos se iban para allá, pero no es verdad. Esto es un parque nacional y cualquier tratamiento está prohibido, venga quien venga”, dice este experto de Doñana.
Zapatero, de cervezas con los guardas
Recuerda que Aznar, Zapatero y Rajoy han sido visitantes asiduos en diferentes fechas del año y que el segundo solía dedicar uno de sus días de vacaciones a tomarse una cerveza con los guardas. “Zapatero nos dijo que, aprovechando una cumbre de la OTAN que se celebraba esos días en Portugal, iba a intentar traer de invitado a Obama, que además podía aterrizar cerca, en la base de Rota [cercana a Sanlúcar], pero no pudo ser”, apunta sobre la frustrada visita del presidente de Estados Unidos.
También conocen la zona los reyes eméritos: Juan Carlos y Sofía se alojaron en una casa que construyeron expresamente para ellos en una visita en 1972 junto al Palacio de Doñana y al que desde entonces llaman “El chalecito del Príncipe”. La reina Sofía volvió de visita en 2014 para conmemorar los 50 años de actividad científica de la Estación Biológica.
El guarda jubilado explica cómo es la vida en Doñana de un presidente en vacaciones. “Éste es un sitio muy tranquilo, muy relajado, aislado, y la seguridad es relativamente fácil de controlar. Las Marismillas está concebido como un lugar no para hacer política sino para relajarse. Van allí a desconectar del mundo, aunque ellos no desconectan nunca. Por la mañana salen a andar o correr por los alrededores, luego en todoterreno van con la familia a la playa, que está a 4,5 kilómetros, y otra vez para dentro. Es un relax absoluto. Hay pocas cosas que hacer, es naturaleza, no hay entretenimientos”.
Aclara que, por lo menos hasta ahora, “las visitas del público a Doñana no se cortan” por la presencia del presidente; las rutas en camión todoterreno organizadas por el parque a través de las dunas, más allá de los puntos accesibles en general de los centros de visitantes de El Acebuchal o La Rocina, siguen sus itinerarios habituales y sólo se desvían 300 o 400 metros al llegar a Las Marismillas para no pasar por delante del palacio.
Las Marismillas acoge al pueblo durante la peregrinación al Rocío
El palacio en sí sigue siendo, como antaño, coto reservado a los poderosos, ahora a los representantes democráticos del pueblo; pero el pueblo que quiera dormir aquí y ver este cielo incontaminado de noche puede hacerlo en un momento especial del año, al final de la primavera, durante la peregrinación hasta la aldea de El Rocío. La explanada exterior de Las Marismillas es sólo entones punto de acampada autorizado para las hermandades que vienen desde la provincia de Cádiz, al otro lado del río.
Cualquiera, sin embargo, podrá toparse con Sánchez y Merkel “andando o bajo la sombrilla” en la playa de Doñana, que es pública, aunque está alejada decenas de kilómetros de los núcleos turísticos de Matalascañas (también en Almonte, orilla arriba hacia el norte) y, al otro lado de la desembocadura, Sanlúcar de Barrameda. Otros veranos, paseantes que iban por la playa andando o en bici se han encontrado a Zapatero o Rajoy. “Aunque su círculo de seguridad de escoltas impedirán que la gente se quede en la playa donde ellos estén”.
La ventaja de Las Marismillas es que su ‘jardín’ es inigualable: la finca anexa al palacio es una zona natural de 10.280 hectáreas. En 2006, el gobierno central de Zapatero transfirió a la Junta de Andalucía la gestión del Parque Nacional (la autonomía que hoy dirige Susana Díaz ya gestionaba la zona complementaria del Parque Natural y había litigado durante diez años contra el gobierno de Aznar para obtener la transferencia, hasta que el Tribunal Constitucional dio la razón a la Junta en 2004). Pero Madrid se reservó su propio coto dentro del antiguo Coto de Doña Ana: el Palacio de las Marismillas y sus más de diez mil hectáreas permanecerían bajo control directo del gobierno central como lugar de descanso presidencial y de agasajo a dignatarios extranjeros.
Vacío en invierno; cocineros, médico y escolta en verano
Durante el año, dice nuestro guarda, en el edificio no vive nadie. Una trabajadora que habitaba en una sencilla casa al lado se ha jubilado y ahora la usarán para el personal del séquito presidencial. Lo habitual, añade, es que los presidentes se alojen en el palacio con su familia e invitados, miembros de su gabinete, su médico y su enfermero, uno o dos cocineros, un mozo de comedor, su jefe de seguridad y varios escoltas. En la planta de abajo hay habitaciones para el servicio. El resto del personal acompañante suele alojarse en Sanlúcar de Barrameda. En los alrededores pueden verse aún restos de las antiguas chozas donde hasta no hace mucho vivían con sus familias los guardas del parque y otros trabajadores, como los carboneros.
A Sánchez y Merkel seguramente los lleven a ver juntos las maravillas naturales de Doñana, como la duna del Turista o la de los Ánsares, de 45 metros de altura; los pinares del Cerro del Trigo, donde está el yacimiento romano con los vestigios más antiguos de población; la costa que el poeta latino Avieno describió en el siglo IV en su ‘Ora Marítima’, la misma costa por la que también pasaron fenicios y tartesios y donde los amantes de las leyendas ubican la Atlántida. Aquí el tiempo cunde, se hace largo, no hay distracciones ni vértigo. Habrá horas para hablar, para conocerse, para pasear, para debatir.
De aquí Sánchez puede salir ungido con la imagen de anfitrión estadista que ya tiene línea directa privada con Berlín. Y la invitada de honor Merkel, aprovechar la intimidad amistosa a la sombra de los pinos para atraer a su terreno político al novato presidente. El vínculo se fragua este fin de semana en el antiguo pabellón de caza de terratenientes reconvertido en cortijo presidencial de Las Marismillas. Nuestra dacha rociera.