A Batman y Superman los dibujan en un piso de Granada: Jorge, el ‘niño’ que se rifan en EEUU
- Nacido en Cádiar (Granada), trabaja en DC Cómics (empresa dueña de las ediciones de Flash o Wonder Woman).
- Estudió Educación Física, pero nunca terminó la carrera. Antes, probó suerte dejando sus bocetos y creaciones en los salones especializados.
- “Tienes mucho talento”, le dijeron. Ahora vive de sus dibujos.
Noticias relacionadas
- El PSOE quiere exhumar a Franco sin fotos por temor a los disturbios
- Militares de más de 45 años llevarán comida al cabo Paz y los 'legionarios abandonados'
- Conchi, la viuda negra en silla de ruedas, se levantó para matar a su cuarto marido tras una cena romántica
- Álvaro, el periodista de ABC Sevilla detenido junto a unos narcos por secuestrar a un lotero
- Corrupción en la Justicia colombiana: Luis Andrade y el "kafkiano" sistema legal
- De suicida a los 18 años a la trasplantada de cara más joven de EEUU: el milagro de Katie
- Detienen en Colombia al presunto secuestrador de la periodista Salud Hernández-Mora
Jorge Jiménez no tiene superpoderes. Al menos, que él sepa o que confiese. No puede volar. Ni ver a través de las paredes. Ni lanzar bolas de fuego. No, él es aparentemente normal. Va al gimnasio, sale a correr en sus ratos libres, ve series, acude al bar –cuando la circunstancia lo requiere– y disfruta –siempre que le dejen– de la vida. Es decir, no hace nada del otro mundo. Es un granadino más. Su vida es como la de otro cualquiera. Con una diferencia: su trabajo no es común. Él es el responsable de dibujar a Batman y a Superman en la Liga de la Justicia. Trabaja para DC Cómics (empresa que gestiona las publicaciones de, entre otros superhéroes, Wonder Woman o Flash). Y, lo más importante, vive de ello. ¿Cuántos soñarían desde pequeños con seguir su camino? ¿Cuántos niños lo consiguen? Pocos.
Los trajes, los movimientos… Todo lo crea desde Granada. Desde su piso o desde el estudio, entre pósters de superhéroes, muñecos y frikadas. “Es como si fuera la habitación de un adolescente”, bromea en conversación con EL ESPAÑOL. Allí, pone a volar a Superman para el mundo entero. Sigue ejerciendo de ‘niño’ con 32 años, dibujando como en su más tierna infancia y disfrutando con seres que mutan, vuelan y salvan (o destruyen) vidas.
Su historia es tan sorprendente como la de cualquiera de esos seres extraordinarios. Jorge Jiménez nació en Cádiar (Granada), un pueblo de apenas 1.500 habitantes. Allí, se divertía con los dibujos (Dragon Ball, Oliver y Benji, Batman…) y pintaba. “Mi madre no me dejaba que copiara. Me quitaba el cuaderno mientras veía la serie y después me daba el lápiz y los colores. Inconscientemente, me ayudó mucho porque desarrolló mi imaginación”, recuerda a este periódico. Ese fue el principio de todo. En el pueblo, prefería el folio en blanco y los garabatos a los juguetes o los amigos. ¿Pero cómo imaginar que de mayor le encargarían hacerse cargo de Superman o que en Estados Unidos se lo rifarían?
Él no concebía ser dibujante. Ni en Cádiar, donde nació, ni en Granada, a donde se mudó cuando su padre, empleado de banca, fue trasladado. “Nada más llegar no conocía a nadie. No tenía nada que hacer y el dibujo me salvó”. Pero jamás pensó que fuera a dedicarse a ello. Su hermano es bombero y su hermana se decantó por Bellas Artes. “Ellos dibujaban, pero no de una forma tan bestia como yo”. Y él creció viéndolos a ambos, vistiéndose de Superman y de Gokú en carnavales, creando escenarios con los ‘muñecos’ o jugando a crear la Batseñal.
Su sueño era dibujar, pero la realidad aplastaba todas sus ilusiones. ¿Me podré dedicar a esto? ¿Es posible que alguien coma del cómic en España? “Aquello estaba muy bien como hobby, pero no tenía referencia de cómo salir profesionalmente por ahí”. Por eso, decidió no desviarse del camino. Optó por la normalidad. “Mi hermana mayor había hecho Bellas artes y vi lo poco agradecida que era la carrera. Al menos, para algunos. Entonces, quise hacer Educación Física y conseguí entrar en INEF”. Pero aquello fue circunstancial. Al poco tiempo, lo dejó.
Jorge empezó a dibujar de nuevo durante la carrera. Se quedaba hasta muy tarde con el lápiz en la mano, dormía dos o tres horas y se iba a la universidad. Aguantó unos meses y volvió a dudar. “No sabía qué hacer”. Pero probó antes de tomar una decisión. Cogió su carpeta, sus trabajos y un billete a Barcelona. “Fui con mi novia de entonces al salón del cómic, que es uno de los más importantes del sector. Pasé por todos los stands dejando todos mis trabajos, pero sólo recibí un mensaje de una editorial. ‘Te veo mucho potencial’, decía”. No hizo falta más. Aquello lo empujó a continuar. Y la oportunidad le llegó.
