O se creía San Daniel luchando contra las fuerzas del mal, encarnadas en la pequeña Alicia, de 17 meses, y su madre, Gabriela, o actuó desde el orgullo herido por no haber podido satisfacer antes un deseo sexual. Estas son las dos hipótesis de motivación que han quedado expuestas este miércoles en la Audiencia Provincial de Álava para tratar de entender el comportamiento del profesor de saxofón Daniel Montaño, acusado de un delito de asesinato por el crimen que acabó con la vida de la bebé, a quien arrojó desde un balcón mirador a la calle en Vitoria en la madrugada del 25 de enero de 2016.

El jurado popular tendrá que determinar si Montaño, procesado también por tentativa de homicidio por intentar matar a la madre, era consciente de sus actos o de si padece una enfermedad mental y sufrió un brote psicótico, como alega su defensa.

Los integrantes del tribunal, seis mujeres y tres hombres, han escuchado durante cinco horas y media los testimonios de Montaño y de su víctima, Gabriela O., que difieren sustancialmente en el relato de los hechos. El acusado, que incluso ha asegurado que “en ocasiones se sentía Jesucristo", ha narrado con todo detalle cómo se consideraba elegido para enfrentarse al “diablo” que vio en los ojos de de la niña y ha insistido en un pasado sin un diagnóstico de enfermedad pero repleto de “misiones” y “voces” sobre “el fin del mundo” y los “males que acechan a la humanidad”.

"Tiré al bebé por la ventana porque vi en sus ojos la semilla del diablo", dice el acusado del asesinato

Su declaración ha sido tachada de “actuación” y “ teatro” por parte de la acusación popular, la asociación feminista Clara Campoamor que al igual que el fiscal y el resto de las acusaciones pide para el procesado la pena de prisión permanente revisable, establecida por el PP en la reforma del Código Penal de 2015 y actualmente rechazada por la mayoría de los partidos políticos que la consideran una cadena perpetua encubierta.

PRIMER FIN DE SEMANA JUNTOS

La madre, por el contrario, ha mantenido que el comportamiento de Montaño, al que había conocido un par de meses antes a través de una red social, fue “normal” hasta la misma noche en la que pernoctó con él en Vitoria y le sorprendió murmurando sobre el fin del mundo que “los niños iban a provocar”.

La joven, de apenas 20 años, ha prestado testimonio entre sollozos y ha narrado cómo trató de sacar de la habitación y proteger a su hija sin éxito. “Mientras me pegaba la agarró, miro hacia fuera y rompió un cristal (…) por el que luego la lanzó”, ha explicado llorando Gabriela, de origen brasileño pero criada en Burgos. A esa ciudad castellana fue a recogerla el acusado el día del crimen para trasladarse a Vitoria tras pasar la noche anterior juntos en una casa rural. Ese fin de semana fue la primera vez que se veían, ya que hasta entonces su relación había consistido en llamadas telefónicas o mensajes por móvil.

“LA DESTRUCCIÓN DEL MUNDO ESTABA CERCA”

El acusado ha comparecido cabizbajo ante el tribunal y con una voz apenas audible, pero ha ido elevando el tono a medida que daba forma a su relato. Se ha definido como un “trabajador de la luz” que debía “transformar la realidad” y ha mantenido que el día del crimen “todo eran símbolos y señales” de que la “destrucción total del mundo “ estaba cerca y se había llegado “a un punto de no retorno”.

El acusado durante su declaración en el juicio en la mañana de este martes Atlas

Según su relato aquella noche sobre las 3.30 de la madrugada se acercó a la cama donde dormían Gabriela y Alicia y puso su mano sobre el pecho de la pequeña para transmitirle “energía y luz”, pero cuando la madre se despertó y retiró su mano él relacionó su gesto con el “mal y la oscuridad”. “Ella era la que había venido a destruirme; yo lo viví como una batalla bíblica”, ha explicado. Una batalla “infernal” entre San Daniel y San Gabriel, el ángel caído expulsado del paraíso. “Ella era el ángel oscuro y yo era el blanco”, ha detallado ante al tribunal presidido por el magistrado Jesús Poncela.

Montaño no recordaba, en cambio, con “demasiada claridad” lo sucedido a continuación durante la pelea que él inició y ha obviado la pregunta de si trató de tirar a la madre por la ventana después de lanzar a la niña, aunque ha asegurado no haberla insultado ni amenazado con matarla como ella mantiene. Ha calificado lo vivido como una “situación de terror” y “una batalla por la supervivencia, irracional, con movimientos intuitivos e instantáneos”.

Tras referir que antes de dormirse la niña ya había visto en ella “la simbología del fin del mundo” porque se enrabietó” y no quiso tirar el envoltorio de unas chocolatinas a la papelera , ha descrito que durante la pelea con Gabriela Alicia se subió a los hombros de su madre desde donde le miró “fijamente con los ojos desorbitados, con una mirada de odio, maldad y rabia”a la que acompañó con un grito “estridente”. “Relacioné a Gabriela con la semilla del mal, del diablo y mi misión se concretó en ese momento; o acabar con la semilla del mal, o la destrucción del mundo (…) Era trabajador de la luz y estaba obligado a hacerlo (…) Era mi misión, lo tenía que hacer”, ha añadido.

