- Va a sonar un poco fuerte esto que voy a decir… Pero nuestra hermana T. vino con fibromialgia a Madrid porque los médicos la habían desahuciado. Cogí un tarro, un gotero, eché un poco de mi semen, con esencia de rosa. Lo tomó y en tres días se curó completamente de la fibriomialgia. Esto es lo que hace el semen de un hombre de oración.
Carlos Herranz Ortega, 44 años, dice que es el “hermano de Jesús”, pero que no le reza porque sería como estar “rezando a mí mismo”. Herranz también dice que tiene “una luz especial”, y que levitó en una de sus visitas a Jerusalén. Y que el semen es un "néctar sagrado". Su voz fluye melosa entre susurros, directa como un suave licor a los oídos de sus adeptos, que acuden cada semana puntuales a las reuniones secretas. Con ella ejerce un gran poder de convicción entre los miembros de su secta. En ella es señor, soberano y rey absoluto bajo el seudónimo de Lama Losel.
Por eso, el gurú se podía permitir y se permite decir allí dentro casi cualquier cosa que le venga en gana. Todos los delirios que surgen de su cabeza son escuchados con fidelidad por sus discípulos, obnubilados por sus sabias enseñanzas: “Hablo a los espíritus y ellos me escuchan”. “Dios quiere tu culo. Dios siempre quiere que pongas tu culo. Dios quiere penetrarte entera de arriba abajo”.
A priori, estas afirmaciones podrían pasar sin más como una ristra de sandeces, la expresión más absoluta de los sórdidos delirios del jefe de una de estas extrañas organizaciones. Sin embargo, la gravedad de estas y otras sentencias radica en que todas ellas emanan y tienen su base en un informe de la Guardia Civil de Guadalajara al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL. También de decenas de horas de grabación de las sesiones que han tenido lugar a lo largo de los últimos años en una secta que todavía continúa activa en Madrid. También a ellas ha tenido acceso este periódico. Losel fue y está siendo investigado. La Benemérita le imputa los delitos de lesiones, creación de asociación ilícita y estafa.
En el seno de la asociación, tal y como refleja el informe, el “maestro” de la secta “se hace pasar por ‘Lama’ para a través del engaño hacer creer a los miembros de la asociación que posee sabiduría en relación a todas las religiones existentes” y “manipula mentalmente a los miembros del Grupo para que luego realicen todas las acciones /movimientos a su antojo”.
El informe elaborado por la Guardia Civil, tras entrevistar a distintos adeptos y recopilar pruebas relacionadas con las grabaciones, explica que Losel se vale de su cargo para “hacer creer a los miembros del grupo, sobre todo femeninos, que si se acuestan con él conseguirán la libertad espiritual más rápidamente, a lo que las chicas, bajo previa manipulación mental, acceden en un primer momento voluntariamente”.
El caso está ya abierto y se instruye en los juzgados de Sigüenza. Lama Losel decía ser experto en musicoterapia y en la interpretación de melodías con cuencos tibetanos. Esta pseudoterapia sin ninguna base científica era la piedra angular sobre la que el gurú captaba a nuevos adeptos a su secta. Era su máscara, y su cata de presentación. Los ofrecía en distintas ferias locales como un caramelo, como el cebo con el que atrapar a nuevos miembros para su organización.
Los casos relacionados con el mundo de las sectas suelen generar siempre controversia, curiosidad y morbo a partes iguales. En los últimos meses, los hechos relacionados con el gurú que captó en Perú a la joven Patricia Aguilar, han vuelto a suscitar el interés de los medios en relación a este tipo de temas. En España operan unas 250 repartidas por todo el país. Si bien el número de afectados no habla de cifras astronómicas, esta lacra supone un tabú muy pocas veces abordado.
Sin embargo, es raro o muy poco frecuente encontrar un caso en el que exista un número tan amplio de grabaciones que deje constancia sobre lo que sucede en el interior de una secta. Normalmente, los documentos sonoros o visuales son inexistentes. Luis Santamaría, experto en este tipo de organizaciones, fundador y secretario de la Red Iberoamericana del Estudio de las Sectas (RIES), no ha visto cosa igual: para él resulta algo “nada habitual. No es normal que aparezcan audios de una secta. Es la primera vez que conozco un caso así”.
