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Típica situación tras un largo día de compras: los vaqueros que te hacían un cuerpazo en la tienda parecen un saco de patatas cuando te los pones en casa. ¿Quién no tiene clavado en la mente aquel impresionante traje para tu graduación que tan bien te quedaba en el probador y tan mal cuando te lo viste con luz natural, horas antes de la ceremonia? No es casualidad: el juego de luces, la inclinación del cristal, las dimensiones del habitáculo, las tonalidades de las paredes, la música… Todo influye para que el espejo del probador muestre las mejores partes de tu cuerpo mientras esconde las malas. Así es como las marcas quieren que te veas. Y funciona.
EL ESPAÑOL ha querido comprobarlo de primera mano. El reto es simple: acudir a diez tiendas con ropa básica -camiseta de tirantes blanca y pantalones vaqueros- e inmortalizar en una foto cómo cambia el cuerpo de una persona según esté en un probador u otro. Esta reportera será la encargada de demostrar cómo engañan los espejos.
Asciendo las interminables escaleras de la boca de metro y aparezco en plena Gran Vía madrileña, el epicentro de las compras en la capital. Pero a mí sólo me interesa una cosa: los probadores, aquellos misteriosos habitáculos en los que puedo parecer desde un personaje del juego de ordenador Los Sims hasta un coco con peluca.
Resultados: diez tiendas, diez fotos, más una en mi casa para comparar. Al final expondré mis conclusiones. Si deslizan la imagen a un lado y a otro podrán ver la comparación entre la foto que me hice en mi casa y la que saqué en cada probador.
Zara
Dos enormes espejos a los lados, música chill out y varias luces indirectas de tungsteno cuya calidez contrasta con los grises glaciares del mobiliario. El objetivo está claro: suavizar mis rasgos lo máximo posible.
Primark
Un gran probador con naranjas saturados y un espejo corto a un lado. En frente, un segundo cristal como apoyo, más pequeño e inclinado. La dureza de las luces oculta casi por completo mis rasgos: algunos están sumidos en la oscuridad y otros quemados por la luminosidad.
H&M
Todas las paredes del habitáculo están forradas con espejos. Una luz blanca cenital es suficiente para iluminar el probador. Los suaves contrastes que se crean marcan cada curva y cada hueso que sobresale.
El Corte Inglés
Uno de los peores: la planta rectangular, el color marrón sucio de las pareces y la luz amarilla y dura que han colocado justo sobre mi cabeza crea las sombras más bizarras y poco favorecedoras posibles. La música de ascensor que suena en la sala tampoco ayuda.
Mango
La melodía electrónica que inunda la tienda me hace entrar al probador con las pilas cargadas. El gran tamaño de la habitación, la suavidad de las luces y sus dos enormes espejos a los lados consiguen que me vea mejor que en la mayoría. No soy la misma.
Michael Kors
El diáfano espacio combina la gelidez de sus paredes con los tonos tostados de su mobiliario: un sofá de zebra marrón y una mesita de café. La luz débil y la música ambiente desvían la atención de mis defectos y la concentran en mis cualidades.
Calcedonia
Encerrarse en este probador es la peor pesadilla de un claustrofóbico, pero funciona. El habitáculo en forma de tubo, culminado con un espejo estrecho y alargado me hace parecer visualmente más alta y delgada que de costumbre.
Brandy Melville
Esta tienda se queda sin duda con el título al juego de luces más extraño de mi experimento. Esta iluminación oculta ‘casualmente’ las zonas que suelen ser más conflictivas en un cuerpo, como el abdomen, mientras que le da todo el protagonismo al rostro.
Diesel
El reducido tamaño del probador y el marcado amarillo de las bombillas me hacían dudar antes de colocarme frente a su espejo. Pero todo está medido con una precisión absoluta. Una vez en posición, todo funciona: no hay sombras duras y unifica el tono de mi piel.
Stradivarius
El aroma icónico de la tienda, la música alegre y el contraste entre tonalidades frías y cálidas consiguen sacar lo mejor de mí. La luz, aunque muy fuerte, está estratégicamente dispuesta de tal manera que parezco llevar maquillaje, aun con la cara lavada.
Conclusiones
Las diferencias entre cada probador son abismales. Los hay que ocultan mis clavículas, como el de Zara, mientras que otros las potencian, como el de H&M. Algunos, como el de Primark, ocultan gran parte de mis rasgos, y otros, como el de Brandy Melville, los exponen y les dan todo el protagonismo. Además, mi piel ha pasado por todas las tonalidades al más puro estilo Pantone.
Pero los trucos de los magnates del marketing han quedado al descubierto: el probador en el que tendrás esa silueta que la sociedad considera ‘ideal’ es un habitáculo diáfano con grandes y estrechos espejos. El mejor tipo de iluminación es la luz indirecta, cálida pero sin caer en el tungsteno y suave para no crear sombras duras.
Tampoco hay que olvidar los elementos intangibles que completan la experiencia de comprar ropa: un ambientador sutil pero agradable y un cuidado hilo musical pueden convertir un acto corriente en una versión reducida de la Pasarela Cibeles madrileña.
Hay tantos probadores como gustos: algunos funcionarán mejor que el filtro de las orejas de perro de Snapchat para mejorar a una persona, mientras que otros convertirán en rana a cualquier princesa. ¿Un consejo? La ropa se prueba en casa y se devuelve al día siguiente.