Tanto las preguntas de las acusaciones como las de la defensa han permitido a Montaño extenderse en sus explicaciones . “La luz es lo divino (…) y lo divino es un ente , una energía, llámale Dios, a veces pensaba que ese ente podía ser extraterrestre” ha contestado al abogado de Clara Campoamor, que ha manifestado su incredulidad ante el relato del profesor de música, plagado de visiones y poderes de telepatía. Éste ha referido todo un historial de esquizofrenia no diagnosticado, iniciado en la adolescencia con el consumo de marihuana que le provocaba “alucinaciones” y sin haber sido consciente de su “enfermedad” que estaba remitiendo ahora con medicación. Se ha explayado en enumerar los síntomas evidenciados en los meses anteriores y en el fin de semana del crimen antes de que arrojara a Alicia por la ventana y ha puesto por testigos a sus padres, residentes en Sevilla, que le urgieron a buscar ayuda.

“¿Ahora oye voces?”, le ha preguntado una abogada a lo que ha respondido que los medicamentos “filtran cosas” pero que sigue pensando que tiene que seguir con sus misiones y que “la oscuridad es muy poderosa”. “¿Y la misión de hoy?”, ha inquirido otro letrado. “Denunciar que la utilización mediática de la enfermedad mental es ilegal”, ha contestado, añadiendo en otro momento de su exposición que se creía víctima de un “complot de las fuerzas del mal”, representadas por el sistema, el poder judicial y las estructuras de poder.

“LA AGARRÓ, LA TIRÓ Y SIGUIÓ GOLPEÁNDOME”

La defensa alega que la “esquizofrenia paranoide” que padece el acusado se veía agravada por un consumo “abusivo” de alcohol y cannabis y Montaño ha corroborado que la noche del crimen estaba bajo el influjo de ambas drogas. Incluso ha llegado a decir que se fumó un porro con la marihuana que Gabriela le dio; extremo que ella ha negado tajantemente, así como que le viera consumir alcohol. No ha sido la única vez que han diferido sus testimonios.

La joven madre ha desmentido varias veces que su agresor se hubiera comportado de forma “rara” hasta la misma noche del crimen y ha afirmado que antes lo veía como a un chico “absolutamente normal”. Según su relato lo único que alteró su percepción es cuando lo vio sentado en la taza del wáter con una toalla arrollada a la cabeza murmurando que “los niños iban a provocar el fin del mundo”.

Esa actitud y que se metiera con su hija, a la que llamó “maleducada” por “tocar algo” que a él “le molestó”, hizo que se planteara volver a su casa pero no tenía autobús a Burgos hasta las dos de la madrugada y no sabía a quién recurrir. “No pude llamar a nadie porque no tengo a nadie”, ha explicado la joven que tenía 18 años cuando la niña fue asesinada.

Gabriela decidió echarse a dormir y se despertó a las tres con un mensaje de WhatsApp en la que Montaño desde la habitación contigua le pedía que acudiese a hacerle una felación; un deseo que ella ignoró y en el que ahora repara como posible motivo del ataque sufrido por haber “herido su orgullo” al no contestar.

“Otra causa no puede haber”, ha asegurado en el juicio en el que ha estallado en llanto al revivir la agresión sufrida por su hija. En su versión la niña en ningún momento se subió a sus hombros ni miraba fijamente al profesor de música cuando éste la cogió “del suelo” para lanzarla al vacío tras romper el cristal del mirador. “Alicia estaba llorando, se agarró a mis brazos y la intenté sacar de la habitación, pero no me dio tiempo a cerrar la puerta”, se ha lamentado una y otra vez.

Ha narrado cómo a las 3.30 horas vio a Montaño mirándolas en la cama. Luego éste presionó el pecho de Alicia y cuando ella le apartó la mano él comenzó a darle puñetazos en la cara. Después la agarró del pelo y la arrastró por el suelo iniciándose una pelea en la que ella intentó poner a salvo a su hija y ofreció resistencia.

Ventana por la que el acusado arrojó a la bebé Atlas

“La agarró, la tiró [desde dentro de la habitación por el cristal roto en el mirador] y siguió golpeándome”, ha resumido desconsolada , mientras acusaciones y defensa eludían reparar en los detalles para no ahondar en su sufrimiento.

Gabriela no oyó invocaciones sobre el mal o el diablo, sólo a alguien que le gritaba diciendo “te voy a matar hija de puta, sois todas iguales”. Después ha relatado cómo el trató de tirarla también a ella por el balcón, cómo escapó sacándose la camiseta por la que la tenía cogida y cómo se defendió clavándole uno de los trozos del cristal roto y presionando para que fuera él quien cayera hasta que llegó la Ertzaintza.

La joven madre, que trabaja como limpiadora, tuvo que abandonar Burgos tras lo ocurrido para “alejarse” del círculo familiar y empezar “una nueva vida”, sin que haya llegado a superar la pérdida de su hija, según ha manifestado en la vista. Durante la mañana ha declarado también el padre de Alicia, Carlos, que se separó de Gabriela al poco de nacer la niña, y que ejerce la otra acusación particular. “Es muy duro, vivo con ello constantemente”, ha expuesto en una corta intervención.