En este caso, era el propio líder de la organización quien sugería y fomentaba la costumbre de dejar constancia de lo que allí ocurría: permitía que las reuniones, en la que se proferían toda clase de atrocidades, fuesen grabadas de forma sistemática. Este periódico ha tenido acceso a ellas y ha podido comprobar la retahíla interminable de ideas, todas ellas, según los expertos consultados, altamente peligrosas, religiosamente confusas, explícitamente sexuales e hirientes para según qué colectivos. Este es el mundo de Lama Losel y sus adeptos.
El gurú de los cuencos tibetanos
Una melodía monocorde satura la estancia en la que la secta comienza la reunión del 24 de diciembre de 2014. La música proviene de un sruti, un extraño y exótico instrumento propio de la cultura hindú que produce un tono hipnótico, febril, similar ta vez al de un órgano, o tal vez al de un acordeón oxidado y decadente. Por encima de las notas, Lama Losel, gurú y líder supremo, canta junto a una de sus adeptas. Era algo habitual.
Al terminar, Losel se acerca a una de las mesas porque ha visto algo que le llama levemente la atención. Se trata de una grabadora destinada a dejar constancia de todo lo que allí se diga. Es lo que él quiere. Que todo quede grabado. “Aaaah, ¿esto qué es? ¡Alguien está grabando! Vale, vale”, comenta, irónico. Se encoge de hombros y se va con su voz suave y pausada para comenzar a lo que él tiene por enseñanzas y otros muchos por los delirios del líder de una secta.
Losel es un tipo alto. Sobrepasa el metro noventa y los 170 kilos de peso. Su atuendo es un remedo similar a la indumentaria clásica de los monjes budistas, pero a su manera: una camisa de manga corta, un fajín que hace las veces de túnica y poco más. El fajín rodea su vientre y cubre uno de sus hombros. Los pantalones son holgados y también naranjas como la camiseta. Losel, para rematar, cubre su cabeza con una suerte de turbante. Toda la indumentaria es de color naranja, aunque cada una de las prendas posee una tonalidad diferente.
Junto a él, en las múltiples fotos en las que aparece, siempre hay un buen número de cuencos tibetanos. Con ellos imparte distintos talleres que le sirven, según los adeptos y la Guardia Civil, para establecer un primer contacto en el que localizar posibles nuevos integrantes de su secta. Sus enseñanzas son prácticamente una coctelera de todas las doctrinas y corrientes religiosas: mezcla el hinduismo, el cristianismo, el islam y el judaísmo sin ningún tipo de problema.
A partir de ahí, sus charlas desbarran por doquier.
“Te meto un lefazo místico y te cambio la vida”
El año pasado, durante una de ellas explicó cómo, supuestamente, había ido a Jerusalén y allí había levitado por los aires, en pleno trance. Volaba casi como una paloma ingrávida. “Para mi desgracia, en Jerusalén, C. y mi tío cuando estaba levitando me tiraron para abajo”.
Su sabiduría es tal que termina siempre disertando sobre cualquier clase de asunto. Por ejemplo, Losel comenta sin problema lo beneficioso que resulta estar en contacto con él. “Sandra toca mis pies y huele a Flores. No me creo a San Pablo, porque los dones solo te los puede dar Dios. Si leemos a Jesús, Jesús dice que él puede dar dones. Cuando yo le digo a alguien que puedo dar un don, está mal expresado. Significa que yo puedo activar un don. Te puedo enseñar a utilizar ese don que ya tienes. Hay gente que viene a mí, se frota conmigo y activa un don”.
En medio de sus sesiones, a veces recurre al imaginario budista, asociándose directamente con las teorías de la reencarnación tras la muerte en otro ser vivo. Él, claro, es acaso uno de los más supremos de todos. “Porque yo he pasado por miles de reencarnaciones. Joder, me acuerdo de cada una de mis encarnaciones anteriores. Mandé a C. a buscar mi anterior encarnación al Tibet y la encontró en un monasterio”.
En 2014, octubre, la cosa se puso seria. Entre las risas absortas de quienes le escuchan, Losel explica, sin especificar si se trata (o no) de una metáfora, de lo que dios quiere de sus seguidores. "Dios quiere tu culo. Dios siempre quiere que pongas tu culo. Dios quiere penetrarte entera de arriba abajo”.
En numerosas ocasiones de esas charlas grabadas a Carlos Herranz se le escucha, según explica el informe de la Guardia Civil insultar, coaccionar y realizar vejaciones contra quienes le siguen. El 6 de octubre de 2016 no tiene reparos en reconocer sus fechorías. “Cuando puteo a mis alumnos lo hago por su bien”. Meses antes, el 14 de junio, asegura: “Si ves que las llamo zorras es por un bien mayor”. En otra de sus charlas, da una receta a su juicio infalible para cambiarle la vida a cualquiera. “Te meto un lefazo místico y te cambio la vida”.