En el salón del cómic de Granada, Eduardo Alpuente, su primer representante, apostó por él: “Podemos hacer cosas importantes”, le avisó. Y, efectivamente, así fue. Pero su debut no fue en España. “Hay que ir a Estados Unidos y a Francia, que es donde están los principales mercados”. Dicho y hecho. Se estrenó con una adaptación de un cómic para niños pequeños del escritor Ray Bradbury, conocido por dar a luz Crónicas marcianas y Fahrenheit 451.
Jorge dejó la carrera y los resultados llegaron. “Salió bien y me hicieron mi primer contratillo. Empecé a cobrar. Fue el impulso que necesitaba”. Y ya no paró. De una editorial, saltó a otra. IDW cómics le pidió hacer los dibujos para la adaptación de la tercera entrega de la película Transformers. “Me costó muchísimo. Mi representante no sabía si estaba muy verde, pero me la jugué. Fue un gran sobreesfuerzo, pero salió bien y después me ofrecieron Jurassic Park. Tuve suerte que me llamaban de proyectos que eran bastante conocidos”. Su carrera acababa de comenzar.
— ¿Un dibujante nace o se hace?
— Yo soy poco amigo de la expresión ‘no sé dibujar’. He visto gente adulta que, por entretenimiento, se mete en un curso de arte y acaba haciendo cosas muy interesantes. La sociedad te juzga mucho por el resultado cuando dibujas. Lo que importa es el contenido. Cuando un niño pequeño pinta, lo hace bien. Da igual cómo sea. El problema es que luego llega el listillo adulto de turno y le toca las narices y le dice que está mal. Le mata la ilusión. Por eso, mucha gente dice que no vale para dibujar. Pero cualquier persona puede divertirse haciéndolo. Es más, muchas veces le digo a mis amigos: ‘¡Venga, dibuja algo!’. Y ríen. Lo hacen porque recuerdan que eran pequeños y se lo pasaban bien. Todo el mundo puede.
— ¿Es más importante en ese proceso la técnica o la imaginación?
— La técnica, para dedicarte profesionalmente, es importante. Tienes que seguir unas reglas. Pero, partiendo de la base de que cualquier profesional tiene técnica, la clave es si la imaginación y la creatividad que tú tienes te sirve para aportar algo diferente.
Y él, con esas recetas, avanzó aún más. De IDW saltó a DC cómics. Hizo la adaptación de Fringe, de Arrow y de un videojuego de Batman, entre otras cosas. “Era cuestión de tiempo que llegara a primera división”. Entonces, tras Tierra-2, le llegó una oportunidad de oro. “Me dijeron: ‘Queremos hacer un cómic del hijo de Superman y queremos que lo diseñes tú. Con eso empezó Supersons –donde también aparece el hijo de Batman–. ¡Yo no me lo creía!”. Y aquello también le salió bien.
El salto a primera se lo ofreció Scott Snyder –uno de los más prestigiosos guionistas de la compañía–. Le pidió crear La Liga de la Justicia. O lo que es lo mismo: dibujar a Superman, a Batman, a Wonder Woman, a Flash… Y él, obviamente, aceptó. Desde entonces, pasa entre nueve y 10 horas diarias con el lápiz en la mano. Todos los días. “Quizás, el domingo, echando algo menos”. Cultivando los músculos, como sus ‘hijos’ en los cómics, y parando sólo para ir al gimnasio, salir a correr o tomar algo. Sin que sus amigos entiendan realmente lo que hace –“y lo agradezco, para poder desconectar”– y reclamando el derecho a ser niño.
— ¿Cuánto le queda de ese niño?
— Somos niños. Hay una frase que dice que los dibujantes somos niños que sobrevivieron. En tu vida puedes ser muy maduro, muy profesional… pero luego ves las figuras de Gokú y te gusta tener esas cosas, esa ilusión que tienen los críos por los juguetes. A mí me encantan las frikadas.
— ¿Hace falta reclamar el cómic como un producto también para adultos?
— En España se señala a cualquier persona que decide salirse de lo normal. Si eres friki o eres niño, aún más. En Estados Unidos los superhéroes son casi mitología. Aquí se señala al que va con un cómic y hay historias muy adultas.
— ¿Hay que acabar con el significado peyorativo de la palabra friki?
— No es una palabra a la que yo le dé mucha importancia. Un día puedes ir al fútbol disfrazado de Cristiano Ronaldo y es lo mismo. También es algo que se hace cuando eres niño. Sin embargo, se señala al que lleva la camiseta de Superman. Yo lo que quiero es que la gente no señale tanto. Que se les quite la tontería.
Él seguirá abogando por ello desde su posición. Tiene el respeto de todo su sector y sólo una cosa que cambiar: “Mi casa, donde voy a montar una zona de persona 'normal' y el estudio”. El resto no lo va a modificar. Cree en el cómic y en la lectura. En un formato o en otro. Y también en los superpoderes. Incluso para los políticos, a los que recomienda la "superempatía". El suyo, simplemente, es dibujar. Esa es su única arma. La que adquirió siendo niño y la que le da de comer de adulto. Porque, como gusta de decir Flash: la “vida no nos da un propósito”, sino que somos “nosotros los que le damos un propósito a la vida”.