Siete días. En tan sólo una semana, algo más de 150 horas, la vida de Conchi, la viuda de negra en silla de ruedas de Alicante, ha cambiado radicalmente. De vivir en Sax junto a su pareja y pseudocuidador Paco a ingresar en la cárcel alicantina de Fontcalent, previo paso por los calabozos de la Policía Nacional.
Pero si hay algo que se mantiene estático, fijo, clavado en la vida de Conchi es su impostura, la farsa que ha dominado su vida y que se niega a abandonar: que no se puede mover de cuello para abajo. Que sufre una discapacidad. Que necesita silla de ruedas.
Conchi pasa sus días en el módulo de mujeres de la prisión de Fontcalent, pero no las noches. Cuando cae el sol, la trasladan a Enfermería, según han confirmado fuentes penitenciarias a EL ESPAÑOL. Los días los pasa en el patio junto al resto de reclusas del módulo, unas 60. Va sólo a Enfermería cuando duerme, donde le tienen reservada una celda en exclusiva para ella: el módulo de mujeres está situado en una primera planta sin ascensor y, con su silla de ruedas, a Conchi es imposible trasladarla.
Dos ordenanzas a su lado
Durante el día no pasa ni un instante sola: además de su silla de ruedas, le acompañan dos presas sombra. Son dos ordenanzas, tal y como se les conoce en el argot carcelario: reclusas que gozan de la confianza de la dirección de la cárcel y que cumplen alguna actividad indispensable en el discurrir diario del centro.
Pero esta cárcel no es una cualquiera. En Fontcalent, un penal a escasos quince minutos en coche de la capital alicantina, se da una situación casi única en el sistema de cárceles español: tiene en su recinto, junto con un homólogo en Sevilla, el único Centro Penitenciario Psiquiátrico que queda en nuestro país. “Igual que en la sanidad pública, que los psiquiátricos se iban cerrando y se iban tratando a los enfermos con tratamiento ambulatorio, en las cárceles pasa igual”. Aunque, dada la particularidad que se vive en la cárcel de Conchi, no se descarta que se la traslade a este área. Todo dependerá de la valoración médica, de la que aún está pendiente. Las fuentes consultadas no descartan la mudanza de la viuda negra de Alicante.
No será una situación desconocida para esta onilensa, si se da el caso. Conchi ya había pasado alguna temporada en el área de Psiquiatría del Hospital de Alcoy, según cuentan sus hermanos. Aunque, la última vez, consiguió convencer a Paco, su pareja y excuñado ―que también se encuentra en prisión― de que la sacara. Él lo hizo. Ahora ya no podrá.
Conchi, siempre en la silla
Mientras tanto, Conchi continuará en el edificio de Cumplimiento. En Enfermería la asean y le realizan los cuidados necesarios. Siempre la mueven en su silla, que ella esgrime necesitar. Y, mientras no cause problemas, la dirección del centro se lo permitirá. Todo por el buen discurrir del día a día.
Por su parte, la agente de la Policía Nacional de Alicante que presenció y detuvo a Conchi y a Paco, tras matar, presuntamente, la pasada semana al marido de ella afirmó en su declaración este lunes en el juzgado de Instrucción número 5 de Alicante, que investiga el crimen, que la mujer andaba con normalidad. "La silla de ruedas estaba dentro de la furgoneta, y ella andaba como yo y como el resto de las personas" en el momento del asesinato, mantiene la policía.
Conchi adujo que quería hacerle el "boca a boca" a su moribundo esposo y que, por eso, había encontrado fuerzas para levantarse. Daba igual que la propia Policía Nacional de Alicante la pillara de pie, sin problemas: cuando pasó a disposición judicial los agentes tuvieron que llevarla en volandas ante su negativa de caminar.
Porque, a pesar de que ella continúa defendiendo que sufre un trastorno que le impide moverse y por el que estaba pendiente del cobro de una indemnización de 200.000 euros por parte de la aseguradora, su última residencia, en Sax, sólo tiene escaleras. Fue un piso que adquirió recientemente, previo pago en metálico, para compartir con Paco.
Para acceder a la vivienda que compartía la pareja, hay que subir una escalera. El pasillo es sumamente estrecho y llama la atención, puesto que no está adaptado ni hay rastro de que se haya tenido que utilizar una silla de ruedas, tal y como contó este periódico.
En el año 2009, Conchi sufrió un accidente de tráfico. Acabó herida, con una pequeña lesión en las cervicales que le obligó a operarse. Fue la excusa perfecta y la gran patraña de su vida: comenzó a exagerar sus padecimientos, a argumentar que no podía moverse. Es el pretexto por el que comenzó a utilizar la silla de ruedas y que sigue manteniendo, a pesar de ser perfectamente capaz de andar.