La táctica sibilina de captación a la secta comienza casi sin que uno se percate. Todo empieza con una charla, con una sesión. Luego, más adelante, es cuando viene la parte dura del discurso.
Y por el medio, una sugerencia muy sutil: “Dame la posibilidad, dame 41 días. Es como si un médico te dice: durante 41 días te vas a tomar esta pastilla. Bueno, pues esto es como si durante 41 días te tomas la pastilla que yo te voy a dar. Al término de este tiempo, tu vida va a hacer fuuuuu y se va a abrir como una flor”.
La desprotección de las víctimas
Las disertaciones del maestro Losel podían durar tres y cuatro horas cada vez. O incluso más. Su capacidad de sugestión radicaba en el exotismo de sus ideas, en el modo de presentarlas, en el tono de voz, en su retórica. Su poder de convicción era tal que hacía creer a los miembros del grupo que los extratarrestres les habían implantado unos microchips y que él tenía poderes para extraérselos. Lo explica el informe de investigación de la Guardia Civil. En ese momento, “utiliza su fuerza junto con otros objetos punzantes para causar lesiones a los denunciantes a las que se hace referencia en las presentes diligencias”.
Lo más complicado para las víctimas de estas organizaciones, como queda reflejado en el caso reciente de Patricia Aguilar, es el momento de presentarse ante la justicia. El caso de Lama Losel, en concreto, va todavía muy despacio. Lo sabe bien Carlos Bardavio, abogado penalista, experto en casos relacionados con el esotérico, oscuro y sórdido universo de las sectas. Es también el autor de la novedosa tesis doctoral Las sectas en derecho Penal: estudio dogmático de los delitos sectarios, elaborada a lo largo de los últimos diez años.
En su día a día, Bardavio lleva la defensa de algunas víctimas de este tipo de grupos y presta en muchos casos similares. A lo largo de los últimos meses ha estado atareado echando un cable, asesorando de forma puntual a la familia de Patricia Aguilar, la joven española captada por una secta en Perú. Desde su dilatada experiencia como estudioso y práctico de la materia, detalla el arduo trabajo que tienen que pasar las víctimas de estos grupos, y sus abogados defensores, para que los casos prosperen. “En las sectas, la violencia y la presión coercitiva es sutil, es indirecta. Lo que hace normalmente el líder de una secta de este tipo es obtener información de la víctima. Cuantos más datos consigue de ella, más fácil le es ejercer su influencia. Como por ejemplo, el caso de Patricia (Aguilar)”.
Lo más complicado de todo es que el Código Penal no regular en ninguno de sus artículos el delito de persuasión coercitiva. “Es el que utilizan, mayormente, las sectas, una forma sutil que acaba anulando la capacidad de las personas y que las deja sometidas a la voluntad absoluta del líder”, aclara Bardavio.
Resulta también difícil, señala el abogado, lo que llega después, cuando hay que probarlo todo ante el juez. “Las víctimas tienen complicado demostrar cómo todo lo que hicieron fue porque estaban anulados psicológicamente por la influencia del líder, y más cuando no existe un tipo penal para esta clase de delitos. La conclusión y la propuesta de mi tesis es que hace falta legislar más, hace falta crear un nuevo tipo penal, dedicado exclusivamente a regular la persuasión coercitiva”.
Cada mes, explican los agentes de la investigación, los feligreses de Losel le ingresaban el diez por ciento de sus ingresos. No iban destinados a ningún fin benéfico, y tampoco para ayudar a los más desfavorecidos. Aquello era, tan solo, para lucro personal.
La persuasión inicial de Losel quedaba plasmada con la suavidad de su retórica, con esa voz amistosa y cercana. Esa táctica deja luego paso al mandato, a la obligación de acudir a su llamada: “El domingo es sagrado. Es un día para quedar con el maestro, para reunirse con los hermanos de comunidad. Deberíais buscar la forma de reuniros conmigo. Ya se puede morir vuestra madre o su abuela. Así os lo digo”. Lo dice en ocasiones muy distintas: “La familia está bien, pero los hijos te roban tiempo de estar con Dios”.
Por cierto, el grupo de Lama Losel sigue activo por Madrid y sus alrededores. Queda constancia de ello gracias a las grabaciones: “Bienvenidos a nuestra secta de Gran Hermano”.